Del Trian¨®n Palace a una sala de 'rock'
A finales del siglo XIX Madrid comenz¨® a despertar de su letargo de moros, hidalgos y manchegos por esa punta de la calle de Alcal¨¢, para emparentarse con la Europa fr¨ªvola y desenfadada. Alcal¨¢ 20 , comenz¨® su historia entonces con lo que fue el primer bar de Madrid: Los Refrescos Ingleses, con fuentes de soda para dar burbujas a los, ¨¢rabes coloreados. Todo el rinc¨®n madrile?o fue pespunteado de estos locales de lo que entonces se llamaba g¨¦nero ¨ªnfimo (es decir, una reducci¨®n despectiva del g¨¦nero chico); en el n¨²mero 7 estuvo el Sal¨®n Rouge, y junto a las Calatravas, el Sal¨®n Bleu. Pegado a Alcal¨¢, 20 estuvo el Sal¨®n Japon¨¦s, y en ¨¦l debutaron personajes de nuestra belle ¨¦poque: la Fornarina, la Chelito... Luego fue el Lion d'Or, uno de los caf¨¦s de tertulia m¨¢s famosos de Madrid.Cuando se trasladaron los Refrescos Ingleses, se emprendieron las obras para un nuevo local. Ser¨ªa el Trian¨®n Palace. Empez¨® siendo sede de teatro de comedias cortas, en uno o dos actos, siguiendo una l¨ªnea que hab¨ªa empezado el Lara; pero la zona parec¨ªa requerir otra cosa, y el empresario cay¨® en el g¨¦nero ¨ªnfimo, pero trajando de conservar una cierta dignidad. Fue all¨ª donde se present¨® por primera vez La Goya, que se hac¨ªa llamar tonadillera para separarse de la masa de las cupletistas; fue musa de los intelectuales nacionalistas y se cas¨® con uno de ellos, Tom¨¢s Borr¨¢s.
Desapareci¨® a su vez el Trian¨®n Palace para dar lugar a un proyecto mucho m¨¢s ambicioso y mucho m¨¢s europeo. Uno de los creadores del Madrid moderno, el industrial Modesto Gonz¨¢lez de la Hoz, quiso hacer lo que hoy llamar¨ªamos un complejo de la frivolidad. Con ese solar, y otros adyacentes, hasta la espalda de la calle de Alcal¨¢ -la de Arlab¨¢n-, se pensaba hacer algo que se defin¨ªa como "al estilo de Par¨ªs": un teatro de revista, un s¨®tano de sala de fiestas -o cabar¨¦, o dancing- y, sobre todo, una gran sala de juegos... y un h?tel y meubl¨¦e. El industrial pidi¨® asesoria a uno de los madrile?os m¨¢s europeos del mundo del espect¨¢culo, Juan Jos¨¦ Cadenas, que hab¨ªa importado a Madrid la revista -Arco Iris, El Pavo Real, El principe Carnaval- y comenzaron las obras (durante ellas, al trabajar en los cimientos donde hoy humean a¨²n los escombros del incendio del s¨¢bado, se hundi¨® el suelo del Lion d'Or y se precipitaron los clientes).
Todo hubieira salido bien de no haberse producido la dictadura de Primo de Rivera. Vino una ola de puritanismo, y cuando se inaugur¨® el complejo se hab¨ªa prohibido ya el juego y no se autorizaba el meubl¨¦e. Todo se qued¨® en un gran teatro, el Alc¨¢zar -que entonces se escrib¨ªa cor. k-, y un cabar¨¦, el Lido. El teatro se inaugur¨® con una opereta de Leo Fall, Madame Pompadour. Fue a parar a teatro de comedias c¨®micas, y luego, a la revista. Pas¨® por el cine, y fue finalmente escenario de los grandes ¨¦xitos y luego de la despedida de Celia G¨¢mez.
El Lido fue un cabar¨¦ elegante, con bellas tanguistas y el culto l¨®gico al charlest¨®n y al fox. ?ltimamente hab¨ªa deca¨ªdo. Era baile de solteronas al atardecer, intent¨® adherirse a la moda del caf¨¦ teatro, hasta esta ¨²ltima y repentinamente tr¨¢gica recuperaci¨®n. La nueva sala se hab¨ªa agrandado sum¨¢ndose algunos anejos: entre ellos, lo que se pretendi¨® y a veces fue -sobre todo, en la guerra- un teatro de c¨¢mara y una sala cultural. Despu¨¦s de la guerra, un grupo de j¨®venes intelectuales -entre ellos, Manuel Collado ?lvarez y Catalina Mart¨ªnez Sierra, hija de Catalina B¨¢rcenas- quisieron hacer all¨ª un teatro de vanguardia, pero no fueron autorizados: se les respondi¨® que no reun¨ªa las condiciones de seguridad adecuadas.
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