Ciencia y sociedad
"Libertad, ?para qu¨¦?", dijo Lenin a Fernando de los R¨ªos, ante una observaci¨®n de ¨¦ste acerca de la esencial importancia que la libertad posee en la realizaci¨®n de la existencia humana. Cualesquiera que sean las diferencias entre la respuesta de Lenin y la m¨ªa a esa punzante interrogaci¨®n, en algo coincido con ¨¦l; porque pienso, en efecto, que la pregunta "?para qu¨¦?" debe ser expl¨ªcita o impl¨ªcitamente formulada frente a cualquiera de las actividades y los proyectos en que nuestra existencia se realiza. As¨ª debe ace,ritecer, pues, frente al quehacer cient¨ªfico. ?Para qu¨¦ la ciencia? ?Qu¨¦ es lo que el hombre de ciencia da a la sociedad y qu¨¦ es lo que la sociedad puede y debe esperar de ¨¦l? A mi juicio, los cinco siguientes bienes:
1. Bienestar, holgura y comodidad en la satisfacci¨®n de las necesidades vitales. Bastar¨¢ mencionar algunas de ellas -nutrici¨®n, actividad sensorial, protecci¨®n ante la inclemencia ambiente, reposo, traslaci¨®n en el espacio, comunicaci¨®n interpersonal, lucha contra la enfermedad- para que acudan a la mente las innumerables t¨¦cnicas con que la ciencia ha hecho m¨¢s amplio o m¨¢s c¨®modo el empe?o de vivir. "En lugar de la filosof¨ªa que se ense?a en las escuelas", escribi¨® Descartes, "se puede encontrar una filosof¨ªa pr¨¢ctica mediante la cual, conociendo la fuerza y las actuaciones del fuego, del agua, de los astros y de todos los restantes cuerpos que nos rodean..., podr¨ªamos hacernos como due?os y poseedores de la naturaleza". Viendo que en s¨®lo 300 a?os ha llegado a triplicarse la pervivencia media del individuo humano y que un sat¨¦lite artificial permite enviar en torno al planeta el sonido de nuestras palabras y fidel¨ªsimas im¨¢genes de nuestro cuerpo, ?no creer¨ªa Descartes en buena parte cumplido su animoso y esperanzado vaticinio?
2. Poder. "Tanto podemos, cuanto sabemos", afirm¨® sir Francis Bacon en el siglo XVIL Desde entonces, mil y mil veces ha sido repetido ese apotegma. Parece, sin embargo, que su indudable verdad no ha llegado a hacerse de veras patente hasta nuestro siglo. A comienzos del pasado, los guerrilleros espa?oles pod¨ªan vencer a fuerza de astucia y coraje a infantes y artilleros disc¨ªpulos de Laplace y Monge. Pero ante el poder¨ªo b¨¦lico que la ciencia actual concede a quien de veras lo posee, ?qu¨¦ guerrillas ser¨ªan capaces de subsistir? He o¨ªdo decir que el gran matem¨¢tico Von Neumann, muerto hace pocos a?os en Washington a consecuencia de un c¨¢ncer inoperable, pas¨® muchas de sus ¨²ltimas horas revelando a un peque?o grupo de t¨¦cnicos de la Marina norteamericana todo un tesoro de saberes hasta entonces in¨¦ditos. Con la tremenda posibilidad envolvente de esas pat¨¦ticas escenas, la de acabar en pocos minutos con la vida de millones de hombres, he ah¨ª una confirmaci¨®n tan actual como rotunda del aserto baconiano.
3. Dignidad. El saber cient¨ªfico ennoblece a quien lo posee, aunque ¨¦ste no haya, contribuido a conquistarlo. Hacia afuera, tal dignidad se manifiesta como prestigio: obs¨¦rvese c¨®mo los ciudadanos de Estados Unidos y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica celebran los logros de sus respectivos pa¨ªses en la exploraci¨®n del espacio c¨®smico. Hacia adentro, y esto es harto m¨¢s personal y valioso, la posesi¨®n de la ciencia acrece y profundiza la conciencia de la propia realidad. Ciertamente, el saber cient¨ªfico no permite al hombre proclamar un quijotesco "Yo s¨¦ qui¨¦n soy", porque la ciencia, en el sentido que de ordinario se atribuye a esta palabra, no entiende de qui¨¦nes; pero s¨ª le ayuda a decir con fundamento "Yo s¨¦ lo que soy": qu¨¦ son su condici¨®n humana y el mundo en que ¨¦l existe, cu¨¢les son sus verdaderas posibilidades, hasta
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d¨®nde llegan sus l¨ªmites reales. Aunque a rega?adientes, porque ellos son m¨¢s hombres de qui¨¦nes que hombres de qu¨¦s, hasta los espa?oles m¨¢s tradicionales van reconociendo esta poderosa virtualidad dignificante de la ciencia.
4. Libertad. Predecir el ocio que la aplicaci¨®n t¨¦cnica de la ciencia va a regalar a los hombres, sometidos hasta hoy, salvo excepciones, a la forzosidad del agobiante trabajo cotidiano, constituye uno de los m¨¢s difundidos t¨®picos de nuestro tiempo. La ciencia libera en amplia medida de la servidumbre al trabajo, abre nuevas posibilidades a la vida, otorga libertad. M¨¢s cuestionable parece ser, mente adentro, la capacidad liberadora del saber cient¨ªfico. Conocer cient¨ªficamente una cosa, ?no es acaso sentirse obligado a pensar que esa cosa es as¨ª y que no puede ser de otro modo? ?No llam¨® Lamartine a las matem¨¢ticas, arquetipo del saber cient¨ªfico, cadenas del pensamiento? Pero no nos dejemos enga?ar por las apariencias. La ciencia ayuda eficazmente al ejercicio real de la libertad; y no s¨®lo porque lo hace m¨¢s l¨²cido, tambi¨¦n porque de alg¨²n modo orienta nuestra acci¨®n en el mundo y sobre el mundo, ordena con eficacia la conversi¨®n de la aspiraci¨®n en proyecto y dirige sin forzosidad la incardinaci¨®n de lo pen¨²ltimo en lo que nos parezca ser ¨²ltimo. Y porque hoy sabe cualquiera, contra la apresurada sentencia de Lamartine, que tambi¨¦n la conquista y la ejecuci¨®n del saber matem¨¢tico se mueven en el elemento de la libertad.
5. Quehablar. Si decimos quehacer, ?por qu¨¦ no decir quehablar? Nos dan quehacer las cosas cuando nos obligan al esfuerzo laborioso; nos dan quehablar cuando sirven de incitante p¨¢bulo a nuestra conversaci¨®n. Sin cosas de que hablar, ?qu¨¦ oc¨¦ano de tedio no ser¨ªa nuestra vida? Pues bien., acontece que la ciencia, a la vez que aminora el quehacer de los hombres, va incrementando su quehablar. La teor¨ªa de la relatividad, la fisi¨®n del ¨¢tomo, la g¨¦nesis y el destino del cosmos, la evoluci¨®n biol¨®gica, la s¨ªntesis de la materia viva y el origen del hombre han sido y son en nuestro siglo, entre tantos otros, frecuentes temas de conversaci¨®n. Si el siglo XVIII tuvo por obra de Algarotti un Newtonianismo per le dame, nuestro siglo tiene las Cartas biol¨®gicas a una dama, de Jacobo von Uezk¨¹ll, para no mentar la creciente y sugestiva marea de los libros de ciencia-ficci¨®n. La ciencia ilusiona, hace volar a las imaginaciones m¨¢s plant¨ªgradas, da quehablar.
Escribi¨® Renan en El porvenir de la ciencia: "S¨®lo la ciencia dar¨¢ a la humanidad eso sin lo cual ¨¦sta no puede vivir: un s¨ªmbolo y una ley". La historia reciente no parece haber confirmado esa sentencia. Cuando los necesita, la humanidad busca sus s¨ªmbolos allende la ciencia o se atiene a los que desde m¨¢s all¨¢ de la ciencia hayan venido a ella; y una ley moral s¨®lo en la ciencia inspirada tal vez se hallar¨ªa m¨¢s cerca del temible summum ius que de la necesaria equidad. Pero si no s¨ªmbolo y ley, la ciencia ha dado y seguir¨¢ dando al hombre holgura vital, poder, dignidad, libertad y materia para el ensue?o y el coloquio. Pienso que no es poco. Y con toda mi alma deseo que as¨ª lo piensen tambi¨¦n, y que obren en consecuencia, todos los hombres que en verdad dirigen la sociedad espa?ola.
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