Del 'pololo' a la 'mel¨¨e'
98 mujeres practican cada semana el rugby. Son el caso m¨¢s extremo del olvidado deporte femenino, durante muchos a?os marginado en este pa¨ªs y que hoy s¨®lo practica el 1,4% de las espa?olas
El atletismo se cre¨® en un colegio de monjas, seg¨²n dicen, y, sin embargo, en Espa?a estuvo prohibido para las mujeres hasta hace una veintena de a?os. Las mujeres tampoco pod¨ªan jugar al f¨²tbol porque rematar los balones con el pecho era un peligro para su maternidad futura. S¨®lo el baloncesto, el tenis o la nataci¨®n han salido adelante como deportes de mujeres, a pesar de los muchos sambenitos que todav¨ªa llevan colgados. Es el deporte de la mujer espa?ola, o mejor dicho, la actividad del 1,47. de las espa?olas. Es la revoluci¨®n olvidada, aunque un pu?ado de muchachas hayan decidido, por su cuenta y riesgo, pasar del pololo a la mel¨¨e.
El bal¨®n cay¨® de punta y dio en la cara a una jugadora. Otras siete muchachas que se hab¨ªan lanzado a por ¨¦l se estrellaron entre s¨ª y cayeron al barro. El bal¨®n bot¨® de nuevo y sali¨® fuera. Cincuenta espectadores, en una fila tan torcida como la raya del campo, contemplaban el partido. Ol¨ªa a cebollas el terreno de juego. Hasta hace un par de a?os ese campo era una huerta que cuidaban los marianistas del barrio madrile?o de Carabanchel. Todav¨ªa quedan brotes cerca de las porter¨ªas.Durante los 10 primeros minutos de este partido de rugby, las muchachas de ambos equipos s¨®lo hab¨ªan tocado el bal¨®n para sacar las faltas. El juego estaba en el ala derecha del Arquitectura, escap¨¢ndose, resbalando. Las jugadoras del ala izquierda com¨ªan patatas fritas que les ofrec¨ªa el p¨²blico.
De pronto, el juego cambi¨® de ala y las del CEU emprendieron el primer ataque. Una muchacha grandota fue quien inici¨® la apertura frente a todo el Arquitectura concentrado en su campo. Fue una apertura singular, porque en lugar de lanzarse el bal¨®n, lo pasaban de mano en mano, sin soltario un instante. Apenas lo entregaban a la compa?era, las jugadoras del CEU ca¨ªan al suelo por los placajes y las corbatas con que defend¨ªa el Arquitectura. La m¨¢s bajita del equipo, la n¨²mero 16, cogi¨® el bal¨®n de manos de su compa?era y en una carrera abrumadora consigui¨® el primer ensayo, en el flanco derecho de la porter¨ªa. Apenas deposit¨® el bal¨®n, ¨¦ste se escurri¨® por uno de los surcos del campo y, solito, dio un bote y sali¨® fuera.
"Al principio us¨¢bamos una media falda, que nos llegaba por aqu¨ª. Luego empezamos a ponernos falditas m¨¢s peque?as, que nos llegaban por aqu¨ª, con unos pololos debajo, porque antes los hombres eran m¨¢s moros que ahora. Pero en los viajes al extranjero aprovech¨¢bamos y nos pon¨ªamos un short, m¨¢s suelto que las braguitas que ahora se usan y que al saltar a la canasta nos llegaba por aqu¨ª".
Pilar Godia, una de las pioneras del baloncesto femenino en nuestro pa¨ªs y actualmente directiva del Comit¨¦ Nacional de Baloncesto Femenino, resum¨ªa con esas palabras los 50 a?os del baloncesto en nuestro pa¨ªs. El baloncesto tuvo suerte de empezar tan pronto, porque en los dem¨¢s deportes practicados por la mujer lo que se echa en falta es la tradici¨®n del juego. Se echa en falta tambi¨¦n el incentivo econ¨®mico para las deportistas, que, a excepci¨®n del baloncesto, es pr¨¢cticamente nulo en todos los dem¨¢s deportes.
Pero en los equipos m¨¢s afortunados del baloncesto femenino de Primera Divisi¨®n las jugadoras reciben, a lo sumo, dietas de 2.000 o 3.000 pesetas al mes para pagarse los transportes, para los entrenamientos. Entre remiendos que ponen las corporaciones, parches de los colegios privados o propinas que dan los clubes deportivos, adem¨¢s de las peque?as contribuciones que las federaciones hacen puede funcionar m¨ªnimamente el deporte de la mujer.
Jugar a base de rifas
Las casas patrocinadoras de baloncesto espa?ol tienen nombres tan casuales como Av¨®n (d¨¦le la bienvenida), Citro?n (para gente encantadora), Menen (la dieta de su ¨¦xito), Comansi (juguetes para sus ni?os), Lovable (el sujetador que no la decepciona) o Las Banderas (el perfume de la juventud eterna). Pero peor a¨²n es la situaci¨®n del Zaragoza, al que nadie patrocina, y se mantiene porque las jugadoras, despu¨¦s de los entrenamientos, hacen rifas en la ciudad y venden papeletas.A la muchacha m¨¢s alta del baloncesto espa?ol, de 1,94 metros, la fich¨® el Lovable cuando el m¨¦dico de su familia la ten¨ªa sometida a un tratamiento para no crecer. Loli S¨¢nchez ten¨ªa entonces 15 a?os, y "tuvimos suerte de cogerla a tiempo, porque todav¨ªa no se encorvaba", dec¨ªa Manuel Coloma, entrenador del equipo.
Juan Baldo, que entrena al Legan¨¦s de balonmano, contaba que a una ni?a del barrio, de 12 a?os y 1,84 metros de estatura, sus padres la han prohibido jugar al balonmano "porque dicen que s¨®lo hace el rid¨ªculo en la cancha; de modo que no la compran ropa de deporte porque no tienen dinero, seg¨²n ellos, y todos los fines de semana se la llevan a la parcela para mantenerla alejada de los partidos".
"T¨¦cnicamente", explicaba Coloma, "una mujer puede ser mejor o igual que un hombre, pero las limitaciones f¨ªsicas de la mujer hacen que la eficacia de uno y otra sea diferente. Primero, porque, est¨¢ fisicamente en desventaja. Su vida deportiva es m¨¢s corta que la del hombre porque madura antes y despunta antes en la alta competici¨®n. Y aunque tiene mayor flexibilidad que el hombre, sus acciones son m¨¢s lentas y su salto mucho m¨¢s bajo. Y, segundo, por un problema social, que es que la mujer ha empezado muy tarde en el deporte".
Coloma pon¨ªa como ejemplo que en Estados Unidos los hombres conviven con la tercera generaci¨®n de mujeres que conduce, y por eso no se asustan, mientras que en Espa?a estamos todav¨ªa por la segunda.
El padre de una de las mejores lanzadoras de jabalina agot¨® los argumentos ante su hija para que ¨¦sta dejara el deporte, porque ya era m¨¢s ancha que ¨¦l y dec¨ªa que se le estaba poniendo voz de hombre. Tampoco lo consigui¨® el padre de Clarisa, la capitana del equipo de rugby de la facultad de Arquitectura, aun ofreci¨¦ndole a cambio unas clases de ballet en la mejor academia.
Por si la econom¨ªa y la falta de aceptaci¨®n social del deporte femenino espa?ol no es suficiente, hay que a?adir las prohibiciones de las federaciones internacionales o las normas simb¨®licas y antiguas que todav¨ªa perduran.
En esgrima, el reglamento internacional es el catecismo que proh¨ªbe a las mujeres luchar con sable o espada. "La moda es el sable", confesaba una joven tiradora. De hecho, no hay mujer que en los entrenamientos no haya luchado alguna vez con ese arma, "pero est¨¢ vetado para nosotras, y en las competiciones oficiales s¨®lo podemos luchar con florete; en Francia, extraoficialmente, las mujeres est¨¢n organizando torneos de espada".
Falda obligatoria
Las jugadoras de la decena de equipos de rugby que existen en Espa?a desde hace m¨¢s de cinco a?os, no han podido federarse hasta finales de 1982. Lo intentaron de mil maneras y discutieron con todos los directivos madrile?os. "Esto es un deporte de hombres", dec¨ªan, "un deporte muy bruto que no es para mujeres". Y las echaban. S¨®lo cuando se renov¨® la junta directiva de la federaci¨®n consiguieron su objetivo, hace apenas un a?o.En el Arquitectura de Madrid hay una jugadora que es californiana. Dice que es rara la escuela' que en Estados Unidos no tiene un equipo femenino de rugby. Las escuelas all¨ª pagan el deporte, ellas ponen el juego. Pero desde que vino a Espafla pasa las tardes vendiendo pegatinas y organizando fiestas para financiar los viajes de su equipo. "Si no vendemos todas las pegatinas", dec¨ªa Clarisa, "no podremos jugar en Lisboa".
Otra paradoja de las normas federativas de hockey sobre hierba qued¨® en rid¨ªculo hace m¨¢s de cinco a?os. Un equipo belga fue el encargado de llevar a cabo la estrategia. Seg¨²n el reglamento internacional de hockey sobre hierba, las mujeres deben salir al terreno de juego provistas de esa faldita de una cuarta de alto que se ajusta con un corchete sobre la braguita de competici¨®n. Es una falda simb¨®lica, pero obligada. Los equipos cumplieron la norma a rajatabla; pero el calor de septiembre pudo m¨¢s que la verg¨¹enza, y las belgas, al final del partido, se desnudaron de cintura para arriba, sin quitarse la f¨¢ldita, y ante la expectaci¨®n del p¨²blico, se ducharon con las mangueras del campo.
A aquel strip tease de conjunto, que al fin y al cabo no quebrant¨® el reglamento, hay que a?adir la amonestaci¨®n que sufri¨® el a?o pasado uno de los equipos de la Divisi¨®n de Honor por salir al campo sin faldita.
En medio del rayo laser, los euromisiles, los productos radiactivos y los ultracongelados, las espa?olas que deciden hacer deporte siguen siendo Las Folkl¨®ricas.
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