Se acabaron los chistes
El a?o transcurrido desde el inicio de la era Andropov ha dado lugar a una dr¨¢stica disminuci¨®n en la otrora abundante producci¨®n de chistes y chascarrillos sobre el liderazgo pol¨ªtico de la URSS. Entre las escasas chanzas que los ingeniosos moscovitas han dedicado al secretario general destaca una, m¨¢s bien cari?osa: el nombre dado a una nueva clase de vodka, m¨¢s barata y etiquetada sin apelaci¨®n de marca, que fue r¨¢pidamente bautizada, chuscamente y por lo oficioso, como Andropovskaya. La Andropovskaya no falta ahora en los estantes de unos comercios que est¨¢n algo mejor surtidos que durante la era Breznev, durante la cual el caos en el abastecimiento lleg¨® a niveles diricilmente repetibles.Por lo dem¨¢s, los chistes de la era Andropav son m¨¢s bien reediciones de los que hace a?os se dedicaron a Stalin y se hacen eco -no sin cierta admiraci¨®n- de la fama de dur¨® que tra¨ªa consigo el nuevo l¨ªder sovi¨¦tico.
No tardaron mucho los moscovitas en comprobar lo fundamentado de la fama del nuevo secretario general: ya a principios de 1983, polic¨ªas y miembros de los servicios de orden del partido patrullaban calles, tiendas, cines y las populares banias (ba?os p¨²blicos) en busca de absentistas. Se pretend¨ªa as¨ª poner fin al ¨ªndice de absentismo laboral m¨¢s alto del mundo, y que la propia prensa oficial de la URSS hab¨ªa situado en un 50%. Dispuestos tambi¨¦n a meter en cintura a la juventud, se cerraron las escasas discotecas que ofrec¨ªan en Mosc¨² m¨²sica occidental y se limit¨® la audici¨®n p¨²blica de rock.
El asunto parece que dio resultado, y pronto las calles y tiendas de la capital permanecieron vac¨ªas durante casi toda la ma?ana y parte de la tarde. No obstante, estas dr¨¢sticas formas de control callejero terminaron generando un debate en los peri¨®dicos, en el que se cuestionaba su supuesta ilegalidad. El pasado mes de junio, el Soviet Supremo (parlamento) regulaba la situaci¨®n, aprobando, con la acostumbrada unanimidad, una nueva ley laboral que, a la vez que incrementaba un tanto la participaci¨®n de los trabajadores en la gesti¨®n, introduc¨ªa un sistema de sanciones que pod¨ªan llegar hasta el despido (considerado tab¨² hasta el momento).
El control parece haber resultado rentable: s¨®lo a la mano dura -sin el auxilio de ninguna otra medida, como la mejora en la gesti¨®n o la elevaci¨®n de las inversiones- se deber¨ªa la mayor parte del incremento de la producci¨®n obtenido durante la primera mitad de este a?o, seg¨²n informaba el pasado verano la Prensa de Mosc¨². El 3,3% del alza de la productividad -se afirmaba entonces- hab¨ªa generado el 83% del incremento del volumen global de la producci¨®n, que se elev¨® un 4,1 % durante el primer semestre de este a?o respecto al mismo per¨ªodo del a?o anterior.
Los analistas occidentales son un tanto esc¨¦pticos sobre el mantenimiento de este ritmo de mejora: el a?o 1982 -con el que se comparan los resultados de 1983- fue un a?o excepcionalmente malo. Adem¨¢s, muchos cuestionan hasta qu¨¦ punto es posible mejorar la econom¨ªa sin atajar a fondo los males originados por un bien asentado y ca¨®tico sistema burocr¨¢tico.
Hace pocos d¨ªas, el diario Pravda ofrec¨ªa un ejemplo de c¨®mo un incremento de la producci¨®n puede ser completamente in¨²til y servir s¨®lo para desmoralizar a los que tratan de tomarse en serio la situaci¨®n: el diario moscovita afirmaba que, a pesar de que este a?o se ha obtenido una buena cosecha de grano -tema importante para la econom¨ªa sovi¨¦tica, que gasta buena parte de sus divisas en la compra de cereales-, en alguna zona del pa¨ªs se ha perdido ya la mitad de lo recolectado por falta de previsi¨®n en los transportes o almacenamiento.
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