Las razones de un veto
En la tercera reuni¨®n entre Gobierno y sindicatos, para tratar sobre la reconversi¨®n industrial, el ministro de Industria puso las condiciones para, de hecho, vetar de las conversaciones a CC OO. Razones de espacio y suficiente publicidad de los argumentos de CC OO para oponerse al desprop¨®sito de que se le intente imponer qui¨¦n debe y qui¨¦n no debe representarla obligan a no insistir en este aspecto del problema. Lo que interesa analizar es el trasfondo de todo ello.?C¨®mo es posible que un miembro de un Gobierno respaldado por un partido de la izquierda cometa semejante dislate e implique en su decisi¨®n al mism¨ªsimo presidente, con quien confes¨® haberlo consultado?
La opini¨®n p¨²blica viene conociento la actitud arrogante que mantienen determinados miembros del Gobierno, seguramente por aquello de los 10 millones de votos. Yero esa arrogancia, en la que puede entreverse un reflejo defensivo, no puede explicar lo sucedido.
Tampoco puede explicarlo cierta inmadurez en buena parte del equipo gubernamental, que les lleva a reacciones destempladas, ante situaciones que les desbordan. No olvidemos que el motivo pr¨®ximo del veto se liga con la concentraci¨®n que muchos miles de trabajadores de Sagunto protagonizaron el d¨ªa anterior.
Pero que se rebelen contra la pol¨ªtica del Gobierno, incluso much¨ªsimos de los votantes del PSOE, y esto desconcierte y produzca irritaciones, en esta ocasi¨®n contra CC OO, no puede ser, repito, el principal motivo de los hechos. Hay que pensar en otras razones.
Vale la pena comenzar por el contraste entre la concepci¨®n gubernamental de la concertacl¨®n social y lo que los hechos ponen de manifiesto.
Lo primero que salta a la vista es que, para el Gobierno, la concertaci¨®n social no est¨¢ concebida como una b¨²squeda de apoyo de los sindicatos para vencer las resistencias de la derecha econ¨®mica y pol¨ªtica a los cambios estructurales que se necesitan para dar a la crisis una superaci¨®n progresista. Lo que pretende el Gobierno es que los sindicatos paguen su participaci¨®n en la concertaci¨®n, implic¨¢ndose en la pol¨ªtica econ¨®mica que quiere llevar a la pr¨¢ctica. A cambio, les dar¨ªa la posibilidad de hacer retoques sobre aspectos parciales, poco relevantes respecto de su globalidad. El Gobierno quisiera que los sindicatos sirvieran de colch¨®n amortiguador del descontento popular, dado el coste social de dicha pol¨ªtica. Recordemos que se pretende generalizar la contrataci¨®n precaria; privatizar ¨¢reas de la Seguridad Social p¨²blica; colocar en el paro y sin empleos alternativos a alrededor de 200.000 trabajadores, si a los directamente afectados les sumamos los que indirectamente pueden verse comprometidos; propiciar la que podr¨ªa llegar a ser la m¨¢s brusca ca¨ªda del poder adquisitivo real de los salarios de toda la transici¨®n, etc¨¦tera.
Estar en la negociaci¨®n
Lo que tambi¨¦n salta a la vista es que CC OO quiere estar en las mesas de negociaci¨®n, por pura coherencia con su pol¨ªtica. Porque su pol¨ªtica de siempre, y m¨¢s esperanzada ahora con un Gobierno socialista, es buscar superaciones solidarias y progresistas a los problemas del paro y de la crisis, lo que exige esfuerzos mancomunados.
Pero a las mesas negociadoras CC OO lleva su posici¨®n, sus alternativas, igual que hacen los dem¨¢s. Es sobre las posiciones de unos y otros sobre las que cabe hablar de aut¨¦ntica negociaci¨®n.
En la mesa del Ministerio de Industria, CC OO ha puesto sobre el tapete que se hable de medidas concretas de reindustrializaci¨®n, de puestos de trabajo alternativos, y no s¨®lo de reestructuraci¨®n de las empresas y sectores en crisis y alguna generalidad sobre otros temas. En las reuniones anteriores a la del incidente, adem¨¢s de una detallada relaci¨®n de modificaciones al texto del Gobierno, CC OO precis¨® varias l¨ªneas maestras para una pol¨ªtica reindustrializ adora. All¨ª qued¨® patente que los contenidos de lo que defiende CC OO son sensiblemente distintos de los del Gobierno.
La conciliaci¨®n de ambos contenidos exigir¨ªa cambios en la pol¨ªtica gubernamental, cada vez m¨¢s alejada de su propio programa. Como sea que esta inflexi¨®n no quiere hacerse, el papel que cabe a CC OO es seguir planteando sus alternativas dentro de las mesas de negociaci¨®n, a la vez que luchar fuera de ellas para que los intereses de los trabajadores, tal como considera deben ser defendidos, resulten lo menos da?ados posible.
Interlocutor molesto
Y uno de los da?os que como sindicato de clase puede hacer CC OO a los trabajadores es respaldar la pol¨ªtica que el Gobierno sigue. Somos, pues, un interlocutor molesto, pues ni estamos dispuestos a hacer de colch¨®n en la lucha de los trabajadores, ni estamos dispuestos a darles gato por liebre, haci¨¦ndoles creer que negociamos una pol¨ªtica reindustrializadora cuando, en realidad, lo tangible es la amenaza de aumentar considerablemente el n¨²mero de parados en la industria, que, no lo olvidemos, ha perdido ya un mill¨®n de puestos de trabajo desde que comenz¨® la crisis econ¨®mica.
El veto del Ministerio de Industria no se ha hecho a un dirigente sindical, sino a la pol¨ªtica de un sindicato, que defiende tambi¨¦n, c¨®mo no, los derechos de reuni¨®n, expresi¨®n, manifestaci¨®n y huelga, que la Constituci¨®n reconoce a los trabajadores.
El veto puede tambi¨¦n interpretarse como un gesto dirigido a la derecha de este pa¨ªs, indicativo de la firmeza con que el Gobierno est¨¢ dispuesto a tratar a los sectores del movimiento obrero que obstaculicen su pol¨ªtica. En este sentido cobra gran trascendencia que el presidente del Gobierno, en clara alusi¨®n a dirigentes de CC OO, haya llegado a tacharnos recientemente de irresponsables y, utilizando expresiones catastr¨®ficas, haya afirmado que, de haberse seguido los requerimientos de huelga en septiembre y octubre, "la econom¨ªa espa?ola estar¨ªa arruinada". En los proleg¨®menos de la marcha por la Reforma Agraria Integral en Andaluc¨ªa, dijo que all¨ª CC OO traspasaba la Constituci¨®n. A nivel ministerial se lanz¨® un mensaje de calibre similar cuando los trabajadores de Sagunto hiciero una "huelga a la japonesa", poniendo en producci¨®n la l¨ªnea que la empresa deseaba parar.
Guerra fr¨ªa
En este contexto hay que insertar las acusaciones de radicalizaci¨®n del PCE y de manipulaciones sobre CC OO, lo que, en conjunto, alienta cierto clima de guerra fr¨ªa.
El filo de esos mensajes, por el alto nivel de quienes los han lanzado, es realmente peligroso en una sociedad pluralista y democr¨¢tica.
El veto y esta serie de alegatos coinciden con la aparici¨®n en los medios de comunicqci¨®n de unas supuestas fisuras en el seno de CC OO. No puede discartarse que con ese veto se espere una radicalizaci¨®n que desmembre una parte del sindicato. El porvenir de ese prop¨®sito puede darlo el dato de que la firme respuesta de CC OO al Ministerio de Industria la ha respaldado el m¨¢ximo ¨®rgano del sindicato, por 105 votos a favor, uno en contra y seis abstenciones. Y CC 00 tiene demasiada experiencia para caer en la trampa de una radicalizaci¨®n que la separe de las masas obreras.
CC OO sabe que preocupa el que est¨¦ ganando important¨ªsimas elecciones en grandes empresas; que su capacidad de convocatoria est¨¦ en alza; que en todas las regiones se detecte un aumento de la afiliaci¨®n. Lo que el Gobierno deb¨ªa reflexionar es por qu¨¦ est¨¢ pasando. Algo se mueve entre la clase obrera, que refleja un creciente ma lestar y rechazo de la pol¨ªtica econ¨®mica y social que se practica.
El Gobierno tiene que saber que CC OO y la mayor¨ªa de los trabajadores tenemos muy claro d¨®nde est¨¢ el adversario de clase, que no es precisamente el PSOE. Lo que no se puede hacer es contrarrestar a ese adversario asumiendo su pol¨ªtica econ¨®mica. Porque ese adversario jam¨¢s conflar¨¢ en el PSOE, por muchos gui?os que le haga el Gobierno. y por mucho que asuma su pol¨ªtica. Lo que podr¨ªa pasar es que, si al final esta pol¨ªtica se abre camino, no s¨®lo empeorar¨¢n las condiciones de los trabajadores, sino que quedar¨¢ debilitado el movimiento obrero, lo que facilitar¨ªa una m¨¢s r¨¢pida instalaci¨®n de la derecha en el poder y una consolidaci¨®n mayor del capitalismo.
Discutamos los problemas que afectan a los trabajadores. Cada uno desde su papel y con sus responsabilidades. Tratemos de ponernos de acuerdo en lo que sea posible.
Pero no repitamos el lamentable espect¨¢culo de un absurdo veto, y no rocemos la soberan¨ªa de cada uno ni pretendamos que se humille. Los ¨²nicos beneficiarios de todo esto est¨¢n a la derecha del PSOE, y los perjudicados pueden ser los trabajadores.
Y, sobre todo, no lancemos mensajes subliminales de anticomunismo, porque, si prenden, tarde o temprano podr¨ªamos, unos y otros, lamentarnos de ello.
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