1985
George Orwell amaba el Londres anterior a los bombardeos de la Segunda guerra mundial, el socialismo so?ado antes del desvelamiento del estalinismo y la ginebra y el caf¨¦ previos al mercado negro y al racionamiento de la posguerra.De estos tres malos humores nace la novela 1984 y de una cierta sensaci¨®n de incomodidad en la obra del Orwell prerrevolucionario, en un mundo de supervivientes, en el que los pol¨ªticos laboristas le parec¨ªan unos horteras que lo pon¨ªan todo perdido de neodecir para no decir lo que sin duda habr¨ªan tenido que decir. El polaco, nacionalizado brit¨¢nico, Isaac Deutscher supo comprender a este Orwell destemporalizado que escribi¨® una rega?ina a sus contempor¨¢neos, disfrazada de profec¨ªa y utop¨ªa de males mayores.
Como novela, 1984 es un ejemplo de c¨®mo no debe escribirse literatura ideologizada, y, como profec¨ªa, es una hip¨¦rbole que exagera lo que luego no se ha producido y no prev¨¦ lo que realmente habr¨ªa de ocurrir.
El control de la conciencia en 1984 o se practica desde la m¨¢s estricta sofisticaci¨®n democr¨¢tica o desde la m¨¢s brutal de las represiones a la manera asi¨¢tica del gran Tamerl¨¢n. Los verdugos te despellejan o te venden la necesidad de que les necesites, disfrazados de misil o de hamburguesa, de reserva espiritual de Occidente o de reserva no menos espiritual de Oriente. Pero no existe ese civilizado personaje llamado O'Brien, travesti de poder y oposici¨®n, que te tortura de tanto que te ama.
Tampoco la geopol¨ªtica de 1985 reproduce la profec¨ªa de Orwell, aunque no falten ciertos acercamientos ya previsibles desde los tiempos de Yalta y de Postdam. Si llegamos a verlo, en 1985 el mundo se encontrar¨¢ pol¨ªticamente casi igual de repartido como hace 40 a?os, y mal asunto si nos pasamos todo el a?o 1984 a la busca de las mentiras y de las verdades que leg¨® Orwell, en las huellas de lo cotidiano. Al fin y al cabo hay motivos para presumir que en 1985 el cinismo del poder se seguir¨¢ fundamentando en la sospecha de que el poder desconoce su propio cinismo. Algo as¨ª como el crimen perfecto. Sin olvidar que, adem¨¢s, en este crimen, aparentemente, ni siquiera aparecen los cad¨¢veres, y cuando los hay, o no pertenecen a nuestra comunidad aut¨®noma o sus caras no nos dicen nada.
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