Salvar la paz
Si atendemos a la historia reciente, en febrero de 1945 se firmaba en Yalta un reparto de zonas de influencia en el mundo. Y de ah¨ª las pocas protestas efectivas por la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Checoslovaquia, Hungr¨ªa, Afganist¨¢n y, m¨¢s recientemente, en Polonia. Am¨¦rica y Europa occidental quedaban bajo el paraguas de EE UU. Por si esto fuera poco intrigante, resulta que en Afganist¨¢n, a pesar de la invasi¨®n, la guerrilla afgana reconoce controlar el 80% del territorio, la CIA les env¨ªa armamento a trav¨¦s de Pakist¨¢n, se sospecha que China tampoco est¨¢ quieta, y a pesar del gran coste en vidas y material que esto supone a los sovi¨¦ticos, ¨¦stos no lo reconocen p¨²blicamente.Cambiamos el tercio, y qu¨¦ mejor ejemplo que Nicaragua o El Salvador. Territorios dominados por las multinacionales, donde lo ¨²nico que se ha cultivado es la pobreza en contacto permanente con el m¨¢ximo derroche, son aprovechados por la URSS a trav¨¦s de Cuba para crear un foco de conflicto internacional que obliga a Estados Unidos a intervenir militarmente, violando todo tipo de acuerdos y tratados internacionales, y demostrando al mundo la doctrina del se?or Kissinger de devolver los golpes recibidos.
Estos ejemplos se repiten en Polonia; en ?frica, aprovechando la inestabilidad de j¨®venes Estados; en Asia y en el Medio Oriente, por citar una de las zonas m¨¢s calientes en la actualidad. Por si el c¨®ctel estuviera algo flojo, le a?adimos unas gotas de pimienta con el despliegue de los misiles Cruise, SS-20 y Pershing-2 (en este orden); con la consiguiente tomadura de pelo de las negociaciones para el desarme, que no se creen ni el pap¨¢ del se?or Reagan ni el del se?or Andropov. Esto viene a demostrar que cuando deber¨ªan reforzarse las negociaciones, ¨¦stas se rompen, porque ninguno tiene el inter¨¦s de un mundo estable. ?Qu¨¦ har¨ªan con las inversiones en armamento, ya hechas? ?Qu¨¦ pasa con la poco comentada mafla del uranio?
En todo este mare m¨¢gnun nacen con gran intensidad movimientos pacifistas, que son una verdadera conciencia para los gobernantes (al menos lo deber¨ªan ser).
Porque, desenga?¨¦monos, ¨¦stos son los ¨²nicos que a corto plazo pueden arreglar el tema de la paz en el mundo. Las masas, y est¨¢ probado de sobra, no valen para nada si la gente no se conciencia al ciento por ciento, empezando por el se?or de turno que aprieta el bot¨®n del desastre o el general que manda cruzar una frontera para invadir el pa¨ªs vecino./
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