Las enfermedades del PCE
El Partido Comunista de Espa?a se aproxima a la celebraci¨®n de su XI congreso en medio de una fuerte y sonora divisi¨®n de sus dirigentes, cuadros y militancia. Ignorar esta divisi¨®n es como meter la cabeza bajo el ala, al igual que dicen acostumbra a hacer el avestruz.Aunque personalmente creo que todav¨ªa no fuimos capaces de realizar una autocr¨ªtica rigurosa sobre nuestra pasada derrota pol¨ªtica, est¨¢ claro que algo hemoa avanzado en ello. Sin embargo, a pesar de un cierto resurgimiento pol¨ªtico, como supuso el resultado de las municipales y una mayor participaci¨®n en los movimientos sociales, el partido sigue empantanado. Seguimos empantanados y con el riesgo cierto de ir cada vez m¨¢s hacia la extinci¨®n si no se produce un giro radical en el enfoque y soluci¨®n de los problemas partidarios.
Prueba de que el instrumento pol¨ªtico que es el partido no vale, como est¨¢ en la.actualidad es que desde su propia direcci¨®n emanan mensajes heterog¨¦neos y hasta contradictorios, como es este ejemplo de los documentos del congreso, de un lado, y de otro, la resoluci¨®n del comit¨¦ ejecutivo titulada Hace falta otra pol¨ªtica. As¨ª es como encuentras a miembros del partido que manifiestan estar de acuerdo con uno y en desacuerdo con el otro, y a la inversa.
Creo que no hace falta dar nombres para saber de esa profunda divisi¨®n principal. Pero, adem¨¢s, resulta que existe una divisi¨®n principal, aunque no en exclusiva a cada una de las partes se les adhieren toda una serie de pensamientos, amistades, sentimientos, deseos y fidelidades que terminan siendo irreconocibles hasta para el militante m¨¢s avezado. Los hay, para entendemos, gerardistas, carrillistas; renovadores de primero, segundo o tercer grado; prosovi¨¦ticos de ¨ªdem; unos, con un pie en el partido y el otro en el PSOE; otros, con un zapato a la italiana y su coraz¨®n en Mosc¨²; casi todos, d¨¢ndonos golpes de pecho euroco munistas, pero todavia con demasiados tics dogm¨¢ticos.
Luchamos por una sociedad sin explotadores, en paz, desalienada, totalmente libre, por un hombre nuevo, pero nuestra actual lucha cainita es capaz de espantar hasta al m¨¢s templado; nuestro ejemplo es deprimente. Nuestra terquedad es digna de mejor causa, digo, de soluciones m¨¢s racionales y civilizadas. Por no hablar del ciento por ciento, podemos coincidir en,reconocer que mucho m¨¢s del 90% de cuantos estamos en la ¨®rbita del PCE, vinimos y estamos en ¨¦l con honestidad revolucionaria (sin olvidar a otros muchos que se fueron), pero, eso s¨ª, tambi¨¦n con una tremenda carga de imperfecciones, contaminados de ego¨ªsmos personales, inhibiciones o traumas como cualquier hijo de vecino. Recordemos que, la lucha de clases no lo explica. todo.
Tergiversaci¨®n del marxismo
Yo no encuentro otra explicaci¨®n a nuestra pedanter¨ªa o altaner¨ªa prof¨¦tica m¨¢s que la tergiversaci¨®n del marxismo, el que confundimos la ciencia y la metodolog¨ªa marxista (aunque lo neguemos) con una verdad revelada. Es as¨ª como en el caso concreto del funcionamiento partidario nos anclamos en el dogina intocable del centralismo democr¨¢tico. Llegamos, generosamente, a reconocer una mayor o menor acentuaci¨®n del centralismo o de la democracia, seg¨²n sea la dureza del momento, pero hoy en la cultura comunista se acepta como verdad ¨²nica e inamovible que el centralismo democr¨¢tico es condici¨®n imprescindible en las se?as de identidad de un partido marxista, revolucionario.
Hasta hace muy poco tiempo, durante a?os y a?os, yo he defendido a machamartillo la idea y la pr¨¢ctica del centralismo democr¨¢tico; me parec¨ªa lo m¨¢s revolucionario, incluso superior en calidad democr¨¢tica a cualquier otro m¨¦todo. Sin embargo, los pu?eteros hechos ocurridos en el PCE se empecinan en se?alarnos otro camino.
El PCE es her¨¦tico, anormal, revisi¨®nista, etc¨¦tera, si lo comparamos con la prevalencia de ideas y pr¨¢cticas en el denominado movimiento comunista internacional. Pocos partidos comunistas han tratado como el PCE de indagar fuera de lo trillado, de buscar soluciones originales. Al cuerpo central de ideas que perge?an la estrategia del socialismo en libertad le han llovido los ep¨ªtetos de todos los calibres procedentes de la ortodoxia comunista. ?Para qu¨¦ ser tan democr¨¢ticos, si por muchos esfuerzos que hagamos siempre nos negar¨¢n tal condici¨®n? Esa es la reflexi¨®n defensiva de muchos buenos comunistas, olvidando, en el agobio de las presiones, que hoy ser revolucionario en Europa requiere la democracia como condici¨®n imprescindible.
"Porque nacimos, a golpes, porque apenas s¨ª nos dejan decir que somos quien somos..." es l¨®gico que en ocasiones seamos inconsecuentes. Recordemos algunas de las herej¨ªas del PCE.
Frente a la impaciencia y el izquierdismo, el PCE se bati¨® para que, defendiendo la legalidad republicana, fuese posible la revoluci¨®n. Fue capaz de elaborar la pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional aun en la m¨¢s negra y espesa noche del franquismo. El PCE fue capaz de comprender, bastante m¨¢s que otros partidos, el significado del Mayo franc¨¦s. El PCE elabor¨® las ideas matrices del socialismo en libertad, rompi¨® con el falso monolitismo del movimiento comunista internacional, neg¨® la vigencia del partido gu¨ªa, denunci¨® la confusi¨®n y amalgama partido-Estado, habl¨® con rotundidad y convencimiento del pluripartidismo en la construcci¨®n del socialismo, aclar¨® que la libertad y la democracia ha de ser consustancial con el socialismo...
A lo peor resulta que no nos creemos estas cosas, estas herej¨ªas, y de ello se desprender¨ªan nuestros errores t¨¢cticos, de coyuntura. Pero yo s¨ª me lo he cre¨ªdo, y pienso que tambi¨¦n se lo ha cre¨ªdo la mayor¨ªa de los comunistas espa?oles. Necesitamos que el instrumento pol¨ªtico para llevar a cabo tal empesa, el partido, se adecue a la complejidad de la sociedad que queremos hacer avanzar hacia el socialismo en libertad. Hoy por hoy, seamos objetivos, la organizaci¨®n partidaria no responde a tal adecuaci¨®n.
Tendencias y fracciones
?C¨®mo es posible que neguemos la evidencia? En la actualidad existen no solamente corrientes de opini¨®n y tendencias; hay aut¨¦nticas fracciones organizadas, aunque no coticen ni se declaren como tal. Lo evide?te es que se act¨²a como fracci¨®n mientras que, hip¨®critamente, se las niega y condena. Parece como si cada una de las partes hubiese echado sus cuentas y confiase en ganar el congreso. Todos cantan a la unidad del partido mientras que, incluso los m¨¢s generosos y unitarios, se preparan para ganar, necesariamente, haciendo exclusiones. As¨ª se pone de moda la fra se de que "una vez.solventado el congreso, aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria". ?Por qu¨¦ somos tan ilusos? Con semejantes actitudes estamos fo mentando malas artes revolucionarias, incluido el odio entre los propios miembros del partido, se abren grietas insalvables mientras unos y otros proclaman la unidad en torno al centralismo democr¨¢tico. O sea, dici¨¦ndolo muy claro: en el mejor de los casos una mayor¨ªa peque?a se impondr¨¢ a una minor¨ªa grande. En todo caso, si seviese que la minor¨ªa quedaba demasiado desguarnecida de representaci¨®n en los ¨®rganos de direcci¨®n, pues eso, ben¨¦volamente se les dar¨¢ unos cuantos puestos m¨¢s. Y todo ello habr¨¢ que hacerlo en la oscuridad de los cabildeos, a es paldas de los propios delegados al congreso, ocult¨¢ndoselo a todo el partido. ?Por qu¨¦ no resolver el problema con claridad? ?Qu¨¦ cla se de virginidad revolucionaria po demos perder? Yo creo que no existe otra soluci¨®n posible, tal y como est¨¢n las cosas, que afrontarlas de cara en la b¨²squeda de la mayor clarificaci¨®n. Hay quienes hablan de autorizar las corrientes de opini¨®n durante el per¨ªodo precongresual, pero eso ya no es suficiente. Es preciso y urgente habilitar un m¨¦todo estatutario capaz, en claridad y transparencia, de resituar al conjunto de los militantes y adhe rentes alrededor del grupo de ideas que le sea m¨¢s af¨ªn. Solamente as¨ª podremos saber el peso de cada idea, el arrastre de militantes de cada jefe de filas. Es as¨ª como podr¨ªamos a continuaci¨®n concertarnos todos, sabiendo y cali brando las diferencias, valorando las coincidencias, buscando soluciones pol¨ªticas a la imprescindible unidad de acci¨®n en torno a un progrma com¨²n, revolucionario, de lucha por la paz, por el socialis mo en libertad.
Me niego a creer que este pacto entre revolucionarios no sea posible, aunque soy consciente, de que nuestras tradibiones lo har¨ªan bastante dif¨ªcil. En todo caso, recordemos con Machado. qu e es preferible conservar la salud y no la sarna.
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