Colonias textiles de la m¨ªstica a la lucha contra la crisis
Los complejos fabriles algodoneros del Llobregat todav¨ªa supervivientes dejaron atr¨¢s su social-catolicismo fundacional y afrontan la actual situaci¨®n con criterios de rentabilidad y productividad
Basta un simple contrato laboral para trabajar actualmente en cualquier colonia textil. No es preciso residir entre las paredes del complejo fabril, aunque inicialmente el contrato de alquiler de vivienda iba estrechamente unido al de trabajo y el patr¨®n pod¨ªa dejar al trabajador a un tiempo sin casa y sin salario. Todo lo que encerraban estas viejas colonias pertenec¨ªa a un solo due?o. En la de l'Ametlla de Merola, fundada en 1872 en el t¨¦rmino municipal de Puig-Reig, exist¨ªan en 1885 una iglesia definida como rom¨¢nica, pero con un peque?o roset¨®n, un caf¨¦, teatro, comercios e incluso un maestro, un sacerdote -tambi¨¦n en n¨®mina- y un reducido grupo de monjas dominicas.
Lo p¨²blico, privado
Las colonias, que fueron una forma genuinamente catalana de adaptar la industrializaci¨®n a la debilidad del Estado -seg¨²n el historiador Ignasi Terradas-, constituyeron tambi¨¦n un intento de cambiar la conflictiva mano de obra urbana por la d¨®cil de un campesinado que viv¨ªa en p¨¦sima condiciones. Apelando a la privatizaci¨®n de lo p¨²blico, ante estos poderes del Estado asumidos por la patronal, Prat de la Riba escribi¨® que en las colonias Ios obreros han de vivir sujetos a un r¨¦gimen de direcci¨®n moral y de tutela radicalmente distinto del de las ciudades. Bajo la acci¨®n de una severa disciplina moral y religiosa, los resultados no se har¨ªan aguardar".Hoy las cosas han cambiado. Todo ha disminuido, a excepci¨®n de la producci¨®n. En l'Ametlla de Merola, las 735.000 libras de hilado (unos 330.000 kilos) de producci¨®n media anual en 1885 han dejado paso a dos millones de kilogramos anuales. El trabajo lo realiza una quinta parte de los trabajadores. Los 324 telares empleados entonces han quedado ahora en 300 y los 9.000 husos existentes a finales de siglo se han duplicad.
Pagar las consecuencias
Antoni Serra Mart¨ª est¨¢ al frente de la antigua colonia de l'Ametlla de Merola, que actualmente se denomina Serra y Feliu. La empresa ha superado sus momentos m¨¢s dif¨ªciles, "aunque est¨¢ bajo los efectos de la crisis, como cualquier industria". Sin embargo, la antigua colonia es una de las m¨¢s productivas de la cuenca del Llobregat. Los hist¨®ricos telares Harley han dado paso a otros sin lanzadera, y 1 as 67.000 piezas tejidas anualmente, a los 10 millones de metros actuales.La producci¨®n de algod¨®n, que fue v¨ªctima de la introducci¨®n de fibras sint¨¦ticas en los mercados, vuelve otra vez por sus fueros. Las empresas asentadas en la cuenca del Llobregat alternan y mezclan esta materia prima con el polyester o la fibrana. La aplicaci¨®n del Plan de Reconversi¨®n Textil ya se dej¨® notar en el sector algodonero el a?o pasado, cuando el valor de la producci¨®n vendible de hilados y tejidos experiment¨¦ un alza del 20%, mientras que los precios medios crecieron alrededor del 16%.
"Los que no remodelaron la empresa a tiempo est¨¢n pagando ahora las consecuencias", explica Antoni Serra. La m¨¢s reciente de las crisis de Serra y Feliu sucedi¨® hace 15 a?os y la reestructuraci¨®n de la empresa pas¨® por la supresi¨®n de 300 puestos de trabajo que fueron absorbidos mediante la creaci¨®n de una nueva empresa en la cercana localidad de Navars Las inundaciones de 1982 llevaron al borde de la cat¨¢strofe a las empresas textiles afincadas en los m¨¢rgenes del Llobregat. Serra y Feliu tuvo unas p¨¦rdidas de unos 500 millones de pesetas. En esta ocasi¨®n, el esp¨ªritu comunitario de la colonia volvi¨® a manifestarse y todos los habitantes de l'Ametlla de Merola se volcaron en las tareas de reconstrucci¨®n.
La crisis, r¨ªo arriba
"La empresa ha perdido el viejo esp¨ªritu paternalista, que est¨¢ en la ra¨ªz de la creaci¨®n de colonias", explica Antoni Serra Mart¨ª. De la actual plantilla s¨®lo la mitad vive en el recinto, que actualmente cuenta con 503 habitantes, y la empresa simplemente se encarga de la restauraci¨®n de las fachadas y de las subvenciones por determinadas actividades culturales a entidades aut¨®nomas formadas por los propios trabajadores.R¨ªo arriba, la situaci¨®n es diferente. La colonia Rosal, una de las primeras en instalarse en la zona (1769), se encuentra en una situaci¨®n econ¨®mica dif¨ªcil. Es la otra cara de la crisis, la que ha llevado a los trabajadores a constituirse en Sociedad An¨®nima Laboral (SAL). Situada a seis kil¨®metros de Berga, sus antiguos due?os, miembros de la familia Rosal, siguen ostentado la presidencia y el cargo de consejero delegado del consejo de administraci¨®n, aunque en realidad cuentan con el 49% de participaci¨®n en la empresa, frente al 51% de los trabajadores.
El lastre de la suspensi¨®n de pagos, que se produjo en 1979 con un pasivo de 460 millones de pesetas, y los d¨¦bitos a la Seguridad Social siguen pesando sobre esta SAL, que lucha por poder acogerse al Plan de Reconversi¨®n Textil. De los 1.300 trabajadores que formaron su plantilla en ¨¦pocas de auge, se ha pasado en la actualidad a 468.
Esta empresa vivi¨® en los a?os sesenta y principios de los setenta el boom de las s¨¢banas estampadas. A partir de 1974, el incremento de los precios de venta no pudo contrarrestar los efectos de la inflaci¨®n y el incremento del precio de las materias primas. La demanda cay¨® y las existencias crecieron, originando unos costes financieros que de 1974 a 1978 se incrementaron en un 3.200%.
El Fondo Nacional de Protecci¨®n al Trabajo concedi¨® un pr¨¦stamo de 250 millones de pesetas. En 1980 se levant¨® la suspensi¨®n de pagos y Textil Colonia Rosal consolid¨® su posici¨®n en el mercado. La producci¨®n se increment¨® un 50% por encima de lo vendido en 1979 y se hicieron adquisiciones de maquinaria. A finales de ese a?o volvi¨® a agudizarse la crisis textil y se efectu¨® una reducci¨®n temporal de plantilla que afect¨® al 3 3 % de los trabajadores.
Su mantenimiento hasta 1983 estriba, en buena medida, en la pol¨ªtica de contenci¨®n de salarios y en la compra de maquinaria, en muchas ocasiones, de segunda mano. Hace escasamente dos meses ha sido vendido a sus ocupantes un edificio de la colonia y, al contrario de lo que sucede en l'Ametlla de Merola, la empresa no puede hacerse cargo del mantenimiento de las fachadas exteriores de la colonia.
En la colonia Rosal viven actualmente unas 1.000 personas, de las que tan s¨®lo 250 prestan servicio en la empresa, cuya productividad ascender¨¢, al concluir 1983, a cuatro millones de metros de tela y 1.200 kilogramos en la producci¨®n de hilados. El 70% de esta producci¨®n est¨¢ destinada a la exportaci¨®n, cosa que tambi¨¦n sucede con parte de la fabricaci¨®n textil de Serra y Feliu, que se destina a pa¨ªses como Holanda, Gran Breta?a,. Rep¨²blica Federal de Alemania y Francia.
El combate por los mercados ha sustituido a las viejas contiendas carlistas. Algunas colonias han visto, fruto de la reciente guerra por la supervivencia, como sus puertas se cerraban irremediablemente ante la situaci¨®n econ¨®mica. La vieja Catalu?a se resiste a perder una nueva batalla.
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