Gimferrer
P¨¦re Gimferrer me env¨ªa y dedica Fortuny, "una nova y brillantissima dimensi¨® est¨¦tica de la noveI-la en llengua catalana". El libro ha sido Premi de Novel-la Ramon Llul-83". Si el premio nacional de novela, otorgado por el Ministerio ese, no quisiera quedarse en las poquedades escarpadas del castellano, tendr¨ªa que ser, este a?o, para el catal¨¢n Gimferrer. Y no por halago f¨¢cil al loapismo, sino porque Gimferrer, que cambi¨® de signo, como un Rub¨¦n Dar¨ªo, la poes¨ªa peninsular en el 66 -tras ¨¦l no ha venido nadie-, ahora cambia de signo la novela y, tras tanta novela de la vida -socialrrealismo, costumbrismo- que nos aburren, concibe y concede, al fin, la novela de la cultura, digamos, o sea Fortuny, una novela donde los personajes se llaman Fortuny, Madrazo, Henry James, Sargent Aspern, Browning, Parsifal, Liszt, C¨®silina Wagner, D'Annunzio, Eleonora Duse, princesa de Hohenlohe, Goya, Orson Welles, etc¨¦tera. Es lo que uno ven¨ªa buscando desde hace mucho tiempo, y he aqu¨ª que Gimferrer ha encontrado la f¨®rmula. ?Y c¨®mo se hace vivir a todos estos personajes, c¨®mo se logra la novela de la cultura? (No confundir con la novela/ensayo de Huxley, Mann y otros palizas). Mediante el lenguaje, naturalmente. El lenguaje de Gimferrer, lenguaje de poeta, es tan noble y rico que se trasvasa del catal¨¢n al castellano, y a la inversa, sin p¨¦rdida ni entrop¨ªa. La literatura s¨®lo vive por el lenguaje -sintaxis, met¨¢fora-, y quien carece de esta capacidad o dimensi¨®n est¨¦tica nunca har¨¢ sino catastralismo o algo as¨ª.S¨®lo el poder de la palabra pone en pie el pasado, esto es obvio, y no el dato, y de ah¨ª que Gimferrer haya subordinado, el dato a la palabra (palabra de poeta) en esta novela de la cultura (Planeta). Nos recuerda un poco la cultura novelada de d'Ors -algo muy mediterr¨¢neo, pues-, s¨®lo que d'Ors, esteta y s¨®lo esteta, se sent¨ªa/cre¨ªa en la obligaci¨®n de obtener consecuencias ¨¦ticas de tanta riqueza como acumulaba, mientras que Gimferrer, nacido en el 45, de melena lacia y gafas desmesuradas, sabe que a la belleza hay que dejarla en belleza, sin llamarla siquiera est¨¦tica, para que no pierda. Cuando public¨® Arde el mar (libro con el cual ha cambiado el lirismo peninsular para siempre, como un Rub¨¦n de esa contra/Am¨¦rica que es Catalunya), yo estaba en la cama, enfermo durante un a?o, y hab¨ªa abandonado la cr¨ªtica de poes¨ªa (lo que m¨¢s me gusta del mundo). A?os m¨¢s tarde, en la redacci¨®n de Destino, en Barcelona, Gimferrer me dijo:
-Pero t¨² no le hiciste cr¨ªtica a Arde el mar.
(Por entonces, ay, felices sesenta, la cr¨ªtica po¨¦tica de uno parece que contaba algo en Espa?a). Esta memoria minuciosa demuestra que los poetas son, como Cocteau dijera de Proust, "una inmensa miniatura". Libro dedicado, libro consagrado, poema en prosa, el Fortuny, que nos refuerza en nuestra idea de la novela l¨ªrica, ahora mismo, contra toda escritura geod¨¦sica o de car¨¢cter informativo (la novela l¨ªrico/hist¨®rica, m¨¢s bien, desinforma de los temas que trata, y esto se encuentra en D'Annunzio y Valle). Si la poes¨ªa peninsular cambi¨® de signo, mediados los sesenta, gracias a un catal¨¢n, Gimferrer, agotado el socialrrealismo, la novela vuelve a cambiar y encuentra su f¨®rmula gracias al mismo catal¨¢n (este hombre se va haciendo monumental) con su Fortuny. Libro que responde a las "huidas de la Historia", como las e ama o, que son comunes a todas las mocedades del fin de siglo. Descubren la cultura (pasatismo) como el para¨ªso perdido en que estar a gusto. El pasado es un presente a salvo. Catalunya, hoy, manifiesta su entidad -como pasa siempre-, antes que por- los pol¨ªticos, por los poetas. Antes que por Pujol, por Gimferrer.
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