?Un protectorado latinoamericano?
Quer¨¢moslo o no, Estados Unidos est¨¢ presente en la pol¨ªtica hemisf¨¦rica. El problema consiste en precisar la naturaleza de esa presencia. La no intervenci¨®n es imposible por el peso de las cosas. La no intervenci¨®n negativa es la que Estados Unidos ha practicado constantemente, de la misi¨®n de Pinsett en M¨¦xico hace 160 a?os a la misi¨®n de Negroponte en Honduras hoy. La no intervenci¨®n positiva ser¨ªa la actitud deseable: una presencia basada en el respeto y la cooperacion.La invasi¨®n de Granada indica que el actual Gobierno de Estados Unidos ha optado, vengativamente, por su l¨ªnea tradicional: en vez de acostumbrarse a tratar pol¨ªticamente los problemas, ha decidido aplastarlos mediante el uso de la fuerza.
Ahora se tiene la certeza de que Estados Unidos obrar¨¢ en este hemisferio en funci¨®n de una meta: crear un vasto protectorado latino. Si esto es as¨ª, por lo menos hay que jugar las cartas diplom¨¢ticas que le pongan un alto precio a semejante pretensi¨®n.
El rey Pirro asoma detr¨¢s de las palmeras de Granada. El alto precio ha consistido ya en el sacrificio, al menos parcial, de intereses mayores: la Alianza Atl¨¢ntica, la instalaci¨®n pol¨ªtica, no f¨ªsica, de los nuevos cohetes en Europa, el esfuerzo negociador de Contadora, las relaciones con los futuros reg¨ªmenes democr¨¢ticos del Cono Sur y la suerte misma de M¨¦xico, un pa¨ªs que ha sido condenado al aislamiento diplom¨¢tico por un documento en vigor, emitido por el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos. Todo ello ha sido afectado por la incursi¨®n del pacto de Varsovia caribe?o.
En Granada, la Administraci¨®n Reagan sacrific¨® a demasiados amigos para hecerse de un peque?o grupo de sat¨¦lites. Santa Luc¨ªa vale m¨¢s que Alemania Occidental o el Reino Unido. Barbados importa m¨¢s que M¨¦xico o Colombia. La Europa Occidental ha sido despojada de sus mejores defensas morales frente a la URSS. Ahora, Estados Unidos ha decidido actuar en el Caribe como la URSS en Checoslovaquia, pero si la Am¨¦rica Latina es el patio trasero de Estados Unidos, toda Europa es e lpatio trasero de la URSS. Granada est¨¢ m¨¢s lejos de Washington que Londres de Mosc¨².
La situaci¨®n demuestra claramente los peligros de la pol¨ªtica de esferas de influencia y de hegemon¨ªa bipolares. Es preciso vencerla con la alternativa ¨²nica de la paz: la pol¨ªtica de leyes de principios. M¨¦xico la reafirm¨® vigorosamente con el discurso de Bernardo Sep¨²lveda ante la Asamblea General de la OEA el pasado d¨ªa 15 de noviembre, al recordar que el principio de no intervenci¨®n representa "una conquista irreversible de los pa¨ªses latinoamericanos y, seguramente, su aportaci¨®n m¨¢s elevada al Derecho internacional".
No obstante, el Gobierno actual de Estados Unidos procede como si la no intervenci¨®n fuese una concesi¨®n unilateral de Washington a la comunidad latinoamericana: un gracioso regalo que se puede retirar o pisotear a placer. Quiz¨¢ convenga recordar hoy que la consagraci¨®n del principio de no intervenci¨®n en la Carta de la OEA fue parte de una negociaci¨®n mediante la cual la Am¨¦rica Latina se protegi¨® a s¨ª misma de los alcances de la seguridad colectiva, definida pragm¨¢ticamente durante la guerra, y m¨¢s tarde, en el Tratado Interamericano de Asistencia Rec¨ªproca.
La seguridad colectiva fue negociada a cambio de la no intervenci¨®n. El Tratado de R¨ªo fue el quid pro quo de la Carta de la OEA: Quintandinha a cambio de Bogot¨¢. Este compromiso puede romperse. Si Estados Unidos no respeta la Carta de Bogot¨¢, acaso convenga que la Am¨¦rica Latinadenuncie y *abandone los compromisos del Tratado de R¨ªo.
La revista brit¨¢nica The Economist, con cuyos editoriales a veces no comulgo, siempre acierta en sus espl¨¦ndidas portadas. Una, reciente, muestra a Ronald Reagan en la postura de James Bond, apunt¨¢ndole al mundo con una Baretta 45 y apoyado en su licencia para matar. Otra, m¨¢s reciente, muestra a la se?ora Thatcher con un kepi franc¨¦s en la cabeza, mir¨¢ndose a un espejito, donde se reproduce la imagen del general De Gaulle.
De Gaulle, en circunstancias comparables a las de hoy, pronunci¨® el discurso premonitorio de Pnom Penh sobre las consecuencias funestas de la intervenci¨®n estadounidense en Vietnam y retir¨® a Francia del mando militar de la OTAN. No hay que olvidar que la escalada de Vietnam fue el resultado de la euforia que sigui¨® a la invasi¨®n de la Rep¨²blica Dominicana. Quiz¨¢ hoy con venga una dosis de gaullismo en las relaciones interamericanas: la forma de tomarla es poner en entredicho el principio de seguridad colectiva mientras no se observe el principio de no intervenci¨®n, su contrapartida negociada.
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