Mitterrand y la izquierda
LA IZQUIERDA francesa est¨¢ viviendo hoy un estado de inseguridad mental que contrasta con el alborozo con que recibi¨® el cambio hist¨®rico de mayo-junio de 1981: no ha sido tan hist¨®rico. Las declaraciones de Yves Montand en Madrid son amargas; el viejo combatiente l¨ªrico, que sal¨ªa en mono azul a cantar la canci¨®n de los partisanos en la Sala Olimpia, exhibe su desencanto. Otros intelectuales callan. Llevan sus contradicciones como pueden, se arreglan con su conciencia como ¨¦sta les deja, y ya se sabe que la conciencia de un intelectual de izquierdas franc¨¦s no es muy ancha: es una m¨¢quina de pensar, medir y declarar. Es el pensador an¨®nimo el que se manifiesta, y cada uno de los domingos electorales -las revisiones de resultados impugnados en circunscripciones relativamente peque?as- dan esta sensaci¨®n de zapa. Algunos sondeos de opini¨®n p¨²blica muestran que hay todav¨ªa una cierta adhesi¨®n al presidente Mitterrand, pero que el prestigio de su Gobierno cae. Es un reflejo caracter¨ªstico de sociedad de hombres fundamentales que espera m¨¢s de un dirigente carism¨¢tico que de un Parlamento y de un Gobierno: mal asunto. Y sin gran aplicaci¨®n en Francia, donde el presidencialismo creado por De Gaulle responsabiliza al jefe del Estado: de los bienes y de los males.No todo el problema franc¨¦s es imputable a la actuaci¨®n -y a las omisiones- del Gobierno socialista. El malestar de la opini¨®n de la izquierda es antiguo y universal. Se vive una situaci¨®n tensa en el mundo, donde la cuesti¨®n ideol¨®gica est¨¢ muy en el fondo, y sobrenada y se revela un enfrentamiento global del tipo m¨¢s cl¨¢sico, el de dos imperios por el dominio o la hegemon¨ªa. El intelectual de izquierdas no puede ya abrazar como esperanza el comunismo o el marxismo, vista la prueba de su ca¨ªda econ¨®mica y moral en el mundo, de una decadencia que le define ya como una inutilidad culpable, y no s¨®lo en la URS S y en los pa¨ªses obligados a ella; pero incluso cuando envidia o admira las instituciones de libertad americana no puede tampoco adherirse a un sistema que en nombre de la democracia de Estados Unidos, atropella pueblos, y sostiene tiranos. El intelectual de izquierdas no se puede nutrir a s¨ª mismo de ideolog¨ªa moment¨¢nea como en los tiempos de la guerra de Argel¨ªa, de Indochina o de Vietnam. Su misma contemporaneidad le priva de ese extra?o consuelo de sentirse participante de lo lejano. Con respecto al Tercer Mundo, no puede haber mayor desconsuelo para un franc¨¦s de izquierdas, formado en aquellas luchas anticoloniales, que ver un Gobierno de izquierdas bombardeando palestinos y sirios, con soldados en seis pa¨ªses subdesarrollados.
Cierto, tambi¨¦n, que esto ven¨ªa de atr¨¢s. Unos meses antes de la elecci¨®n de Mitterrand, el presidente Giscard se compromet¨ªa en la lucha de Chad y enviaba 800 marines y 300 paracaidistas a la rep¨²blica centroafricana. Aunque el Gobierno anterior parec¨ªa mantener mayores distancias con la pol¨ªtica de Estados Unidos, no cesaba de escoltar con su propia fuerza y con sus famosas armas -de las que tiene abierto un mercado que pasa por encima de las ideolog¨ªas gobernantes- la pol¨ªtica de Reagan. Puede ser que una de las razones por las que Giscard y la derecha perdieran sus elecciones estuviese ah¨ª. La izquierda sabe, sin duda, lo que hay que atribuir a la herencia en lo que ahora aparece como un nuevo militarismo por lo escandaloso -llamativo- de las mitervenciones en L¨ªbano, como sabe cu¨¢nto del crecimiento del paro, el alza de impuestos, la incontinencia de la inflaci¨®n, la deuda nacional y la ca¨ªda del franco se debe a los Gobiernos anteriores y a circunstancias externas. Ya un pa¨ªs, en este conglomerado en el que nos movemos todos, no est¨¢ gobernado enteramente por su propio Gobierno, ni pierde o gana de su propia econom¨ªa. Pero precisamente lo que Mitterrand y su partido explicaron en las jornadas previas a las elecciones y desarrollaron verbalmente despu¨¦s es que nada podr¨ªa seguir siendo igual. Vendieron el cambio y no lo ten¨ªan.
El silencio de los intelectuales, roto de cuando en cuando por voces como la de Yves Montand o por el crecimiento de ¨®rganos de expresi¨®n radicales como Liberation en Par¨ªs, tiene una mezcla de resignaci¨®n o una consagraci¨®n del mal menor. un regreso a la derecha, que ahora ser¨ªa una derecha vindicativa, ser¨ªa para ellos m¨¢s grave; No es una buena salida. Es vergonzante. Pero no parecen tener otra hasta que se reconstruyan a s¨ª mismos, si tienen tiempo y aprenden a volver a ver. En cuanto a la de la opini¨®n p¨²blica en general, todav¨ªa hay una distancia hasta las elecciones generales, hasta el momento en que puedan transformar sus advertencias en el peso real de un voto. Un tiempo que se le est¨¢ esca pando de las manos a Mitterrand, empe?ado en hacer una pol¨ªtica nacionalista que la naci¨®n no aprecia: porque no percibe en ella misma resultados positivos. Lec ciones todas ellas a aprender por una izquierda definiti vamente m¨¢s joven como la espa?ola, pero m¨¢s d¨¦bil te¨®ricamente tambi¨¦n, y operando sobre un pa¨ªs con tra diciones e instituciones de libertad menos s¨®lidas.
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