El d¨®lar, la mercanc¨ªa m¨¢s buscada en la isla
Hace unos pocos a?os, el Gobierno de La Habana decidi¨® reabrir las puertas del pa¨ªs para que los cientos de miles de cubanos que eligieron el exilio pudieran regresar como turistas. Los que antes eran gusanos, en la terminolog¨ªa oficial, pasaron a constituir "la comunidad cubana en el exterior". Al menos un vuelo charter diario sale desde Miami hacia La Habana desde entonces, con las maletas atiborradas de transistores, grabadoras y toda suerte de cachivaches electr¨®nicos.Esta quintacolumna del capitalismo m¨¢s avanzado oblig¨® a hacer algunas concesiones dentro de la austeridad socialista. Decenas de tiendas del Estado abrieron sus puertas en La Habana vieja, que despu¨¦s de 25 a?os de abandono parece una ciudad reci¨¦n salida de un bombardeo. Pero a menudo la oferta es tan escasa que ni siquiera llega a llenar los escaparates. Ni la escasez ni los precios disparatados (20.000 pesetas por unos zapatos o unos vaqueros) han conseguido, sin embargo, disminuir la nueva fiebre de las compras.
Largu¨ªsimas colas se forman cada d¨ªa ante el antiguo Sears, convertido hoy en almac¨¦n estatal. Aunque sus puertas abren a las dos de la tarde, muchas mujeres se aglomeran ante la entrada desde primeras horas de la ma?ana.
Mercado negro de divisas
Los precios nada tienen que ver con las leyes del mercado. Ning¨²n funcionario de comercio ha conseguido explicar por qu¨¦ un ventilador fabricado en Checoslovaquia o la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania cuesta en los establecimientos del Estado m¨¢s de 100.000 pesetas, cuando los extranjeros pueden comprar el mismo artefacto en las tiendas para turistas a un precio cinco veces menor, siempre que paguen en d¨®lares.
Esto explica que La Habana se haya convertido en un gran mercado negro de divisas. El mecanismo de acercamiento empieza casi siempre por preguntar la hora, para comprobar que se trata en efecto de un extranjero y no de un polic¨ªa camuflado. A pesar de las duras sanciones impuestas contra el tr¨¢fico ilegal de d¨®lares, su cotizaci¨®n multiplica por cinco el cambio oficial. Estos d¨®lares se entregan luego al pariente llegado de Estados Unidos para que compre en el hotel de turno aut¨¦nticos vaqueros, que casi siempre est¨¢n hechos en Espa?a o en M¨¦xico.
La cola forma parte de los h¨¢bitos diarios en Cuba. Cola para comprar, cola para comer, cola para tomar un helado en Copelia. Salta a la vista que hay m¨¢s dinero del que se puede gastar. Con unos sueldos m¨ªnimos de unas 22.000 pesetas -que se doblan en el caso de un t¨¦cnico medio-, con unos alquileres que no pueden rebasar el 10% del salario, con la educaci¨®n y la salud totalmente gratuitas, el cubano no tiene a menudo en qu¨¦ gastar sus pesos.
El Estado omnipresente ha resuelto las necesidades fundamentales de los cubanos a niveles sin duda sorprendentes para el contexto latinoamericano. Desapareci¨® para siempre el espect¨¢culo de la mendicidad, tan habitual en el tr¨®pico. Su escolarizaci¨®n supera la media europea y su maquinaria de salud adquiere caracteres de ejemplo.
Un m¨¦dico por cada 550 habitantes permite que incluso la cirug¨ªa est¨¦tica corra a cargo del Estado. Cientos de mujeres cubanas se arreglan el pecho a la medida, lo que parece casi una fantas¨ªa aun en los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. Veintiocho pa¨ªses, en su mayor¨ªa africanos, reciben asistencia m¨¦dica cubana, lo que sirve tambi¨¦n como una f¨®rmula de penetraci¨®n para sus asesores militares.
Intercambios privados
La cartilla de racionamiento, que durante mucho tiempo se calific¨® como un estigina de la revoluci¨®n y como un s¨ªmbolo de sus privaciones, es en la actualidad una cesta alimentaria subvencionada, que cada familia complementa con productos adquiridos en las tiendas por la libre o en el mercado campesino, donde los guajiros pueden vender directamente sus productos.
Esta modalidad comercial, que es la ¨²nica forma de intercambio privado que existe en la isla, fue introducida despu¨¦s del segundo congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), a finales de 1980. De hecho, constituye el ¨²nico mecanismo de competencia comercial. La escasez de la oferta ha hecho de los campesinos, la clase m¨¢s explotada en otro tiempo, los nuevos ricos del pa¨ªs.
En el segundo congreso del PCC se han establecido tambi¨¦n algunos procedimientos econ¨®micos de corte capitalista. Se establecieron est¨ªmulos al ahorro, de forma que el dinero depositado en cuentas corrientes obtiene unos intereses del 5%. Pero la mayor¨ªa se pregunta a¨²n: ahorrar, ?para qu¨¦? El coche sigue siendo art¨ªculo de excepci¨®n, que se adjudica por cargos y profesiones; los muebles son escasos y exigen a veces esperas de a?os, y los electrodom¨¦sticos adquieren precios de fantas¨ªa. Esto explica que s¨®lo la mitad de los hogares cubanos tengan televisi¨®n en blanco y negro (el color es un lujo asi¨¢tico) y refrigerador. Las lavadoras llegan ¨²nicamente al 28% de las casas.
La falta de bienes de consumo parece ser tambi¨¦n la explicaci¨®n de que las primas y el trabajo vinculado (una especie de destajo) no hayan logrado los resultados que se esperaba. Aunque todas las estad¨ªsticas hablen de que se han sobrecumplido los planes, uno tiene siempre la sensaci¨®n en Cuba de que hay m¨¢s trabajadores de los necesarios. A pesar de todo, por primera vez el censo de 1981 reconoce un desempleo superior al 3%.
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