El alcalde y la enfermera
En relaci¨®n con la informaci¨®n aparecida en ese peri¨®dico el 29 de noviembre de 1983, quisiera, ante todo, dejar claros los hechos acon-tecidos. Hechos que, por otra parte, pueden ser comprobados en la sentencia dictada por el juez de distrito de Segorbe, en Castell¨®n, el 28 de noviembre de 1983, sobre el juicio de faltas que por ese motivo se celebr¨®.Tengo el honor de ocupar la alcald¨ªa del ilustre pueblo de Eslida desde las elecciones municipales del 8 de mayo pasado, y desde entonces todo mi empe?o se ha cifrado en procurar lo mejor para el pueblo como, por ejemplo, conseguir de la diputaci¨®n una subvenci¨®n de m¨¢s de cuatro millones de pesetas para obras de mejora del pozo artesano, que en un principio no estaba, programada hasta el a?o 1984.
El pasado mes de septiembre se celebraron las fiestas patronales de Eslida, que me congratulo en afirmar alcanzaron un alto nivel, y que todo el pueblo puso su esfuerzo porque salieran lo mejor posible. Como digo, estas fiestas se desarrollaron normalmente, y hubieran acabado igual si no fuera por un hecho lamentable.
El d¨ªa 2 de septiembre los mozos quisieron embolar un toro, acto que no estaba previsto, y que, como todo el mundo sabe, no puede realizarse sin que se confirme que habr¨¢ asistencia m¨¦dico-sanitaria. Con tal motivo, se acudi¨® en busca del m¨¦dico y la ATS del pueblo para que estuvieran presentes; ¨¦stos pusieron como condici¨®n el percibir unos honorarios de 12.000 pesetas, que les debieran corresponder por trabajar una noche extra, dinero que los mozos no ten¨ªan. En este punto llamaron al clavario mayor, y requirieron mi presencia para aclarar la situaci¨®n. Puesto que los mozos no pod¨ªan pagar, la ATS y el m¨¦dico sugirieron que fuera el ayuntamiento el que pusiera el dinero, a lo cual me negu¨¦ porque el ayuntamiento no ten¨ªa fondos. Fue entonces cuando m¨¦dico y ATS declararon que no estaban dispuestos a devolver la cantidad que, seg¨²n hab¨ªan acordado en fechas anteriores, estar¨ªan dispuestos a donar, y tambi¨¦n fue entonces cuando comenz¨® una desagradable escena, en que la ATS, do?a Mar¨ªa Amparo Sim¨®n, empez¨® por llamarme mentiroso; yo le contest¨¦ con el apelativo valenciano de penchol, que significa mal vestida; lo que me llam¨® despu¨¦s esta se?ora es algo que atenta contra toda persona decente y educada, y que no puede dejar impasible a quien, como yo, me tengo de familia muy honrada. En resumen, este intercambio de impresiones dio como resultado una denuncia en mi contra, que desemboc¨® en un juicio de faltas, y sobre el cual se ha publicado mucho, y nada a mi favor, aun despu¨¦s de la publicaci¨®n de la sentencia, que nos considera a ambos igualmente culpables y nos condena a pagar una multa de 7.500 pesetas cada uno, y no esa cantidad yo y 5.000 pesetas ella, como se ha venido publicando, as¨ª como las costas del juicio entre los dos.
Esto es cuanto ocurri¨®, y me sorprende, aun ahora, encontrar informaciones que, haciendo caso omiso de una sentencia judicial, me denomine cacique y otras cosas. Es doloroso que uno se preocupe y luche todos los d¨ªas por el buen funcionamiento de su localidad y a ra¨ªz de un hecho que no tiene mayor trascendencia se me tire tierra encima. /
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