Feminismo, pacifismo y ecologismo
A medida que las mujeres de Europa occidental, Estados Unidos y otros pa¨ªses han ido descubriendo su propia opresi¨®n tambi¨¦n han aprendido a organizarse y a denunciar la opresi¨®n de los otros. La conciencia de estas valerosas mujeres que anuncian un nuevo mundo comienza a despertar. Los temas pol¨ªticos se hacen personales y los temas personales se hacen pol¨ªticos.He estado con muchas mujeres en Sydney, en Hiroshima y en 50 ciudades y pueblos alemanes durante mi campa?a como candidata del Partido Ecol¨®gico Verde-Die Gr¨¹nen, y aunque s¨®lo falten 10 minutos para el Juicio Universal, tengo esperanzas en el mundo, porque las mujeres se est¨¢n levantando y est¨¢n infundiendo a los movimientos antinucleares, pacifistas y alternativos una vitalidad y una creatividad desconocidas hasta el momento. Se ponen en pie en las salas de los tribunales para explicar las diferencias entre la radiaci¨®n natural y la artificial; participan en las demostraciones y en las ocupaciones no violentas de las centrales nucleares porque son las genuinas defensoras de los ni?os que vendr¨¢n; ellas, como la doctora Helen Coldicott, una pediatra australiana, creen firmemente que cada uno de nosotros debe aceptar la total responsabilidad de la supervivencia de la Tierra. Lo que hasta ahora hemos descubierto -la destrucci¨®n mutua asegurada (MAD), producto de la carrera de armamentos, y el hecho de que la incidencia de las enfermedades cong¨¦nitas y de los tumores malignos aumentar¨¢ en raz¨®n proporcional a la contaminaci¨®n radiactiva del planeta- muestra claramente que las tecnolog¨ªas comerciales y militares imponen riesgos inaceptables para la salud y la vida. Para derrotar esa tecnolog¨ªa debemos comenzar por modificar los sucesos mundiales. ?De qu¨¦ nos sirve asegurarnos de que nuestros hijos est¨¢n vacunados, reciben una buena. educaci¨®n, tienen un buen empleo, si d¨ªa a d¨ªa est¨¢n amenazados por las armas nucleares que hay en el mundo, con un poder capaz de matarnos a todos 24 veces?
Volver a la matriz
El gasto de la carrera de armamentos es de 1.000 millones de d¨®lares diarios. El dinero para comprar tanques y destructores no se consigue con colectas de beneficencia o loter¨ªas, sino que hay miles y miles de ni?os condenados al analfabetismo, la enfermedad, el hambre y la muerte por una masiva desviaci¨®n de los recursos naturales y humanos a la carrera de armamentos. Con el precio de un tanque se podr¨ªan equipar 520 aulas, y el precio de un destructor permitir¨ªa la electrificaci¨®n de 13 ciudades y 19 zonas rurales. Las mujeres que se han opuesto a la ampliaci¨®n de la base militar de Larzac, las que no compran armas de juguete en Navidad, las que se solidarizan con sus hijos que se niegan a ir a la guerra y las que se resisten al movimiento de reclutamiento femenino -como en el caso de Alemania Occidental- saben que la actual acumulaci¨®n de armamento constituye una amenaza en lugar de una protecci¨®n. S¨®lo hasta fines de 1978 ha habido 900 explosiones nucleares en la superficie de la Tierra, y se estima que el n¨²mero de soldados que hay actualmente es el doble que el de maestros, m¨¦dicos y enfermeras. La mujer debe encabezar los esfuerzos de la educaci¨®n para la paz, porque s¨®lo ella, creo, puede volver a su matriz, al punto de partida, a sus ra¨ªces, a sus ritmos naturales, su b¨²squeda interna de armon¨ªa y paz, mientras los hombres -o por lo menos la mayor¨ªa de ellos-, est¨¢n constantemente atados a sus luchas por el poder y la explotaci¨®n de la naturaleza.
El desarrollo de las mujeres, su libertad, su independencia, deben llegar de y a trav¨¦s de ellas, primero afirm¨¢ndose como personas, como seres humanos, y no como objetos sexuales. Segundo, negando el derecho de los dem¨¢s a decidir sobre su cuerpo, neg¨¢ndose a dar a luz hijos no deseados, neg¨¢ndose a ser sirvientas del Estado, de la sociedad, de sus maridos y de su familia; haciendo su vida m¨¢s profunda y rica.
Deben aprender el significado y la sustancia de la vida, con todos sus aspectos m¨¢s complejos; deben perder el miedo a la opini¨®n de los dem¨¢s y a la cr¨ªtica p¨²blica.
Sin la emancipaci¨®n de las mujeres y sin la emancipaci¨®n de los hombres no podemos construir una rep¨²blica verde, no violenta, ecol¨®gica y no militarista.
En plena era at¨®mica, a menudo se nos dice que los expertos y las grandes firmas a cargo de la nuclearizaci¨®n y la militarizaci¨®n no saben c¨®mo manejar los problemas que ahora nos amenazan con el desastre nuclear. Se nos dice que "no est¨¢ todo bajo control", que debe investigarse m¨¢s, y escribir y hacer nuevos informes. Esto se ha transformado en una trampa, en un c¨ªrculo vicioso, una excusa para postergar indefinidamente la acci¨®n. Como dice el premio Nobel George Wald, ya sabemos lo suficiente como para empezar a preocuparnos por nuestros problemas principales: la guerra nuclear, la superpoblaci¨®n, la desigualdad entre los pueblos.
La crisis actual no es una crisis de informaci¨®n, no de pol¨ªtica. No podemos resolver todos los problemas que nos amenazan mientras sigamos maximizando las ganancias. Las sociedades obsesionadas por acumular m¨¢s y m¨¢s en beneficio de unos pocos amenazan a todos con el desastre. Tal como est¨¢n las cosas, la poblaci¨®n, especialmente las mujeres y los ni?os, del Tercer Mundo, ser¨¢ la primera en morir. Ya ha comenzado a morirse de hambre: todo lo que se le pide es que lo haga en silencio.
Cifras de una marginaci¨®n
La situaci¨®n de estas mujeres me conmueve profundamente, porque todo, desde la producci¨®n de sus alimentos hasta la compa?¨ªa Nestl¨¦, que les dice que no sigan amamantando a sus hijos, est¨¢ relacionado con nuestra prosperidad y seguridad. Hay 100 millones de ni?os menores de cinco a?os que pasan hambre permanentemente, y cada a?o mueren 15 millones v¨ªctimas de las infecciones y de la desnutrici¨®n. En el mundo. hay 800 millones de analfabetos, casi dos tercios de los cuales son mujeres. El n¨²mero de mujeres que no pueden leer ni escribir es de aproximadamente medio bill¨®n.
Del 40% al 70% del trabajo agr¨ªcola que se realiza en el Tercer Mundo est¨¢ hecho por mujeres: siembran, transportan el agua, cuidan los animales, luchan por mantener con vida a sus familias, pero mientras tanto siguen siendo socialmente inferiores. Los hombres del Tercer Mundo van a las ciudades a hacer trabajos rentables para alguna de las muchas compa?¨ªas occidentales que han trasladado all¨ª su producci¨®n, o se est¨¢n incorporando a los ej¨¦rcitos del Tercer Mundo, pertrechados con fusiles y tanques de fabricaci¨®n alemana occidental o francesa. A las mujeres que quedan en el campo, generalmente infibuladas o circuncidadas (f¨ªsica y sexualmente mutiladas), no se les ense?an los sistemas nuevos de riego ni una tecnolog¨ªa alternativa para cultivos en peque?a escala, sino a comprar leche en polvo Nestl¨¦ para mezclar con un agua inmunda y marr¨®n. El resultado es que muchos beb¨¦s mueren con el vientre hinchado.
Las mujeres del Tercer Mundo tambi¨¦n son explotadas sexualmente a trav¨¦s de varias formas de prostituci¨®n, ya sea con sistemas del tipo alquile una esposa, como en Vietnam, o a trav¨¦s de las compa?¨ªas financieras internacionales, los grupos bancarios que manejan los hoteles-prost¨ªbulos y con la promoci¨®n del turismo mediante anuncios sexistas.
Las naciones desarrolladas est¨¢n armadas hasta los dientes y tienen la intenci¨®n de aferrarse a lo que tienen y de seguir acaparando lo que encuentren a su paso. Mientras una gran parte del mundo soporta la hambruna, el grano y otros productos agr¨ªcolas se pudren en los silos de la CEE o sirven para alimentar a las vacas y a los cerdos y responder as¨ª a una demanda de carne siempre en aumento en los pa¨ªses ricos. Los que sufren en un mundo como ¨¦ste deben unirse y cuestionar, pelear por el poder pol¨ªtico que hoy detentan quienes los est¨¢n empujando a la destrucci¨®n. ?ste tambi¨¦n es un llamamiento a todas las mujeres para que se sumen a sus hermanas que se han sublevado, como una forma de derribar todas las estructuras socioecon¨®micas de dominaci¨®n. Incluso en los pa¨ªses ricos vemos repetirse los, mis
Feminismo, pacifismo y ecolog¨ªa
Viene de la p¨¢gina anteriormos modelos de desigualdad e inferioridad que padecen las mujeres del Tercer Mundo, ya que no se cumplen las obligaciones de darles igual paga y tratamiento en todas las ¨¢reas de la educaci¨®n, la capacitaci¨®n, la promoci¨®n y el trabajo. Las que viven en el sur de Italia y en el oeste de Irlanda llevan una vida de aflicci¨®n y humillaci¨®n.
Las mujeres y los ni?os golpeados se refugian de sus maridos y padres en las casa de auxilio y sufren cada vez m¨¢s c¨¢nceres de c¨¦rvix y otros tipos de enfermedades debidas al buen negocio de las p¨ªldoras de los gigantes de la industria farmac¨¦utica, que las utilizan como conejillos de Indias. Las que toman hormonas envenenan sus c¨¦lulas, saturan su bilis y corren el riesgo de tener ni?os anormales en los embarazos siguientes.
La historia de la talidomida -que durante a?os sigui¨® siendo asequible comercialmente despu¨¦s de que debiera haber sido prohibida- es una entre muchas. Esas penosas caricaturas de adultos, testimonios vivientes de una farmacolog¨ªa irresponsable, nos muestran lo letales que son las pol¨ªticas de los investigadores hombres y de los hombres pol¨ªticos -las industrias han falsificado u ocultado los datos, sobornando a los cient¨ªficos y corrido riesgos rid¨ªculos-. Todo ello, por las ganancias, por mantener el nivel de ventas. El resultado es que la incidencia del c¨¢ncer ha llegado a ser calificada como epid¨¦mica, y el impacto econ¨®mico total, que incluye los costos en materia de sanidad y la p¨¦rdida de la productividad laboral, ha sido estimado en 25 billones de d¨®lares anuales.
La Tierra, toda ella, ha sido maltratada, y s¨®lo restableciendo el equilibrio, viviendo con ella, empleando el conocimiento y la experiencia, las energ¨ªas y las tecnolog¨ªas suaves, para seres humanos y para la vida, podremos sobreponernos al ego masculino.
Igualdad de papeles
Mientras nuestro movimiento ecol¨®gico trabaja a favor de una tecnolog¨ªa para la vida, existe, simult¨¢neamente, el riesgo de que las mujeres sigan teniendo papeles subalternos e inferiores como los que ahora quieren abandonar. Algunos de los movimientos ecol¨®gicos, comunitarios y a favor del desarrollo del potencial humano se hallan profundamente imbuidos de un tipo de escapismo rom¨¢ntico que f¨¢cilmente puede recrear el papel de la mujer como s¨ªmbolo y servidora de la cultura masculina. Como dijo una feminista y ecologista brit¨¢nica: "No queremos una sociedad ecol¨®gica en la que los hombres construyan los molinos y las mujeres escuchen en silencio, hagan el pan y tejan las alfombras". Indudablemente, el pan casero y las alfombras son vitales para los principios de una tecnolog¨ªa alternativa, pero no debe haber una jerarqu¨ªa de funciones, ¨¦stas deben compartirse, hacerse en com¨²n. Las divisiones r¨ªgidas y la estructura social competitiva, en la que un ser humano se ve enfrentado con otro ser humano, no han hecho m¨¢s que llevamos a esta sensaci¨®n de frustraci¨®n que tantos sienten. En Carasore Point, durante el segundo festival antiat¨®mico de Irlanda, las mujeres llevaban chapitas con la leyenda Poder nuclear-familia nuclear: no los necesitamos. Esto, en pocas palabras, expresa el sentido de la ecolog¨ªa y el feminismo.
He observado que en los ¨²ltimos a?os las mujeres a veces tratan de salir de su situaci¨®n de inferioridad haci¨¦ndose parte del mundo masculino (Margaret Thatcher, Indira Gandhi, etc¨¦tera). Cuando pelean por obtener una situaci¨®n igual a la de los hombres corren el riesgo de tratar de ser un general de cuatro estrellas, de construir una tecnolog¨ªa de muerte, de estar entre los puestos jer¨¢rquicos en tiempos de guerra. Algunas de nosotras estamos tan condicionadas por los valores machistas y masculinos, que hemos cometido el error de imitar y emular a los hombres al precio de nuestro propio feminismo. Las mujeres deben cambiar su conciencia, romper el c¨ªrculo del patriarcado y liberarse de los ideales masculinos.
La verdad desarmada
Tenemos mucho que aprender de la tradici¨®n pacifista, de las ra¨ªces de la no violencia y de la lucha por la libertad de conciencia. Como mujer, debo pedir que se reconozca y se ponga fin a la violencia psicol¨®gica, f¨ªsica y econ¨®mica que los hombres ejercen contra nosotras y que se cambien las instituciones sociales para que no sigan reflejando ese modelo de dominaci¨®n y sumisi¨®n. Las mujeres estamos tan cerca de nuestros opresores, que muchas veces me siento pesimista. Debemos encontrar nuevas formas de relaci¨®n y relacionar nos s¨®lo con hombres no violen tos. La visi¨®n feminista, que es tambi¨¦n la ecol¨®gica, abandona la idea de nombrar a los enemigos y adopta un concepto familiar a la tradici¨®n pacifista: mencionar, la conducta opresiva, el abuso de poder que se mantiene injustamente Y debe ser destruido, pero no se?alar a las personas. B¨¢rbara Deming ha escrito: "Si podemos destruir la capacidad de violencia de un hombre, no hay necesidad de destruir al hombre. Y si el hombre, que por un lado se comporta como un opresor, es desde otro ¨¢ngulo nuestro camarada, no hay necesidad de pensar que hemos traicionado nuestro coraz¨®n o nuestros ideales pol¨ªticos cuando lo tratamos como a una persona separada de nosotros y de s¨ª mis mo en este ¨²nico sentido. Debe mos juzgar el papel social y saber ver detr¨¢s del mismo al ser hu mano".
Las mujeres deben perder el temor a hablar, el miedo a la cr¨ªtica. Deben aprender a pedir lo que es suyo y de sus hijos. S¨®lo si comenzamos a descubrir nuestra propia naturaleza podremos forjar nuevos caminos, modos de totalidad, equilibrio, descentralizaci¨®n, preservaci¨®n; una uni¨®n con la Tierra y con la Luna, una interdependencia mutua, la cooperaci¨®n, la amabilidad, la no posesividad y las energ¨ªas alternativas.
Como dijo Gandhi, la no violencia de los d¨¦biles debe transformarse en la no violencia de los valientes. Creo que una verdad desarmada y el amor incondicional tendr¨¢n la palabra final.
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