"La polic¨ªa se sigue luciendo, ?eh?"
El socav¨®n ten¨ªa ocho metros y medio de di¨¢metro y casi tres de profundidad. Lo hab¨ªa producido la explosi¨®n de tres cargas, emplazadas en un t¨²nel de casi siete metros de largo, que terminaba en otra galer¨ªa transversal.Los etarras hab¨ªan tomado la precauci¨®n de tapar el t¨²nel con sacos de arena, fuertemente apuntalados, para evitar que la onda expansiva se perdiese en los subterr¨¢neos. (Como sucedi¨® en 1937 (mando un grupo terrorista atent¨® contra el primer ministro portugu¨¦s, Oliveira Salazar. En esa ocasi¨®n construyeron un t¨²nel similar y la onda expansiva se perdi¨® por los colectores y alcantarillas. Uno de los etarras que particip¨® en el atentado contra Carrero asegur¨® que se hab¨ªa tenido en cuenta este precedente).
Antes de emprender la huida, los propios etarras que conectaron el detonador a distancia pensaron que hab¨ªan fallado porque no vieron por ninguna parte el coche de Carrero. Hasta tal punto les lleg¨® a preocupar su posible fracaso que Argala -seg¨²n testimonios que constan en el sumario- fue visto en el lugar del suceso horas despu¨¦s, vestido con una gabardina blanca, en compa?¨ªa de una mujer Hab¨ªa acudido all¨ª, desde su escondite, para, comprobar por s¨ª mismo los efectos del atentado. Una verdadera osad¨ªa porque la zona estaba llena de polic¨ªas.
El Austin Morris colocado all¨ª por los etarras conten¨ªa nueve kilos de explosivo que tendr¨ªan que estallar por simpat¨ªa, cosa que no ocurri¨®. Pero este detalle -mediante el cual se confirm¨® m¨¢s tarde que la Goma 2 proced¨ªa del robo a un polvor¨ªn de Hernani- no se conoci¨® hasta que se hizo p¨²blico ocho d¨ªas despu¨¦s, en una conferencia de prensa convocada por miembros de ETA en el sur de Francia. La Polic¨ªa Municipal hab¨ªa retirado aquel veh¨ªculo, junto con otros 14, a un dep¨®sito del Ayuntamiento. Al conocer el hecho, el director general de Seguridad, coronel Eduardo Blanco, le coment¨® al jefe superior de Polic¨ªa de Madrid, teniente coronel Quintero:
-Vaya, Quintero, la polic¨ªa se sigue luciendo, ?eh?
La explosi¨®n. derrib¨® uno de los tabiques de la vivienda del portero del 104, que fue a caer encima de la cama de sus dos hijas. Mar¨ªa Jos¨¦, que contaba 4 a?os de edad, result¨® herida grave, con una fuerte conmoci¨®n cerebral; Rosa Mar¨ªa, de 10 meses, sali¨® milagrosamente ilesa. La mayor recibi¨® un fuerte golpe en la frente y se le abri¨® una brecha en el rostro. Los brazos de la, cuna impidieron que el tabique y los cascotes alcanzaran el cuerpo de la peque?a. Tambi¨¦n result¨® herida levemente su madre.
Los dos escoltas, por fin, sin haberse dirigido una sola palabra en el interior del veh¨ªculo, lograron salir del autom¨®vil. Apenas pod¨ªan creer lo que ve¨ªan sus ojos. Ni siquiera repararon que en aquellos momentos hab¨ªa varios heridos, aunque no de gravedad. Rafael Galiana -que luego pasar¨ªa 15 d¨ªas internado en el hospital Francisco Franco con un grave traumatismo craneal- mir¨® primero hacia el socav¨®n. "Luego anduve zascandileando por all¨ª, pero no recuerdo lo que hice en los primeros instantes. Estaba completamente aturdido"- Miguel Alonso -que tambi¨¦n ser¨ªa ingresado en el mismo hospital, con un esguince en el tobillo derecho y un cuerpo extra?o incrustado en el tal¨®n izquierdo- no recuerda que hubiera sentido el m¨¢s m¨ªnimo dolor mientras se dirig¨ªa, corriendo, hacia la casa del presidente para saber si aqu¨¦l hab¨ªa llegado a su domicilio.
Los escoltas cre¨ªan que el coche del almirante no hab¨ªa sido alcanzado por la explosi¨®n y hab¨ªa seguido hacia la casa de Hermanos B¨¦cquer. Habl¨® con dos polic¨ªas armados que se encontraban en el portal y ¨¦stos le informaron que el presidente no hab¨ªa llegado. El inspector Alonso volvi¨® corriendo a Claudio Coello. "Entr¨¦ en el coche y comuniqu¨¦ que el presidente no hab¨ªa llegado a su domicilio y que no sab¨ªa d¨®nde estaba".
Gregorio L¨®pez Bravo escuch¨® la explosi¨®n cuando todav¨ªa se encontraba en el interior de la iglesia de los jesuitas. "Fue muy aparatosa, al menos tal y como se escuch¨® en el interior del templo". El ex ministro pens¨®, en un principio, que proven¨ªa de la Embajada norteamericana, que se encuentra casi enfrente de la iglesia. Sali¨® a la calle. "Me pareci¨® un sitio raro para una explosi¨®n y nunca pude imaginar lo que hab¨ªa ocurrido con Carrero". Se dirigi¨® andando hacia Claudio Coello y vio el enorme socav¨®n en el suelo. Fue una de las primeras personas, incluida la polic¨ªa, que lleg¨® al lugar del suceso. Volvi¨® hacia su oficina pensando que hab¨ªa sido una explosi¨®n de gas, tal como se crey¨® en los primeros momentos. Al llegar a su despacho de consejero del Banco Espa?ol de Cr¨¦dito le informaron que el presidente hab¨ªa muerto en el lugar de la cat¨¢strofe.
"Fue algo muy misterioso", dice ahora, "y nadie de los que nos encontr¨¢bamos en el lugar nada m¨¢s ocurrir la explosi¨®n ¨¦ramos conscientes de que el coche del presidente estaba dentro del edificio de los jesuitas".
En aquellos momentos, la confusi¨®n fue la nota predominante. Nadie pod¨ªa imaginar lo ocurrido. Pero L¨®pez Bravo, junto con el director general de Seguridad, coronel Blanco, y su secretario particular, el comisario Lorenzo Calatayud, coincidieron por separado en el mismo razonamiento: "Era demasiado perfecto para ser un atentado y demasiada casualidad para ser un accidente".
Instantes despu¨¦s de la primera llamada por radio de uno de los escoltas -para informar a la central en la Direcci¨®n General de Seguridad que hab¨ªa habido una explosi¨®n en Claudio Coello-, un sacerdote dijo a los polic¨ªas que hab¨ªa un veh¨ªculo en la terraza interior del convento.
El veh¨ªculo del almirante -que pesaba 1.758 kilos- hab¨ªa sido le
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Viene de la p¨¢gina 19vantado hasta una altura de unos 35 metros por efecto de la onda expansiva, chocado contra la cornisa del edificio donde est¨¢ situada la iglesia y ca¨ªdo a un patio interior de la residencia de los jesuitas, situado a la altura del segundo piso.
(La casa-convento tiene cinco alturas, incluida la planta baja.) El autom¨®vil qued¨® empotrado entre la barandilla y una pared del patio, doblado en forma de uve.
Un coche volando
El hermano Esteban Turpin fue uno de los dos religiosos que vio volar el coche presidencial. El estaba en su habitaci¨®n, situada en la cuarta planta. El otro fue el anciano sacerdote, Manuel Sol¨ªs. ?ste fue a avisar a sus compa?eros de lo que acababa de ver. Pero nadie le crey¨®. Estaban acostumbrados a sus trastornos seniles. Con buenas palabras, sus compa?eros le volvieron a llevar a su estancia. Tardaron algunos minutos en comprobar que, efectivamente, el padre Sol¨ªs hab¨ªa visto volar un coche.
Ninguno de los jesuitas sufri¨® da?o alguno por la explosi¨®n, a pesar de que algunos se encontraban desayunando en el comedor de la planta cuarta, una de las zonas m¨¢s da?adas por los cascotes y adoquines que se estrellaron contra el interior del edificio.
La tragedia pudo haber sido mucho mayor. La terraza interior del segundo piso de la casa-convento de los jesuitas, donde fue a caer el coche presidencial, sol¨ªa estar ocupada a esa misma hora por unos 250 ni?os de las ocho aulas de bachillerato instaladas en esa planta del edificio. Normalmente, a las 9.28 horas, los ni?os esperaban all¨ª a que sonara el timbre de las 9.30 para formar en filas y entrar en clase. Estaba previsto que las vacaciones comenzasen el viernes, 21 de diciembre, como en el resto de los centros oficiales. A las 9.28 horas del 19 de diciembre de 1973, v¨ªspera del atentado, se encontraban todos los ni?os en esa terraza esperando el comienzo de las clases. Los jesuitas rigen este colegio para mantener la escolan¨ªa de unos 80 ni?os -voces blancas-, una de las m¨¢s acreditadas de Espa?a. Las vacaciones se adelantaron dos d¨ªas, excepcionalmente, debido a que el coro ten¨ªa que cantar los d¨ªas de Nochebuena y Navidad. Los responsables del colegio decidieron enviarles antes a sus casas.
El padre Jos¨¦ Luis G¨®mez Acebo baj¨® a la terraza donde se encontraba el coche y administr¨® la extremaunci¨®n a las v¨ªctimas. Entre el amasijo de hierros y chapa, el jesuita s¨®lo se percat¨® de que hab¨ªa dos personas en el interior y les ungi¨® con los santos ¨®leos. M¨¢s tarde, cuando le advirtieron que eran tres los ocupantes del autom¨®vil, volvi¨® al lugar y como no sab¨ªa a qui¨¦nes hab¨ªa administrado la extremaunci¨®n, volvi¨® a hacerlo con todos, en compa?¨ªa del padre Jim¨¦nez Berzal. Fue tambi¨¦n G¨®mez Acebo quien, a la entrada de la casa, comunic¨® a los escoltas Galiana y Alonso que hab¨ªa administrado los ¨²ltimos sacramentos a los ocupantes de un veh¨ªculo y que no sab¨ªa qui¨¦nes eran. Los escoltas, al o¨ªr aquello,
"La polic¨ªa se sigue luciendo, ?eh?"
se precipitaron hacia la escalera. Cuando sub¨ªan camino de la terraza, un grupo de jesuitas intent¨® convencer al primero de ellos de que se trasladara a la enfermer¨ªa para que le curaran las heridas. Galiana llevaba la cara ensangrentada. Pero ¨¦ste, casi despectivamente, se neg¨® y sigui¨® andando, nervioso, hasta el lugar donde se encontraba el coche del presidente. Las puertas del veh¨ªculo no se pod¨ªan abrir. Mientras tanto, el inspector Salda?a, adscrito a la Brigada de Orden P¨²blico, lleg¨® al lugar del atentado. Fue el primer polic¨ªa en acudir. Inmediatamente despu¨¦s llegaron los bomberos, que abrieron con palanquetas las puertas del veh¨ªculo.El almirante Carrero parec¨ªa muerto. Ten¨ªa cerrados los ojos y por la nariz y los o¨ªdos le manaba sangre. Pero estaba vivo. Morir¨ªa durante su traslado al hospital, en una ambulancia de la, Diputaci¨®n Provincial.
Polic¨ªas de la Brigada Criminal que presenciaron aquella escena afirman que, en algunos momentos, el presidente intentaba conseguir aire, que hac¨ªa esfuerzos agitados por respirar. El conductor Jos¨¦ Luis P¨¦rez Mogena estaba a¨²n con vida, pero no pod¨ªa articular palabra. Habr¨ªa cumplido en febrero sus ocho a?os en el Parque M¨®vil de los Ministerios. A la hora de salir de casa para ir a buscar al presidente, se hab¨ªa despedido de su madre, Concha Mogena, quien saldr¨ªa poco despu¨¦s para la cl¨ªnica Francisco Franco para visitar a una amiga. No sab¨ªa que apenas unos minutos despu¨¦s ingresar¨ªa all¨ª su hijo, para morir a la una de la tarde.
El inspector Bueno Fern¨¢ndez result¨® muerto en el acto. La onda expansiva le alcanz¨® de lleno. Parte de su masa encef¨¢lica aparec¨ªa estrellada contra el interior del veh¨ªculo. Seg¨²n los otros dos escoltas, el rostro de Bueno, deformado y completamente blanco, era "como una m¨¢scara t¨¦trica, como si se le hubiera roto el coraz¨®n y toda la sangre le hubiera bajado a los pies; como si una fuerza interior le succionara el rostro". Bueno llevaba eri. la escolta de Carrero desde 1957.
Los bomberos abrieron las puertas del coche presidencial con palanquetas y los cuerpos de Carrero, el escolta y el conductor, fueron sacados inmediatamente del veh¨ªculo y descendidos en el ¨²nico ascensor del convento de los jesuitas y sacados por la puerta d¨¦ Maldonado 1.
Un zapato marca Lotusse, tipo mocas¨ªn de color marr¨®n, con restos de calcet¨ªn, y probablemente de pie, qued¨® en el poyete de una de las ventanas. Pertenec¨ªa al almirante Carrero.
El escolta Miguel Alonso recogi¨® las pistolas del inspector y del conductor -¨¦ste ¨²ltimo hac¨ªa pocos d¨ªas que hab¨ªa decidido llevar el arma- Mir¨® el reloj del coche del presidente. Marcaba las 9.28.40. Era la hora exacta de la explosi¨®n. Todos sab¨ªan que Carrero era exageradamente puntual y su reloj nunca llevaba el m¨¢s m¨ªnimo retraso o adelanto. Despu¨¦s, desde un tel¨¦fono de la residencia de los jesuitas, el inspector Miguel Alonso llam¨®,al jefe de la Brigada de Escoltas, C¨¢ndido ?lamo, y a Presidencia del Gobierno para informar de lo ocurrido.
Los m¨¦dicos forenses, Bonifacio Viga S¨¢nchez Morate y Carlos Mendo Aulech, redactaron el informe sobre las tres muertes. Al presidente no se le practic¨® la autopsia. Explicaron que la causa del fallecimiento del almirante hab¨ªa sido debida a un choque traum¨¢tico. Carrero muri¨® camino del hospital provincial Francisco Franco, donde los fore?ses establecieron las causas de la muerte: "Fractura de maxilar inferior, fractura de ambas clav¨ªculas, aplastamiento tor¨¢cico, enucleaci¨®n de test¨ªculo izquierdo, fractura abierta de tibia y peron¨¦ derechos, fractura y luxaci¨®n abierta con enucleaci¨®n de los huesos del tarso en miembro inferior izquierdo, fractura conminuta de medio pie derecho y epistaxis traum¨¢tica -flujo de sangre por la nariz".
Al cad¨¢ver del escolta Juan Antonio Bueno Fern¨¢ndez se le apreci¨® aplastamiento de cr¨¢neo y de regi¨®n tor¨¢cica. "El diagn¨®stico de su fallecimiento, por tanto, es la destrucci¨®n de un ¨®rgano de importancia vital, ya que incluso se apreciaba la p¨¦rdida de masa encef¨¢lica". Tambi¨¦n fue examinado el cad¨¢ver del conductor Jos¨¦ Luis P¨¦rez Mogena, tras la intervenci¨®n quir¨²rgica a que fue sometido: "Rotura de coraz¨®n y hep¨¢tica; la causa de la muerte, pues, puede determinarse por rotura del coraz¨®n, que no pudo ser salvada por los procedimientos terap¨¦uticos".
A las 9.40, la Polic¨ªa Municipal recibi¨® la primera llamada y a los pocos minutos comenzaron a llegar las ambulancias que trasladaron a las v¨ªctimas y a los heridos al Francisco Franco.
En el momento de la explosi¨®n, Rafael Jerez, de 30 a?os, jefe de Prensa de la Embajada norteamericana, se encontraba en su despacho y sinti¨® "una vibraci¨®n de abajo arriba". Le indic¨® a su secretaria que preguntara si hab¨ªa ocurrido algo en las calderas del edificio, que se encuentran en los s¨®tanos del inmueble. No hab¨ªa ocurrido nada. (En el edificio tampoco hay salidas subterr¨¢neas, como err¨®neamente se dijo entonces.) A los cinco minutos escasos, Rafael Jerez fue informado de que se hab¨ªa producido una fuerte explosi¨®n de gas junto al 104 de Claudio Coello. Sali¨® a la calle y ya no pudo llegar hasta all¨ª porque la polic¨ªa hab¨ªa cortado el paso justo en la esquina con Maldonado. Por esta calle "bajaba un r¨ªo de agua". Se le acerc¨® una mujer y le dijo que apagara el cigarrillo porque ol¨ªa mucho a gas. Despu¨¦s de merodear un poco por la zona, vio llegar en su veh¨ªculo oficial al ministro de la Gobernaci¨®n, Carlos Arias Navarro.
En la calle ya se comentaba que Carrero hab¨ªa sufrido un atentado.
PR?XIMO CAP?TULO:
"El presidente est¨¢ cad¨¢ver"
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