El rayo de ?scar Alzaga
Daguerrotipos. ?scar Alzaga hab¨ªa nacido en Madrid, en el a?o 19429 cuando el personal iba en busca del imperio en un taxi con gas¨®geno. Fue un estudiante becario de clase media con cuatro dioptr¨ªas que, lejos de andar por billares y futbolines o de bailar el bai¨®n de Ana, ten¨ªa un misal de cantos dorados. Con las mejores notas del colegio, ?scar Alzaga lleg¨® a la facultad de Derecho, y all¨ª hizo unos pinitos de ilegalidad. Con unos amigos de su cuerda fund¨® una especie de uni¨®n de estudiantes dem¨®cratas cristianos, una papilla para convalecientes compuesta por el amor a Dios y a la Santa Madre Iglesia, con mucho Teilhard de Chardin, libros de la BAC, citas de Fran?ois Mauriac, humanismo de tipo Pascal, novelas de Graham Greene, ensayos de Maritain, novias castas llevadas del brazo a una conferencia del primitivo Aranguren y una repugnancia civilizada ante lo m¨¢s grosero de la dictadura.
El lobo que se abate sobre el ganado lanar, deg¨¹ella siete ovejas y se permite el lujo de comerse s¨®lo una. Este rito de supervivencia no deja de tener cierta belleza silvestre, si uno olvida la carnicer¨ªa en s¨ª. El predador cae de manera fulgurante desde la espesura del bosque, instala s¨²bitamente la r¨¢faga de dientes en medio de la grey y entonces se produce una desbandada de largos balidos que a¨²n le excita m¨¢s su mecanismo de destrucci¨®n y los jugos g¨¢stricos. En cosa de segundos, el sol ilumina la victoria en la ladera desierta. All¨ª quedan algunas v¨ªctimas abatidas sangrando por la yugular, los p¨¢jaros cantan y el lobo se pone a merendar bajo la brisa entre perfumadas margaritas.En la pol¨ªtica tambi¨¦n se ven espect¨¢culos de esta ¨ªndole, y sin duda, aqu¨¦lla fue una buena representaci¨®n de la lucha por la vida. La ca¨ªda de Adolfo Su¨¢rez se realiz¨® como un teatro carn¨ªvoro, y en ¨¦l brillaron mucho los humanistas. ?scar Alzaga parec¨ªa un coyote con pilas japonesas. Durante la estampida de centristas, reparti¨® las mejores dentelladas en el seno del propio partido, de modo que cada tarde hac¨ªa una matanza de merinas de UCD, aunque s¨®lo se zampaba la m¨¢s tierna y luego, poniendo cara de mosquita muerta, se iba a tomar un refresco de granadina con san Francisco de As¨ªs, patr¨®n de las fieras de granja. Tal vez en aquella jaur¨ªa de barones que un d¨ªa se lanz¨® en persecuci¨®n del zorro ?scar Alzaga no era el lobo m¨¢s cruel, sino el que daba los bocados m¨¢s certeros, pero una duda ha permanecido hasta hoy: no se sabe si su instinto olfateaba ya desde lejos el descalabro de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico o si fue su voracidad la que precipit¨® su derrumbamiento. Hasta entonces, ?scar Alzaga hab¨ªa sido un patito feliz chapoteando en un tomo de jurisprudencia. Ahora est¨¢ sentado en el Parlamento a la derecha de Dios Padre y desde all¨ª puede contemplar el resultado de una escabechina donde ¨¦l luci¨® colmillos de primera calidad. En todo caso, ¨¦sta es la peque?a historia de una estupidez pol¨ªtica.
Eran aquellos chicos formales, de ducha diaria, peinados con raya, que guardaban p¨¦talos de rosa entre las p¨¢ginas de un libro de Maritain. La flor ven¨ªa del lejano jard¨ªn de un caser¨®n campestre donde ellos hicieron los primeros ejercicios espirituales, y su juventud ten¨ªa tambi¨¦n el aroma de un c¨¢ntico a Mar¨ªa, un recuerdo de b¨²caros con azucenas a los pies del C¨®digo Civil. Hab¨ªan sido pr¨ªncipes del colegio, cabeceras de orla, y la mano amorosa y sonrosada del padre prefecto les hab¨ªa acariciado muchas veces el cogote de empoll¨®n en el patio. All¨ª comenzaron a so?ar con un brillante porvenir.
-Muchacho, t¨² ser¨¢s un buen cruzado.
-?Qu¨¦ debo hacer?
-Conserva el tesoro de la fe.
-?Y qu¨¦ m¨¢s?
-Haz oposiciones a abogado del Estado.
-?Y si no puedo?
-Entonces saca notar¨ªas. Pero no te conformes con menos. La Iglesia espera mucho de ti.
-Padre, yo quiero ser catedr¨¢tico.
-Dios te bendiga. Tampoco est¨¢ mal.
Lo ten¨ªan claro desde el primer momento. Fuera cantaban los Beatles, la libertad comenzaba a comer zanahoria rayada en las aceras, en los cubos de basura fulg¨ªan los residuos del neocapitalismo, la expansi¨®n econ¨®mica reclamaba vorazmente cualquier clase de licenciados para presidir los nuevos pufos, estaban de moda los ejecutivos con camisa color de rosa, todo el mundo se bajaba en seguida la pretina del pantal¨®n, en las vallas publicitarias hab¨ªa h¨¦roes americanos con salchichas, las motocieletas iban cabalgadas por jacas y gara?ones de asfalto, pero ellos eran unos j¨®venes cl¨¢sicos, un poco antiguos.
En aquel tiempo, cuando a¨²n se llevaba mucho comer pollos al ast, los comunistas ejerc¨ªan el reinado absoluto en la alcantarilla, y entonces eran inteligentes, audaces e incluso guapos. El rumor de la tortura les envolv¨ªa en un aura de romanticismo, y tanto el fresador de la Pegaso como el intelectual m¨¢s gre?udo ten¨ªan la frente ungida con el barro del Volga. Adoraban los pepinillos en vinagre y la mermelada de cooperativa, que alguien tra¨ªa de Bulgaria en un viaje de novios. Se juntaban por c¨¦lulas en pisos de renta limitada, sin terraza, modelo Usera, en alcobas de ni?o llenas de humo, donde siempre hab¨ªa una artesan¨ªa de cardos, un botijo de loza fenicia y la paloma de Picasso. En cambio, los socialistas ya ten¨ªan novias extranjeras, procedentes de la parte alta de la l¨ªnea Maginot. Se pasaban los panfletos en cafeter¨ªas de grandes ventanales y tomaban aperitivos con quisquillas hablando del producto nacional bruto, o de festivales de cine, o de excursiones con tiendas; de campa?a. Oh tempora, oh mo res! -es decir, o te entregas o mueres, como tradujo aqu¨¦l-.
En el escalaf¨®n aparec¨ªan despu¨¦s los dem¨®cratas cristianos con barniz progresista, cuya oposici¨®n al r¨¦gimen no iba m¨¢s all¨¢ de los chistes contra Franco. ?stos conspiraban en alguna residencia eclesi¨¢stica de El Escorial o en un hotel de La Berzosa, a donde acud¨ªan disfrazados de ag¨¹istas o de alumnos de un seminario de Derecho Comparado. Enmascaraban aquellas reuniones clandestinas con el nombre de coloquios, conferencias, encuentros o aulas de espiritualidad. Paseaban bajo los pinos vestidos de gris marengo, el m¨¢s moderno se permit¨ªa la frivolidad de aflojarse el nudo de la corbata en medio de una acalorada discusi¨®n de estrategia, escrib¨ªan en Cuadernos para el Di¨¢logo y preparaban oposiciones. All¨ª estaba ?scar Alzaga. Era un joven rico y fr¨¢gil. Acababa de terminar la carrera de abogado y quer¨ªa ser catedr¨¢tico de Pol¨ªtico.
Unos chicos listos y discretos
As¨ª como los rojos, sangre de toro, ol¨ªan a sebo, y los socialistas, a lana de poncho peruano, aquellos dem¨®cratas cristianos llevaban en el bolsillo de la solapa un pa?uelo de batista perfumado de jara y jurisprudencia. Dios es muy amplio. La Iglesia tiene adem¨¢s un manteo redondo cuya sombra exhala los m¨¢s variados aromas, sabores y colores, igual que una copa de helado de cuatro gustos. Uno pod¨ªa ser cat¨®lico y estar enfangado, de franquismo hasta las cejas. Hab¨ªa obreros m¨ªsticos que deseaban alcanzar la perfecci¨®n dentro del comunismo sin abandonar el torno. Tambi¨¦n transitaban por la clandestinidad unos socialistas devotos basculando entre Cristo y Pablo Iglesias. Pero, ?c¨®mo eran ellos? Los dem¨®cratas cristianos con troquel progresista eran, simplemente, unos chicos listos, educados, reglamentarios, acicalados, seguidores de alg¨²n te¨®logo alem¨¢n, suaves y discretos, que te daban la mano sin quitarse el guante.
-Oye, macho, conozco a una chava cojonuda.
-?Por Dios!
-Y tiene una amiga que tambi¨¦n traga.
-Hazme el favor de no hablar as¨ª.
-Vamos a bailar a Micheleta.
-No puedo.
-?Por qu¨¦?
-Esta tarde habla Duverger en el Colegio Mayor San Pablo.
La Iglesia guardaba en la fresquera a estos j¨®venes puros e incontaminados para el d¨ªa en que se desataran las fuerzas del mal. Comenzaban a correr rumores de que Franco no era inmortal, cosa que le sucede al m¨¢s pintado. La Iglesia, como es l¨®gico, s¨®lo quer¨ªa llevar almas al cielo, pero en la tierra ten¨ªa inmuebles, fincas de labor, dep¨®sitos, instrumentos, intereses y otros materiales que facilitan mucho el camino de la salvaci¨®n. Alguien tendr¨ªa que defenderlos bajo el descampado de la libertad. Si, se hubiera puesto un anuncio en el diario Ya, probablemente se habr¨ªa redactado as¨ª: se necesita chico con labia, experto en reglamentos y silogismos, dulz¨®n por fuera, pero duro de pelar; tierno, aunque quisquilloso; fino y de buena mand¨ªbula. Porvenir resuelto. Recompensa en el m¨¢s all¨¢. O antes, mediante pago.
?scar Alzaga estaba fabricado seg¨²n el molde de este reclamo. Hab¨ªa nacido en Madrid, en el a?o 1942, cuando el personal iba en busca del imperio en un taxi con gas¨®geno. Fue un estudiante becario, de clase media, con cuatro dioptr¨ªas, que lejos de andar por billares y futbolines o de bailar el bai¨®n de Ana, ten¨ªa un misal de cantos dorados. En aquella ¨¦poca, los ni?os de la mesocracia pod¨ªan optar por cuatro salidas: ser flecha, ser pelayo, ser koszka o comer pipas en un cine de barrio viendo Los tambores de F¨² Manch¨². Con las mejores notas del colegio, ?scar Alzaga lleg¨® a la facultad de Derecho, y all¨ª hizo unos pinitos de ilegalidad. Con unos amigos de su cuerda fund¨® una especie de uni¨®n de estudiantes dem¨®cratas cristianos, una papilla para convalecientes compuesta por el amor a Dios y a la Santa Madre Iglesia, con mucho Teilhard de Chardin, libros de la BAC, citas de Fran?ois Mauriac, humanismo de tipo Pascal, novelas de Graham Greene, ensayos de Maritain, novias castas llevadas del brazo a una conferencia del primitivo Aranguren y una repugnancia civilizada ante lo m¨¢s grosero de la dictadura. El Se?or tambi¨¦n habita en el fondo de la enfiteusis, aunque se deja ver con mayor claridad a trav¨¦s de las consignas de la Asociaci¨®n Nacional de Propagandistas. O en los severos art¨ªculos doctrinales de Cuadernos para el Di¨¢logo, donde ?scar Alzaga estuvo cobijado durante un tiempo, como un polluelo tomatero, bajo el ala tibia de Ruiz-Gim¨¦nez, amable clueca, antes de que ¨¦ste tuviera veleidades izquierdistas que alarmaron a nuestro ne¨®fito. Parece mentira, pero esta p¨¢lida candidez tambi¨¦n molestaba a Carrero.
-Detengan a ¨¦sos.
-Por favor, almirante. S¨®lo son chicos de comuni¨®n diaria que creen un poco en la libertad bien entendida.
-Entonces que se los lleven al campo.
?scar Alzaga purg¨® sus culpas democr¨¢ticas en Cuevas de Agreda y en Almenar, dos pueblos de la provincia de Soria, entre vacas retintas, temas para c¨¢tedra de Pol¨ªtico, dict¨¢menes de bufete y grajos de barbecho. Despu¨¦s lleg¨® la algarada, el tiroteo al aire que abat¨ªa rojos desde el tejado, la subida de Carrero a la azotea, la famosa apertura, el destape con toalla, Fraga con bomb¨ªn, la flebitis seguida con golf en La Zapateira, las andanzas del marqu¨¦s de Villaverde, el tr¨¢nsito del dictador, la homil¨ªa de Taranc¨®n y as¨ª sucesivamente hasta que Adolfo Su¨¢rez entr¨® en el Congreso, d¨¢ndose tirones de quijada para liberar la yugular del cuello de la camisa. No s¨®lo la suya. ?l ven¨ªa con el recado de limpiar las jaulas. Entonces ?scar Alzaga se encontraba protegido bajo el Aranzadi.
Filigranas jur¨ªdicas
Durante la primera etapa del Parlamento se le ve¨ªa muy modosito, sentado en la segunda bancada de UCD. Era el encargado de bordar filigranas en el texto constitucional. M¨¢s que nada, se dedicaba a taponar el ojo de la aguja por donde un d¨ªa la izquierda pudiera meter el camello, con joroba y todo. Tal vez el esp¨ªritu le soplaba la oreja con las verdades eternas y le hab¨ªa se?alado con una cruz las cotas que deb¨ªa defender a todo trance: la familia, la ense?anza privada y esas cosas que, bajo un cariz sublime, esconden la pasta flora. El cruzado resisti¨® con su arcabuz cargado de intr¨ªngulis, quem¨® un par de legislaturas con distingos de padre Domingo, mientras la libertad iba cayendo por la rodada. Adolfo Su¨¢rez ya hab¨ªa hecho su papel de cuatrero que roba el ganado y lo lleva a abrevar al pie del santuario. S¨®lo era un populista capaz de todo. Pero ahora les tocaba el turno a ellos, a los j¨®venes de cuello blanco, puros y profil¨¢cticos, que ven¨ªan en nombre de un Dios dem¨®crata, aunque celoso guardi¨¢n de sus derechos. Fue una jugada bien est¨²pida. Parec¨ªan suavones, besaban la mano de las se?oras con delicadeza y al sonre¨ªr mostraban un articulado de derechos en las enc¨ªas. Pero se lanzaron desde la ladera del hemiciclo sobre su propio Gobierno como esos predadores que caen contra el reba?o, deg¨¹ellan siete ovejas y se comen s¨®lo una. ?scar Alzaga ven¨ªa al frente y era el que daba los bocados m¨¢s certeros. El sol ilumin¨® muy pronto la victoria en aquella pradera desierta. El espacio que dej¨® UCD pasaron a ocuparlo al instante los socialistas. Y en eso est¨¢n. Finalmente, ?scar Alzaga lo hab¨ªa conseguido. Por su parte, Fraga ya tiene las barbas a remojo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.