Las pensiones, en el aire
El fuerte incremento en el vol¨²men de las pensiones que debe pagar la Seguridad Social y su deficiente gesti¨®n, ponen en peligro su continuidad ¨ªntegra en el futuro
Quiz¨¢ la primera diferencia entre las distintas situaciones que traviesan los sistemas de pensiones de los pa¨ªses occidentales y el de Espa?a parte de que en la mayor¨ªa de los pa¨ªses industrializados no se han llegado a plantear unas situaciones tan graves como las que se dan actualmente en nuestro pa¨ªs, ya que los sistemas complementarios a la propia Seguridad Social gozan de una amplia implantaci¨®n a nivel internacional. El hecho de que el Estado-providencia s¨®lo era producto del voluntarismo de algunos sistemas de Gobierno estaba aparentemente claro en las sociedades desarrolladas. En Espa?a, con un dise?o de la Seguridad Social heredado del r¨¦gimen anterior, cuya situaci¨®n se ha ido agravando como consecuencia del envejecimiento de la poblaci¨®n laboral y de los efectos de la crisis econ¨®mica, con sus secuelas de jubilaciones anticipadas e incapacidades laborales, la quiebra t¨¦cnica es un riesgo que en c¨ªrculos especializados se da por inminente. Pero tampoco los Gobiernos democr¨¢ticos fueron capaces de atajar el proceso.Mientras, los 12 millones de trabajadores y los cinco millones de pensionistas ven amenazado su futuro. Ellos no tuvieron la culpa. Pagaron lo que se les exigi¨®, posiblemente bastante m¨¢s que en otros pa¨ªses, y ahora se enfrentan a una situaci¨®n dif¨ªcilmente reversible, donde la ¨²nica soluci¨®n aparente es incrementar su esfuerzo para conseguir dotar lo que se anuncia como una de las pocas soluciones posibles: los fondos de pensiones.
Cuando el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Joaqu¨ªn Almunia, reconoc¨ªa el pasado martes que "en Espa?a existe actualmente un receptor de haberes pasivos por cada 2,3 activos, mientras que en el resto de Europa la proporci¨®n se establece en un pasivo por cada cinco activos", no hac¨ªa sino reconocer una situaci¨®n que de antiguo se conoc¨ªa, y que en definitiva terminar¨ªa por determinar la impotencia del actual sistema de la Seguridad Social para mantener las pensiones en sus niveles actuales.
El 'reparto' de la Seguridad Social
El paulatino envejecimiento de la poblaci¨®n, las dificultades para acceder al primer empleo que encuentran los j¨®venes, el proceso acelerado de jubilaciones anticipadas y el sorprendente incremento de las incapacidades laborales constituyen el marco del problema, que se ve agudizado por el sistema de reparto con el que ha venido siendo gestionada la Seguridad Social espa?ola.
De la situaci¨®n existente da idea el hecho de que la recaudaci¨®n de cuotas se ha incrementado en los ¨²ltimos tiempos en un 163,8%, seg¨²n datos oficiales, mientras que los gastos de pensiones lo han hecho en un 324%, y por invalidez, en un 459,7%. Del veloz incremento que est¨¢n experimentando las clases pasivas en nuestro pa¨ªs da idea el hecho de que la masa de pensiones durante 1984 registrar¨¢ un incremento del 17,3% en relaci¨®n al presente a?o, y de ¨¦l s¨®lo la mitad corresponder¨¢ a revalorizaciones de los cinco millones de pensiones existentes. La otra mitad correponde a nuevas pensiones. Todo ello unido al hecho de que el Estado aporta, en este concepto, 17 veces m¨¢s que en 1977.
Los costes de la Seguridad Social en nuestro pa¨ªs son proporcionalmente de los m¨¢s altos de Europa, en en su mayor parte recaen sobre las econom¨ªas privadas, tanto de los trabajadores como de las propias empresas, a pesar del incremento en la financiaci¨®n aportada que ha realizado el Estado en los ¨²ltimos a?os. En 1982 los ingresos a la Seguridad Social procedentes de las cuotas de empresas y trabajadores representaron el 83,2% de los ingresos totales, representando la aportaci¨®n del Estado un 15,4%. Esta situaci¨®n tiende a corregirse discretamente y en los proyectos del actual Gobierno est¨¢ incrementar la participaci¨®n p¨²blica hasta alcanzar el 20%.
Espa?a es adem¨¢s uno de los pa¨ªses que cubren un porcentaje m¨¢s alto de los salarios reales a la hora de la jubilaci¨®n por v¨ªa de las pensiones. Mientras que en los pa¨ªses industrializados los haberes que percibe un jubilado con cargo a la Seguridad Social oscilan entre el 68% y el 22% de sus percepciones en el momento de pasar a engrosar las clases pasivas, diversos estudios sit¨²an este porcentaje en nuestro pa¨ªs en torno al 94% para los que percib¨ªan ingresos inferiores a 1,5 millones de pesetas al a?o.
El recorte en las pensiones m¨¢s elevadas que ha introducido el Gobierno al establecer un tope m¨¢ximo para estas percepciones de 187.000 pesetas mensuales, aparte de lo pol¨¦mico de la medida en s¨ª, no viene a representar una soluci¨®n definitiva ante el futuro.
Prestaciones m¨ªnimas del Estado
En la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados la soluci¨®n a situaciones similares se ha dado en base a garantizar unas prestaciones m¨ªnimas por parte del Estado, corriendo el resto de las pensiones a cargo de entidades de previsi¨®n social. Algo parecido se pretendi¨® establecer en nuestro pa¨ªs a trav¨¦s del mutualismo laboral y los montep¨ªos. El balance de este tipo de entidades no puede ser hoy, y en t¨¦rminos generales, m¨¢s negativo. No es un secreto que una buena parte del mutualismo laboral se encuentra en situaciones pr¨®ximas a la indigencia y su capacidad de allegar recursos se ve d¨ªa a d¨ªa mermada. Por eso hace ya dos a?os, y dentro del proyecto regulador de las sociedades de inversi¨®n colectiva, la Administraci¨®n pretendi¨® crear los fondos de pensiones, recogiendo la experiencia internacional. No obstante, aquel proyecto no lleg¨® a superar la primera fase de tr¨¢mite parlamentario. El actual Gobierno se ha comprometido a tener preparados dos proyectos de ley, uno para fondos de pensiones y otro para sociedades de inversi¨®n colectiva, antes de que finalice el primer semestre, del pr¨®ximo a?o.
El objeto que presumiblemente se perseguir¨¢ con la futura ley ser¨¢ la creaci¨®n de unos instrumentos que resulten complementarios a la propia Seguridad Social, cubriendo aquellas exigencias sociales que ¨¦sta no pueda atender. Si se estableciesen tres estadios de prestaciones sociales, uno b¨¢sico, el segundo profesional y un tercero, que podr¨ªa llamarse luibre, el objetivo ser¨ªa que las instancias p¨²blicas cubriesen completamente el pri-
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mero, estableciendo f¨®rmulas de complementariedad en el segundo y dejando el tercer tramo a la libre voluntad de los ciudadanos.El primer estadio comprender¨ªa elementos b¨¢sicos tales como la asistencia sanitaria, las prestaciones b¨¢sicas por jubilaci¨®n, viudedad, orfandad y desempleo. En el segundo tramo se encontrar¨ªan las coberturas complementarias, y siempre con un tope m¨¢ximo, a la jubilaci¨®n, orfandad, viudedad e incluso a las incapacidades laborales. En el ¨²ltimo segmento, ya totalmente desasistido del apoyo p¨²blico, se integrar¨ªan cualesquiera otras prestaciones complementarias que se pudiesen pactar.
?ste es el esquema que se baraja en medios financieros y actuariales como el dise?o m¨¢s probable en el que se apoyar¨¢ el proyecto gubernamental. Los fondos de pensiones pueden, por tanto, constituirse en una realidad en nuestro pa¨ªs, en no mucho tiempo, de la mano de la necesidad.
Dos dise?os b¨¢sicos
Un fondo de pensiones b¨¢sicamente consiste en una masa patrimonial, sin personalidad jur¨ªdica propia, constituida por las aportaciones de sus miembros, que en ¨²ltima instancia ser¨¢n sus beneficiarios. Al igual que en cualquier sistema de pensiones existen dos dise?os b¨¢sicos en estos fondos, los que se apoyan en el reparto y los que act¨²an en base a la capitalizaci¨®n de sus recursos. Los primeros corresponden a un sistema similar al que actualmente mantiene la Seguridad Social espa?ola o la francesa. Tanto se recauda, tanto se reparte, destin¨¢ndose un peque?o porcentaje a la cobertura de gastos. Es un sistema que en definitiva implica un fuerte grado de solidaridad intergeneracional. Es decir, que las generaciones j¨®venes y en edad de trabajar deben sostener a sus mayores.
El sistema de capitalizaci¨®n se basa en la acumulaci¨®n de un patrimonio a partir de las cuotas peri¨®dicas, cuya administraci¨®n genera unos rendimientos que son acumulados a ese patrimonio. El resultado final ser¨¢ una masa patrimonial mayor, que permitir¨¢ la satisfaci¨®n de las pensiones en base a lo aportado durante la vida laboral.
En cualquier caso, un factor parece determinante: la transparencia' en la gesti¨®n y el libre acceso de los aportantes a cuanta informaci¨®n deseen solicitar. La confianza es un elemento decisivo, m¨¢xime cuando ha sido el Estado el primero en no poder hacer frente a sus compromisos.
El concepto de sacrificio adicional que representar¨¢ para los trabajadores tener que constituir instrumentos de este tipo para garantizarse unas prestaciones complementarias es argumentado por los grupos interesados en su desarrollo para obtener la comprensi¨®n necesaria por parte de la Hacienda p¨²blica. Tambi¨¦n en estos medios se insiste en la conveniencia de fijar unos topes en la percepci¨®n de las pensiones finales para evitar los abusos.
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