Universidad de campanario
Me asombra la tendencia centr¨ªpeta y sedentaria de nuestra juventud -tendencia a estudiar en el propio pueblo, hacer la mili en el cuartel del barrio y a casarse en casa-, tan contraria al esp¨ªritu que se le supone, aventurero y migratorio.Ya s¨¦ que hay razones econ¨®micas, pero ¨¦sas deber¨ªan afectar m¨¢s a los padres, y algunas son rebatibles; por ejemplo, es m¨¢s barato becar a un estudiante que fundar en el portal de su inmueble la facultad que necesita. El s¨ªntoma est¨¢tico me asombra y preocupa en el caso de la Universidad puesto que intelectualmente el claustro tampoco quiere moverse -la Universidad se nos hace de campanario-, algo que choca de frente con el objetivo ¨²ltimo de la Universidad: alcanzar la verdad universal, por m¨¢s consciente que se sea de que la verdad es un fen¨®meno transitorio (o sea, din¨¢mico). Persiste el peligro de la titulitis, el de imponer la burocracia sobre la eficacia, algo que quiz¨¢ remedie la puesta, en marcha de una ley de autonom¨ªa universitaria que entienda por universidad aut¨®noma aquella que se gobierna a s¨ª misma y no la que manipule un Gobierno aut¨®nomo. "Central no, lateral tampoco", reza la pintada.
Seg¨²n estad¨ªsticas, el Estado espa?ol es el segundo, despu¨¦s del Estado dan¨¦s, en el porcentaje de la poblaci¨®n inscrita en instituciones de ense?anza superior. Aqu¨ª, como en muchos otros sitios, ha sido creencia general que el acceso masivo a la Universidad crear¨ªa no s¨®lo una poblaci¨®n mejor educada, sino tambi¨¦n una sociedad productiva moderna. El mito proviene de EE UU, a?os sesenta: "un d¨®lar invertido en el crecimiento universitario devuelve dos d¨®lares en crecimiento econ¨®mico"". Los a?os ochenta son los del T¨ªo Sam con la rebaja: no existe correlaci¨®n directa y necesaria entre la simple expansi¨®n de la Universidad, por un lado, y una econom¨ªa expansiva por otro. De hecho, la correlaci¨®n puede Pasa a la p¨¢gina 12
Universidad de campanario
ser negativa si no se especifica la primera de las expansiones. Mientras un n¨²mero desproporcionado de estudiantes se agolpa en las ense?anzas cl¨¢sicas de medicina, derecho, filosof¨ªa, etc¨¦tera, con escasas esperanzas de hacer una contribuci¨®n creativa a la sociedad, el resultado puede ser el. de una disfunci¨®n econ¨®mica y social, lo que Amando de Miguel (?o Stanley G. Payne?) defini¨® como "la Universidad, f¨¢brica de parados".Y es que mientras la ense?anza no se adecue a la realidad del pa¨ªs, los estudiantes acudir¨¢n a ella con el exclusivo af¨¢n de alcanzar una situaci¨®n social que los aleje del trabajo f¨ªsico y, a ser posible, los institucionalice en el, funcionariado de un ministerio o de una caja de ahorros (de conserje, tambi¨¦n a ser posible: responsabilidades fuera), una extra?a promoci¨®n que, como mucho, s¨®lo afectar¨¢ a la clase media establecida. La realidad socioecon¨®mica huye de las macrogeneralizaciones y de las microespecialidades; la Universidad s¨®lo ofrece un ambiguo estadio intermedio. Y es que hoy lo que se necesita son las especialidades no un¨ªvocas, sino las capaces de interrelac¨ªonarse con muchas otras, pr¨®ximas o lejanas; el futuro es pluridisciplinar, cambiante y no sujeto a moldes caducos. La falta de investigaci¨®n planea sobre lo aqu¨ª dicho de forma inexorable. Ser original es cada d¨ªa m¨¢s dificil, todo est¨¢ plagiado. Por eso me permitir¨¦ copiar el ejemplo del historiador Stanley G. Payne (?o de Fusi Aizpurua?): "En el siglo XVI la Universidad espa?ola, originariamente la castellana -su expansi¨®n-, no tuvo precedentes en la Europa moderna: se alcanz¨® un censo total de 15.000 estudiantes universitarios, aproximadamente un 6% de la poblaci¨®n juvenil, la m¨¢s amplia sociedad educada universitariamente de toda Europa, pero la educaci¨®n estaba orientada casi en exclusiva a humanidades sociales, con rechazo sistem¨¢tico a las noveda des t¨¦cnicas, y as¨ª se consolid¨® una sociedad cada vez m¨¢s buro cratizada y menos productiva, preludio del estancamiento y de clive del siglo XVII". El paralelismo con la situaci¨®n que disfrutamos en la actualidad es algo m¨¢s que alarmante.
Uno est¨¢, de siempre, en contra del mimetismo de lo norteamericano por el neocoloniafismo que supone, pero puestos a imitar podr¨ªamos imitar tambi¨¦n a veces sus virtudes, que no son otras m¨¢s que las del sentido com¨²n. En las demandas de empleo yanquis el paso por la Universidad no tiene la exclusiva, con lo cual la titulitis se constri?e a lo real, no a lo burocr¨¢tico. Para un trabajo de silvicultura solicitar¨ªan: "ingeniero de montes o experiencia similar". Dan por sentado que el diploma hace presumir un conocimiento, pero la experiencia es lo ¨²nico que lo garantiza en firme, y a veces no est¨¢ santificada por una p¨®liza. Aqu¨ª el t¨ªtulo todo lo avala, terminaremos pidiendo la licenciatura en poes¨ªa para tener derecho a publicar un soneto, eficaz f¨®rmula para que no existan ni poetas ni ingenieros t¨¦cnicos del verso. La sombra del campanario se alarga hasta nuestro coraz¨®n y los campanarios s¨®lo sirven para que aniden las cig¨¹e?as, animal que asemej¨¢ndose al avestruz, como usted muy bien sabe, cierra los ojos para alejar el peligro.
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