Solsticio de invierno, sin m¨¢s
Ten¨ªa un amigo que se meti¨® cura. Supongo que a¨²n lo es. Lo visitaba a menudo en el seminario. A los dos nos gustaba Wagner. Nuestra relaci¨®n era tolerante, dado que yo no soy creyente. Fue curioso, sin embargo, constatar que, a medida que avanzaba en los estudios, se iba volviendo cada vez m¨¢s intransigente y quer¨ªa catequizarme con nieve en las manos. La relaci¨®n fue cambiando de signo y al final vino el copo que hizo rebosar el vaso. Un a?o, por "Navidad", me mand¨® una felicitaci¨®n con unas recomendaciones de vieja f¨¢bula. Yo le contest¨¦ con un poema en el que le preguntaba al nacimiento de qu¨¦ dios se refer¨ªa, puesto que da la casualidad de que, por esas fechas, nace m¨¢s de uno; depende, claro est¨¢, de las creencias que cada cual adopte. Mitra, Cristna, Agni, Apolo y otros muchos nacen en diciembre y resucitan en el equinoccio de primavera. Y es que originariamente el dios creador era el Sol y, en las religiones con redentor, el hijo enviado a la tierra para salvar a los hombres era el fuego, circunstancia que se repite en el caso de Cristo. ?ste es el principio, que en el correr de los siglos ha pasado del hecho propio al figurado. Mi amigo no me ha dicho nunca nada m¨¢s. Yo creo que fue debido a nuestras conversaciones, a las que se a?ad¨ªa a menudo un estudiante de teolog¨ªa; su confesor debi¨® aconsejarle que evitara mi contacto. Con todo, guardo un buen recuerdo de mi amigo, y del paisaje de aquellos d¨ªas, que no confundo con las campanas y las redes clericaloides.Concibo la religi¨®n como un modo de entender el mundo, de no fiarse de lo aparente; una experiencia de madurez interior, de aumento de la propia conciencia. Pero esto no tiene nada que ver con ning¨²n dogma ni con las operaciones de la multinacional eclesi¨¢stica, que, por decirlo con un lenguaje afin, se ha pasado al C¨¦sar con todo su bagaje de intereses. ?Qu¨¦ sentido tiene, pues, celebrar la "Navidad" en nuestro tiempo? Ya se sabe que las solemnidades sin comilona no subsisten. Y eso los cabecillas vaticanistas lo entienden muy bien; su floraci¨®n a trav¨¦s de los a?os la han acompa?ado con diversiones de toda especie, maestros como son en el arte de predicar lo uno y practicar lo otro. Negociantes de la. fe, fachendosos o lobos con piel de oveja, seg¨²n las circunstancias, son h¨¢biles en filtrar el mensaje evang¨¦lico a trav¨¦s de una formulaci¨®n adecuada a la clase social que la recibe. Sin escr¨²pulos se han asegurado de muchos efectos. Tampoco es justo suscitar la confianza en los educadores o los padres a trav¨¦s de un meanismo de culpabilidad. A prop¨®sito de esto, alguien ha dicho que continuar domesticados como estamos y creer en un demiurgo exige la criminalizaci¨®n de uno mismo. Me parece bastante exacto.
La Iglesia es un teatro en el que hacen intervenir la divinidad. Prelados y jerarcas se adjudican el poder terrenal en provecho del grupo social dominante. Su oportunismo los desautoriza, as¨ª como la manipulaci¨®n que hacen de la gente que les presta o¨ªdos.
Por otra parte, ya he dado a entenderlo, me cuento entre los que no creen que Cristo sea un personaje hist¨®rico, sino un mito solar. Aparte de los. Evangelios, la Historia lo ignora por completo. Por eso, si algo hay que celebrar, debe ser el solsticio de invierno o, dicho de otro modo, el nacimiento del Sol. Tambi¨¦n los druidas festejaban el nacimiento de Agni, dios del fuego, en diciembre; sus magos conoc¨ªan la fiesta por la aparici¨®n de una estrella muy resplandeciente. La Iglesia sab¨ªa que si hac¨ªa tabla rasa de las fiestas paganas no habr¨ªa sido popular y las transform¨®. ?stos son los hechos, de t¨² a t¨². Y, entre uno y otro, la vida me ha ense?ado a no fiarme de ninguna Iglesia. Puede haber un momento en que sus intereses y los de la humanidad coincidan. Pero cuando las circunstancias cambian, ellos no dudan en mudar de capa, caiga quien caiga, a fin de mantener sus privilegios. Sobre esto hay mucho escrito en la historia de los pueblos. En este aspecto, el catolicismo me parece una de las religiones m¨¢s co.rrompidas. Es peligroso no en su sentido espiritual, sino por el poder econ¨®mico que ostenta y por los pocos escr¨²pulos que de muestra en arrimar el ascua a su sardina. Predica por el mundo la caridad a los pobres, pero oculta la verdad que los liberar¨ªa. Es la religi¨®n de los poderosos. En las escuelas religiosas se fomenta el individualismo, la competencia y el ¨¦xito. As¨ª tiene, porque las paga, una infinidad de m¨¢scaras, con el marketing correspondiente. Practica un cristianismo de consenso. En resumen: entiende mejor que los de la competencia la operaci¨®n de revestir un ¨ªdolo de poder para ser su depositario. Y mientras tanto aumentan los parados, la delincuencia y la violencia en los pa¨ªses dominados por la educaci¨®n clerical. Tenemos en la Iglesia espa?ola un ejemplo muy reciente de poder teocr¨¢tico. En cambio, una religiosidad m¨¢s abierta, y en franca oposici¨®n al despotismo de las jerarqu¨ªas, ha sido decisiva en la evoluci¨®n hacia la democracia. Pero estos casos son excepci¨®n. La visita a Catalu?a del "vicecristo" en persona fue un ejemplo de incomprensi¨®n, de verg¨¹enza para los creyentes honestos y una prueba de que los dirigentes siguen confiando en el triunfalismo paternalista como era norma en el pasado. Sabido es que el fanatismo y la intolerancia de los te¨®logos ha frenado el progreso de la humanidad. ?No dur¨® dos siglos la prohibici¨®n de ense?ar el sistema de Cop¨¦rnico en las escuelas? (Un alegato de mano maestra contra el farise¨ªsmo y la intransigencia: los filmes de Dreyer.) Han sido los avances cient¨ªficos lo que ha hecho modificar la ortodoxia. Hoy, por ejemplo, a causa del debilitamiento de esta ortodoxia, la Iglesia se desentiende de los milagros, pero, con todo, no invalida los del pasado, cuando no existe ninguna raz¨®n para suponer que los milagros de anta?o se produjeran por causas distintas. Antes que la cultura, cuenta el propio beneficio. Y los santuarios con milagro son una fuente de ingresos.
Como todo el mundo sabe, la Iglesia combate a los innovadores y despu¨¦s acaba acomod¨¢ndose a los logros -y, en muchos casos, aun atribuy¨¦ndoselos! Todo esto nos mueve a decir que, en vez de dos mil a?os de Cristo, ha habido dos mil a?os de Judas (para usar dos nombres de su mitolog¨ªa).
Etc¨¦tera. No acabar¨ªamos nunca de rememorar m¨¢s desventuras que venturas. Y vuelvo a la pregunta del principio. ?Qu¨¦ sentido tiene hoy celebrar la "Navidad"? De acuerdo. La gente se divierte. Corre el dinero. Unos d¨ªas de cana al aire. La loter¨ªa. Las familias se atracan (recordad aquel poema de Salvat-Papasseit). Se olvidan los problemas. Y tambi¨¦n abundan los suicidios de gente desamparada. Uno revive el mundo de la infancia. (Por eso la Iglesia no es correcta ni desinteresada al defender el monopolio de la educaci¨®n. Las vivencias que nos asaetean de peque?os reaparecen en la vejez por una simple operaci¨®n de psicolog¨ªa.) Yo dir¨ªa que hoy las fiestas navide?as son un pacto entre los tenderos del cuerpo y los del alma. Un triunfo de todo lo secundario y excesivo y que no hace falta para dar respaldo a ninguna verdad esencial. Y si de amor y fraternidad se trata, el lema mitol¨®gico "Paz a los hombres de buena voluntad" queda superado por este otro atribuido a Buda: "Paz a todos los seres". Hay que convenir que en las cosas del esp¨ªritu los occidentales somos unos aprendices. No olvidemos que tantas iglesias y tantas catedrales triunfalistas ha significado, vaciar los bolsillos de ricos y pobres, lo que me parece muy alejado del esp¨ªritu originario. Resumiendo: no estoy nada de acuerdo con las formas oficiales que reviste la religi¨®n, y adherirse a sus festejos es hacer propaganda de un clan de reaccionarios con implicaciones pol¨ªticas muy concretas que conducen a interpretaciones estrechas de la realidad y que de ning¨²n modo representan una salida a la situaci¨®n ca¨®tica actual. No creo en los valores inamovibles. Soy esc¨¦ptico de las ortodoxias. Soy de los que creen que una monta?a de recuerdos no iguala una brizna de esperanza. Y que la Historia la hacen quienes van contra sus h¨¢bitos. Lo dem¨¢s son cartas que no tengo tiempo de escribir. Pero, en tanto que la lluvia va puliendo las tejas, tenemos que saber mantener el equilibrio ante el fuego. Hemos de salvar la identidad del Hombre, rodeados como estamos de anticuarios y traperos. Tengo la convicci¨®n de que, si todas las Iglesias desapareciesen, comprender¨ªamos mejor la val¨ªa de la religiosidad.
Nota: Traducido del catal¨¢n.
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