La herida del regreso
Los intelectuales argentinos exiliados se plantean las dudas sobre la posibilidad de volver a su pa¨ªs
Al principio, muchos creyeron que no iba a durar; otros, con el horror todav¨ªa prendido en sus gargantas, la piel salvada justo a tiempo, cerraron los ojos al ayer inmediato y se dispusieron a ablandarse a la vida, a darse tregua en una tierra extra?a que deb¨ªan conquistar. Los unos se negaron a deshacer maletas, a comprar nuevos objetos con que amueblar el futuro; los otros echaron edred¨®n de plomo sobre la memoria y se dedicaron a dibujar la supervivencia. Unos y otros se enfrentan ahora con el desgarro del desexilio. Porque incluso aqu¨¦llos que juraron no amar la tierra que no era suya flaquean al despedirse de quienes han ido queriendo a lo largo de estos a?os. Porque incluso aquellos que van a quedarse tienen que despedir otra vez a parte de su entorno. La herida del regreso atraviesa a esos hombres y mujeres argentinos que llegaron a Espa?a huyendo de la atrocidad del golpe militar, que guardaron al mismo tiempo la vida y la culpa de seguir viviendo, y que nunca, hagan lo que hagan, volver¨¢n a ser lo que fueron en el pa¨ªs donde dieron a nacer.Ricardo Carpani es pintor y es la suya una pintura social tan arraigada con el ambiente que no ha recibido facilidades en los nueve a?os y pico que lleva viviendo en Madrid. Es tambi¨¦n un acendrado luchador sindicalista que ahora ve con optimismo la situaci¨®n: "La burocracia sindical se fue al carajo, ha llegado el momento de luchar desde la base". En un momento de la conversaci¨®n organizada en torno a un grupo de exiliados m¨¢s o menos ilustres, Carpani se conmueve y dice: "Yo me vuelvo a Buenos Aires porque quiero volver a ser el hombre que fui". ?l mismo se percata poco despu¨¦s de lo absurdo de su pretensi¨®n, pero el lenguaje del inconsciente ha aflorado claramente. Quien m¨¢s, quien menos, quiere regresar para recuperar los cachos que quedaron atr¨¢s.
Para muchos de los exiliados, gentes de cuarenta, de cincuenta y pocos a?os, la Argentina de los a?os sesenta y principios de los setenta fue una etapa florida, exultante, aunque cuajada de errores que entonces no se pod¨ªan ver. Dice Alba Gasparini, psicoanalista: "Hay un Buenos Aires cristalizado, en esa ¨¦poca al que todos, inconscientemente, deseamos volver. Y hay tambi¨¦n un deseo de negar lo que ocurri¨® en medio. Como psicoanalista, a mis pacientes que est¨¢n por regresar les recomiendo que no borren nada porque eso es un comportamiento psic¨®tico que s¨®lo conduce al empobrecimiento de uno mismo".
Los amigos hechos
"Por supuesto", a?ade Carpani, "que no renuncio a todos estos a?os aqu¨ª, a los amigos que he hecho. Pero yo, voluntariamente, decididamente, no me quise integrar, y he contado los a?os, los d¨ªas, los minutos que me separaban de la vuelta. Ahora estoy verdaderamente feliz por regresar". Claro que Carpani no tiene hijos. Muchos de ellos llegaron a Espa?a con chiquillos de cinco, seis, siete a?os. Ahora son adolescentes que estudian aqu¨ª, que aman esto, que tienen sus amigos en esta tierra y se sienten espa?oles. Y Argentina les parece un pa¨ªs de b¨¢rbaros.
"Comprende", dice Zulema Katz, actriz bastante conocida en su pa¨ªs que aqu¨ª ha logrado abrirse camino duramente y por fin consigue trabajar con regularidad en peque?os papeles, y hasta tiene una escuela de interpretaci¨®n relativamente floreciente, "comprende que no puedo desenraizar a mi hijo, que todo lo ha hecho aqu¨ª, para ir a ofrecerle algo que est¨¢ en el aire. Yo pienso ir de vacaciones en agosto, ver a mi madre; llevo tanto tiempo sin verla... Pero no puedo decir nada ahora".
Zulema fue de las que no desempacaron, de las que no compraron ni una cucharilla durante los primeros meses. Y el tiempo pas¨®, y lleg¨® la integraci¨®n, y su hijo creci¨® y fue espa?ol, tanto que hasta form¨® parte del grupo musical Tequila. Zulema se queda: "?Qu¨¦ les voy a decir a mis alumnos?, ?que me marcho y les dejo en la estacada?".
Asignaturas pendientes
Desearon volver ardientemente mientras no existi¨® la posibilidad de realizar el sue?o. Se reun¨ªan y recordaban las avenidas, los caf¨¦s, los encuentros, los amigos. Planificaban el lejano futuro. "Cuando lo de las Malvinas nos mostr¨® que el regreso pod¨ªa ser una realidad, empezamos a sentirnos trastornados. Y ahora, saber que podemos irnos, de un d¨ªa para otro, ha sido un shock".
Un shock quiz¨¢ porque quedan muchas asignaturas pendientes. Los desaparecidos. Son, por ahora, una idea atroz, un tremendo vac¨ªo; pero ma?ana, en casa, ser¨¢n un tel¨¦fono que no contesta, una silla vac¨ªa en la sala de estar, la cita a pie de autob¨²s a la que el otro no llega nunca. Sin embargo, "una periodista argentina que viv¨ªa en Italia me dijo, en los tiempos fuertes de la dictadura militar, que nunca regresar¨ªa, que no podr¨ªa caminar sobre los cad¨¢veres de sus amigos. Ahora va a volver. Y es que la vida sigue, la vida es m¨¢s fuerte que todo, y la vida va a hacer que la mayor¨ªa de los exiliados vuelvan a Argentina".
Quien as¨ª habla es Jacobo Timerman, periodista, director y editor de La Opini¨®n, diario independiente que fue intervenido por la Junta Militar. A ¨¦l le tuvieron prisionero durante tres a?os y sufri¨® tortura hasta la extenuaci¨®n. Timerman, de momento, no vuelve porque cada vez que se plantea esa alternativa le invaden im¨¢genes de tortura y se siente incapaz de avanzar. "Durante todos estos a?os de exilio he saltado por encima de eso, he ido de un lugar a otro en la lucha por los derechos humanos, he escrito libros, he dado conferencias. He apartado ese recuerdo de m¨ª. Pero ahora, cuando pienso en volver a Argentina, se me desencadena un mecanismo que pone ante m¨ª de nuevo la pesadilla. Tengo que esperar a asimilarlo, a que se produzca el clic".
Si Eduardo Duhalde, escritor, abogado -fue defensor de los guerrilleros, y su socio, Ortega Pe?a, fue uno de los primeros en caer asesinado por los militares en pleno Buenos Aires-, quiere volver, "porque somos lo que queda de una generaci¨®n que tiene mucho que ense?ar, no s¨®lo los aciertos, sino los muchos errores que se cometieron, para que los j¨®venes no los puedan repetir", el novelista Daniel Moyano desea regresar a una Argentina nueva, "que ha dejado atr¨¢s la ni?ez, que ser¨ªa el peronismo, para entrar en un proceso de maduraci¨®n, porque yo nac¨ª con el peronismo, oyendo el tango
La herida del regreso
que dice 'Per¨®n, Gardel y la vieja', y ya estoy harto".Todo el mundo protesta: "Per¨®n, bueno, pero no nos quit¨¦s a Gardel". Risas y una reflexi¨®n por parte de Duhalde: "S¨ª, pero a esa joven que es Argentina le ha tocado bailar su primer vals con Ronald Reagan". Y Silvina Walger, periodista, que regresa ya: "Finalmente, Estados Unidos consigui¨® lo que quer¨ªa: convertirnos en un pa¨ªs depauperado. Por fin somos ya el Tercer Mundo, que es el lugar que nos corresponde". Alguien dijo que "los argentinos son los ¨²nicos negros del mundo que parecen blancos". Con la depauperaci¨®n econ¨®mica se acabaron los sue?os de grandeza, los "Viste, me acabo de comprar un Cartier, el Rolex lo ten¨ªa para las ruinas".
"Estados Unidos ha convertido Argentina", dice Jorge Onetti, escritor, periodista, hombre de talante brit¨¢nico y vida de interiores que se siente a gusto en Espa?a y no piensa volver, "en un pa¨ªs productor de trigo y carne. Y basta. Los otros productos nos los vender¨¢n ellos".
Como Onetti, que se vino hace a?o y medio tras intentar in¨²tilmente sobrevivir econ¨®micamente desempe?ando varios empleos a la vez, piensa Blas Matamoros, que actualmente es jefe de redacci¨®n de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, que edita el Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana: "Yo no me siento extra?o aqu¨ª, porque la verdadera lecci¨®n del exilio es que el desarraigo se produce la primera vez. Lo dem¨¢s son traslados por el planeta". De Blas Matamoros es Olimpo, la novela que encabezaba la lista de los libros prohibidos por Videla.
Si unos se quedan y otros se van, los hay que pretenden compaginar aquello con esto, vivir aqu¨ª y trabajar all¨ª. Porque la gran inc¨®gnita de c¨®mo ser¨¢ el futuro en Argentina sigue latente. Los involucrados en la lucha pol¨ªtica, como Raimundo Ongaro, que fue secretario general de la CGT -un obrero de gr¨¢ficas que aprendi¨® a leer en las linotipias-, lo tienen claro. Hay todo un mundo que poner en marcha. Pero los otros, los que han probado ya las mieles de la libertad -"nosotros hemos aprendido qu¨¦ es democracia en Espa?a, y nuestros hijos han crecido en ella"- sienten la terrible, desgarradora herida de la divisi¨®n.
Porque, despu¨¦s de todo, como dice Kuhn: "Despu¨¦s de todo lo que hemos pasado, el argentino que te diga que no es esc¨¦ptico te miente".
Y queda la angustiosa pregunta: ?c¨®mo acoger¨¢n a los que se fueron los penados del exilio interior?
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