Sastre y los ciegos
Alfonso Sastre pidi¨® m¨¢s luz, y todos los ciegos le apalearon. Una vez m¨¢s, el viejo lema de la Universidad de Cervera se hizo carne: "Lejos, muy lejos de nosotros la peligrosa novedad de pensar". En el reino de los ciegos, el tuerto no es el rey, al tuerto le vac¨ªan el ojo sano. Pero hay palos especialmente dolorosos, no s¨®lo para el que los recibe, sino tambi¨¦n para el que los ve dar. Como el palo de Fernando Savater que siempre se aplic¨®, no s¨¦ si con pasi¨®n, pero s¨ª con fruici¨®n, al pensamiento. Alfonso debe de haber tocado alg¨²n punto sensible de Fernando: quiz¨¢ ese punto cuyo dolor despierta la mala conciencia. Cuando los oprimidos no pueden, porque son impotentes subjetiva y objetivamente, enfrentarse al opresor, se destrozan entre ellos. No creo que ni el enemigo principal de Fernando sea Alfonso, ni el enemigo principal de Alfonso sea Fernando. No intentemos echar a los leones a los ¨²nicos que pueden ser nuestros amigos: Fernando Savater a Alfonso Sastre, Maruja Torres a Marisol, Paco Umbral al pueblo vasco, Juan Cueto al universo entero. Respetando las ¨²ltimas burbujas de dignidad que resisten nos respetamos a nosotros mismos. Cuando las condiciones objetivas no nos son propicias conservemos al menos las condiciones subjetivas.Nos recordaba el otro d¨ªa Javier S¨¢daba que hay dos tipos de marginados: los que esperan agazapados en el margen la ocasi¨®n para saltar al centro (para ocupar el poder, que fija la realidad en su estado positivo), y los que permanecen siempre en el margen (explorando, abriendo la realidad a sus estados posibles). Los dos valen. El poder ser¨¢ m¨¢s tolerable con consejeros a¨²licos como Savater.
Gotean en EL PAIS las cartas
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Sastre y los ciegos
Viene de la p¨¢gina 14contra Alfonso Sastre: y cuanto m¨¢s le quitan la raz¨®n, m¨¢s se la dan. He esperado, en vano, una carta de apoyo o comprensi¨®n que le quitara la raz¨®n. Soy el ¨²nico -pues ¨¦l me se?al¨® como excepci¨®n- que le puedo dar la raz¨®n sin quit¨¢rsela, que le puedo quitar la raz¨®n sin d¨¢rsela. Me horroriza la muerte de alg¨²n joven de 19 a?os con uniforme, de alguna mujer embarazada, de alg¨²n padre de familia o de alg¨²n jubilado: pero no m¨¢s que la tortura de algunos miles de detenidos, que el terrorismo empresarial sobre algunos millones de trabajadores, que los misiles que pueden matar a algunos miles de millones de ciudadanos (es m¨¢s f¨¢cil comprender a los terroristas). El verdadero terror florece en El Salvador o Guatemala, en L¨ªbano, y -?por qu¨¦ no?- en Afganist¨¢n (concedo que los americanos y los rusos son iguales, pero me tienen que conceder que los americanos son mucho m¨¢s iguales). Mitterrand, por ejemplo, el m¨¢s izquierdista de toda la derecha, es responsable de m¨¢s asesinatos (Argelia, Chad, L¨ªbano) que todo el Pacto de Varsovia. La guerra del Norte no es una guerra entre buenos y malos: lo mismo que en un espacio de Riemann no es posible una l¨ªnea recta, hay situa ciones, -dec¨ªa Simone de Beauvoir- en las que no es posible una conducta justa. Los malos no son ni Alfonso Sastre ni Femando Savater, ni Jon Id¨ªgoras, ni Felipe Gonz¨¢lez, ni Larretxea Go?i, ni Barrionuevo. Los malos (para nosotros) no est¨¢n ni en Herri Batasuna, ni en el PSOE: aqu¨ª, todo lo m¨¢s, hay buenos que han tenido mala suerte (porque han perdido el camino).
Es responsabilidad de los intelectuales buscar los caminos perdidos. La guerra del Norte no es un problema te¨®rico, pero (eso dec¨ªa Sastre) su soluci¨®n tiene componentes te¨®ricos. Teor¨ªa e ideolog¨ªa son dos maneras de ver. La ideolog¨ªa (de eideein = ver) es ver lo que nos ponen -delante de los ojos, espejismo. La teor¨ªa (de theoreein = mirar) es un esfuerzo por ver lo que hay detr¨¢s de lo que nos ponen delante; sin duda, otro espejismo. La diferencia est¨¢ en que la ideolog¨ªa es cerrada y la teor¨ªa est¨¢ abierta: la ideolog¨ªa es conformidad con lo positivo, la teor¨ªa es exploraci¨®n de lo posible. Por eso es peligrosa. El lugar de la ideolog¨ªa es el centro, los lugares de las teor¨ªas son los m¨¢rgenes. Es peligroso asomarse al exterior.
Enfrentarse te¨®ricamente con el
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