Un vaso de buen vino medieval
Gonzalo de Berceo era un cl¨¦rigo dulce, liberal, alegre, vivo; como lo eran o pod¨ªan serlo los eclesi¨¢sticos antes de la Reconquista, antes de la Reforma, antes de que se convirtieran en militantes ¨¢speros, inquisidores, feroces. Sus Milagros de Nuestra Se?ora son un monumento de la poes¨ªa espa?ola primitiva.Juan Pedro de Aguilar y Fernando de Rojas, que escenifican cuatro de ellos, creen que, "por su fuerza dram¨¢tica", pueden considerarse como "un claro antecedente del teatro en Espa?a". No tan claro. Seguro que no es as¨ª. El teatro lo han puesto ellos dos y sus compa?eros, y lo han puesto muy bien; y el m¨¦rito es suyo. De una joya han hecho otra.
Dan, creo que ¨ªntegros -salvo mis fallos de memoria-, cuatro de los milagros: el del cl¨¦rigo ignorante, que s¨®lo se sab¨ªa la misa de la Virgen Santa Mar¨ªa, con enfado de su obispo; el de la abadesa pre?ada y ayudada por la Virgen en su parto y el disimulo; el del cl¨¦rigo asesinado al que brota una flor de la boca, y el bello suceso del peregrino a Santiago de Compostela, cuyo pecado de carne castiga el diablo y venga Santiago y restaura, hasta donde. se atreve, la propia Virgen.
Los milagros de Nuestra Se?ora, de Gonzalo de Berceo
Int¨¦rpretes: Mar¨ªa Graciani, Pepe Palao, Jes¨²s P¨¦rez Gil, Juan Pedro de Aguilar, Bego?a Olavida, Carlos Paniagua. Vestuario de C¨¢ndida Tena. Decorado de Wilio Galiacho. M¨²sica de Miguel Groba. Mu?ecos de Alberto Urdiales. Drarnaturgia y direcci¨®n de Juan Pedro de Aguilar. Estreno: capilla del Obispo, plaza de la Paja. Madrid, 18 de noviembre de 1983.
Este grupo, llamado del Teatro del Pr¨ªncipe, trabaja los textos con la est¨¦tica del miniaturista medieval, sobre un retablillo que parece tomado de una capitular de c¨®dice y permite todo el juego esc¨¦nico y unos trajes simples y bellos. A?ade algunos mu?ecos moviles, tocados con delicadeza, con la misma ingenuidad que han tratado al texto.
Sobre todo ello, o entre todo ello, hay una abundancia de m¨²sicas -gregoriano, cantigas, trovas...- muy bien tratadas por Miguel Groba: sin ce?irse a la fidelidad -puede, en uso de su libertad, introducir la polifon¨ªa en lo que fue canto llano- trae a nuestros o¨ªdos acostumbrados a otras cosas el recuerdo de lo que pudo haber sonado. Y lo cantan muy bien los actores-cantantes -Mar¨ªa Graciani, Pepe Palao, Jes¨²s P¨¦rez Gil, Juan Pedro de Aguilar- y lo tocan tambi¨¦n muy bien, con instrumentos antiguos -reproducidos- los actores-m¨²sicos Bego?a Olavide y Carlos Paniagua. Y dicen bien el texto, quiz¨¢ marcando excesivamente la censura.
Resonancia de un serm¨®n
La delicadeza, la sutileza de la dramaturgia y direcci¨®n de Juan Pedro de Aguilar consiste, en primer lugar, en servir el texto, en ilustrarlo y convertirlo, intacto, en teatro; en segundo lugar, en una maestr¨ªa para que los efectos propios, inventados, no lo ahoguen, no se exageren. Los gestos, los movimientos, la acci¨®n, la acrobacia, tienen la contenci¨®n precisa. Todo ello pasa en la capilla del Obispo, tan bella por s¨ª misma, tan dif¨ªcil al mismo tiempo para la voz: su resonancia lo convierte todo en serm¨®n.La gracia de estos comediantes del Teatro del Principe consigue que el serm¨®n del viejo y querido cl¨¦rigo tenga la iron¨ªa, la libertad, la dulzura de vivir que se merece, como merecen ellos el vaso de bon vino.
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