Bonnard y la burgues¨ªa musical
?ngel Gonz¨¢lez, en su agud¨ªsimo y barroco estudio sobre Pierre Bonnard -estudio para un cat¨¢logo de la Fundaci¨®n March, de un logrado equilibrio entre lo cient¨ªfico y la apertura-, apunta con certeza hacia ciertas pistas que no deben quedar como cabos sueltos. El paso decisivo desde una concepci¨®n simb¨®lico / sacral -el mundo nabib- a un desatarse en libertad, que Bonnard realiza tan campante, coincide en tiempo y en ambiente con la evoluci¨®n de su cu?ado Claude Terrase, compositor hoy olvidado, pero que en su tiempo tuvo su ¨¦xito y su influencia. Pues bien: Terrase, organista, profesor y, al parecer, muy vocacionalmente dirigido hacia una m¨²sica religiosa del lado tambi¨¦n simbolista, cambia de rumbo y si por una parte se preocupa de las lecciones de solfeo para los ni?os, cuyas lecciones ilustrar¨¢ el pintor -?no es un dato m¨¢s de la importancia de la t¨¦cnica del cartel?-, lo definitivo vendr¨¢ con el triunfo de lo que es, dada la ¨¦poca, intenso y ef¨ªmero: la opereta, la m¨²sica ligera, pero con libretistas como Cavaill¨¦ y Le Flers. Los personajes de Bonnard responden en principio a esa visi¨®n burguesa que junta el f¨¢cil erotismo del desnudo femenino con el revuelo de los trajes en las calles todav¨ªa con pocos autom¨®viles. Hay tambi¨¦n en esa burgues¨ªa, como en la pintura del Bonnard joven, la influencia edulcorada de lo oriental: es el gusto por el quimono, por la porcelana china, por los papeles pintados. A las operetas de lujo se iba con traje de gala o con trajes para ellos que imitaban los del pr¨ªncipe de Gales, asiduo asistente a la gait¨¦ parisienne. Y, como en los buenos trajes a medida, la opereta, siguiendo las huellas de Offenbach y de Delibes -lo que tan bien comprendi¨® Visconti-, se presenta muy hecha, finamente instrumentada: m¨²sica ligera de lujo. Claro que Bonnard, a pesar del miedo de su mujer, muy bien se?alado por ?ngel Gonz¨¢lez, logra lo que no consigue su cu?ado: unir la intensidad con la permanencia.El paralelismo, la influencia para el an¨¢lisis, no puede quedar prisionera s¨®lo en el m¨²sico Terrase. Hay un gran compositor que escribe en la Revue Blanche, que vive como en exilio en Roma, a?orando los cuadros de Manet y la opereta de Terrase; que admira la finura de Terrase, que piensa en m¨²sica para Segal¨¦ y, sobre todo, que en ciertas canciones -las prosas liricas- cuyo texto ¨¦l escribe, capta con sencilla hondura el esp¨ªritu de las calles de Par¨ªs y que, como Bonnard, rebasa con mucho lo que pudo ser espejo de burgues¨ªa: Claude Debussy. No quiero catalogar por eso a Bonnard como plenamente impresionista: buscar¨¢ como Ravel una mayor nitidez en el dibujo, se replantear¨¢ lo formal y, si acaso, su fuerte sentido del dolor podr¨¢ acercarle a Roussel. Insisto en lo de la trascendencia de lo burgu¨¦s. Ilustr¨® la m¨²sica para ni?os de Terrase, y cuando Bonnard combina naturaleza con ni?os, apunta hacia lo m¨¢s salvable del esp¨ªritu burgu¨¦s: la intimidad. Recuerdo las palabras de Sternlig para la exposici¨®n de Burdeos de 1978: "Bonnard no concibe las cosas inanimadas sin un ambiente de intimidad dom¨¦stica".
Federico Sope?a Ib¨¢?ez fue director del Museo del Prado.
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