La Universidad Complutense y el abec¨¦ de la convivencia
Con motivo de las recientes elecciones del claustro de la Universidad Complutense y de las pr¨®ximas de rector, el diario Abc y, con ¨¦l, algunos profesores, sostienen que una universidad ha de ser dirigida por un profesor independiente, sin vinculaci¨®n con partidos pol¨ªticos o sindicatos. Corrobora lo acertado de esa teor¨ªa, dicen esos se?ores, el hecho de que mi gesti¨®n como rector pol¨ªtico durante los tres a?os en que he desempe?ado el cargo haya sido todo un ejemplo de sectarismo e ineficacia. En justa recompensa, siguen afirmando, la Universidad, en las primeras elecciones ya celebradas, ha asestado una derrota estrepitosa a mis escasos partidarios, derrota que resultar¨ªa descomunal si tuviera la osad¨ªa de presentarme a la reelecci¨®n. Por todo ello, concluyen, lo mejor que puedo hacer, sin ni siquiera esperar a cumplir las pocas semanas que me quedan de mandato, es dimitir cuanto antes, marcharme a mi casa y dejar que personas serias y entendidas se ocupen de arreglar la maltrecha Universidad. Un rector independiente y cient¨ªfico ser¨ªa, as¨ª, imprescindible para desfacer los muchos entuertos que he cometido, pues, a lo que parece, he convertido a nuestra respetable instituci¨®n en lugar de reuni¨®n de apologetas del terrorismo, siniestra oficina donde el pobre profesor ha de fichar a la entrada y salida, patio de monipodio de trapicheos y manipulaciones electorales y organismo gestionado peor que mal.Todo esto -y le juro a quien no lea Abc que no exagero- tiene, claro est¨¢, su explicaci¨®n. Pol¨ªtica, en el caso del peri¨®dico citado, que gusta, como es sabido, de atacar a los socialistas, y cree haber encontrado en m¨ª un blanco -o quiz¨¢, en este caso, habr¨ªa que decir mejor un rojo- pintiparado. Nada hay que objetar a ello, y menos por los que luchamos tantos a?os por la libertad de expresi¨®n. Adem¨¢s, suele decirse, y no sin raz¨®n, que en Espa?a hay que aprender a encajar la cr¨ªtica. Pero tambi¨¦n es un derecho del criticado responder, y a m¨ª me parece, dicho sea con todos los respetos, que cualquier parecido con la realidad de lo que Abc lleva dicho en las muchas p¨¢ginas que me tiene hasta ahora dedicadas es pura coincidencia. Lo que ocurre, me temo, es que de un tiempo a esta parte hay dos Abc. El que aspira, y a veces consigue, a ser un gran diario conservador, de talante liberal y respetuoso con los dem¨¢s, y el Abc que casi me atrever¨ªa a calificar de diario del sensacionalismo pol¨ªtico y del derechismo a ultranza. Yo he tenido la mala suerte de que me haya tocado en estos momentos el segundo, lo mismo que en 1980, en cambio, me ocurri¨® todo lo contrario. Sic transit...
En cuanto a los respetables profesores que, noblemente preocupados, creen de verdad que el remedio de la Universidad est¨¢ en un rector despolitizado, su caso es m¨¢s sorprendente y s¨®lo se explica, creo yo, por nuestro pasado y el consiguiente rechazo que en algunos produce todav¨ªa lo pol¨ªtico. Pensar que el cargo de rector de la Universidad Complutense no tiene dimensi¨®n pol¨ªtica y que para dirigir un organismo con 10.000 millones de pesetas de presupuesto, 2.000 funcionarios, 4.000 profesores y 100.000 alumnos no hace falta una persona con vocaci¨®n p¨²blica e 3 estar en babia. Un rector que tiene que tratar constantemente con ministros, subsecretarios y directores generales, que ha de estar pendiente de lo que hacen el Gobierno y el Parlamento, por sus repercusiones en la vida de nuestra instituci¨®n, que ha de participar velis nolis en la vida pol¨ªtica y diplom¨¢tica de la capital, por lo visto, para hacerlo bien., tiene que ser un profesor que jam¨¢s haya salido de su departamento.
La Universidad espa?ola est¨¢ mal, y el l¨®gico descontento asoma por donde puede. Sin embargo, no deja de ser extra?o que personas que se dedican a la ciencia acepten sin m¨¢s como verdad evidente tan peregrino aserto. No s¨®lo el simple sentido com¨²n indica que el rector de la Complutense ha de ser en buena medida pol¨ªtico, sino que, adem¨¢s, as¨ª ocurre en muchas de las principales universidades del mundo. El presidente de la Universidad de Nueva York, que acaba de investir doctor honoris causa a nuestro Rey, es un conocid¨ªsimo pol¨ªtico y ex senador del Partido Dem¨®crata estadounidense, y nadie en la comunidad cient¨ªfica y universitaria de aquel pa¨ªs -un poquito mejor que la nuestra- se lleva por ello las manos a la cabeza.
Un 'rojo' raro
Respecto de las afirmaciones que se hacen sobre mi sectarismo y desmedido izquierdismo habr¨¢ que reconocer que resulto ser un ultrarrojo bastante raro. V¨¦anse, si no, algunas muestras.Durante los tres a?os en que he desempe?ado el cargo de rector he tenido el honor de invitar y recibir en la Complutense al Papa, al Rey -la Casa Real tiene una propuesta nuestra para hacer a Su Majestad, por su contribuci¨®n a la paz entre los espa?oles, doctor honoris causa por la facultad de Derecho, donde estudi¨®, o bien, si se prefiere, para organizar un homenaje conjunto de todas las universidades espa?olas-, al actual presidente del Gobierno, a bastantes ministros, sobre todo centristas, y a altos jefes de las Fuerzas Armadas, con cuyo Centro de Estudios Superiores de la Defensa Nacional hemos establecido relaciones fecundas y cordiales, y por lo que el Gobierno de UCD, a propuesta de las FF AA, me concedi¨® la Gran Cruz del M¨¦rito Militar. Movido tambi¨¦n por mis irresistibles afanes sectarios trab¨¦ lazos de amistad y entendimiento con el hasta hace poco cardenalarzobispo de Madrid cuando coincidimos en los actos de los colegios de la Iglesia adscritos a nuestra universidad, que casi siempre que me lo han pedido he aceptado presidir. No s¨®lo he trabajado en la Fundaci¨®n Universidad-Empresa para promover el tan necesario acercamiento entre ambas, sino que la junta de gobierno de la Complutense, a propuesta m¨ªa, concedi¨® la Medalla de Oro de la Universidad a un distinguido empresario, y para otro, igualmente ilustre, tom¨¦ la iniciativa de pedir al Gobierno, junto con los dem¨¢s rectores de Madrid, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
Siguiendo en esa misma l¨ªnea de radicalismo y partidismo a ultranza, me he rodeado a lo largo de tres a?os de una veintena de incompetentes vicerrectores, secretarios generales y gerentes, de los que s¨®lo cuatro pertenecen a partidos pol¨ªticos de izquierda y de los que tres, sin duda por causa de su radicalismo e ineficacia, fueron promovidos a altos cargos, dos por el Gobierno centrista y uno por el socialista. Todos ellos nada hicieron en estos tres a?os y se limitaron a disfrutar de las ping¨¹es gratificaciones que cobran los cargos acad¨¦micos. Y ya en pleno empacho partidista, no he nombrado a un solo miembro del PSOE para los cargos de libre designaci¨®n del personal no docente de la universidad, y s¨ª he destituido a alguno.
En cuanto a la total y obvia ineficacia de mi gesti¨®n he de confesar que he sido el primer rector desde la guerra civil que no he sido objeto del menor intento de agresi¨®n, ni f¨ªsica ni verbal, de nadie de la universidad durante mi mandato, que ha sido tambi¨¦n el primero en que no se ha suspendido una sola clase por motivos pol¨ªticos. Tambi¨¦n he sido el primer rector en la historia de la Complutense que ha presentado balances de gesti¨®n anuales y un programa de acci¨®n, y el primero tambi¨¦n que ha llevado a la junta de gobierno todo el presupuesto para su discusi¨®n y aprobaci¨®n. Por primera vez no se ha pedido al Ministerio ni una sola c¨¢tedra, agregadur¨ªa o adjunt¨ªa que no estuviera aprobada. por la correspondiente facultad o escuela ni se ha contratado a dedo a un solo profesor no numerario. Los estudiantes, tambi¨¦n como novedad, han tenido una relaci¨®n estrecha con el rectorado por conducto de su junta de representantes, aunque no siempre hayamos estado de acuerdo. Hemos gastado m¨¢s dinero -en pesetas reales- en instalaciones y equipamiento que en los cinco anos precedentes y hemos mejorado muy sustancialmente la labor diaria de administraci¨®n y gesti¨®n. Cuando un admirado catedr¨¢tico dice en la tercera de Abc que mi labor ha sido p¨¦sima en este aspecto, demuestra ignorancia o parcialidad, pues el que la universidad siga mal en t¨¦rminos absolytos -cosa que nadie discute- no deber¨ªa impedir reconocer las muchas mejoras relativas. He acrecentado sustancialmente las relaciones cient¨ªficas internacionales de la Complutense, he sido invitado por una docena de Gobiernos y universidades extranjeras; Francia me ha otorgado su m¨¢xima condecoraci¨®n acad¨¦mica, y, eso s¨ª, entre otros muchos, he firmado un convenio de colaboraci¨®n con la Universidad de Mosc¨², de lo que no me arrepiento en absoluto.
La necesidad de ser pol¨ªtico
Por ¨²ltimo, y para no alargarme, como ¨²nico ejemplo de cu¨¢nto he manipulado las elecciones del claustro, citar¨¦ el hecho de que entre los representantes estudiantiles figuren muchos alumnos del CEU, centro privado de inspiraci¨®n religiosa adscrito a la universidad, y a cuyos estudiantes, a propuesta del rectorado, se les concedi¨® derecho de voto. O, como una prueba tambi¨¦n de mi reconocida incapacidad, se?alar¨¦ el que se hayan hecho,- sin el menor tropiezo e impugnaci¨®n -salvo en la mente acalorada de alg¨²n editorialista- unas elecciones con un censo que supera al de 17 capitales de provincia.En lo que s¨ª he de confesar que he sido sectario es en no conceder a los catedr¨¢ticos la exclusiva de la sabidur¨ªa ni del poder. Todos los miembros de ese estamento -al que huelga decir que me honro en pertenecer- han sido tratados por m¨ª con respeto y compa?erismo; ni a uno que haya venido a m¨ª he desatendido, han sido mayor¨ªa entre mis colaboradores, pero tambi¨¦n he respetado, consultado y reunido a profesores adjuntos (hoy profesores titulares) y a profesores no numerarios. Incluso me atrev¨ª a convocar una o dos veces al a?o reuniones amplias, llamadas miniclaustros, de representantes de todos los sectores de la universidad, donde, he de reconocerlo, no s¨®lo pod¨ªan hablar los catedr¨¢ticos. Como tambi¨¦n es cierto, que estamos exigiendo el cumplimiento de sus deberes a todo el personal docente sin distinci¨®n alguna.
Es, asimismo, verdad que he rendido homenaje siempre que he podido a los profesores de nuestra universidad que la guerra civil lanz¨® fuera de Espa?a y que he distinguido a Alberti, a Bergam¨ªn y a muchos otros a los que hasta ahora la Universidad oficial hab¨ªa casi siempre ignorado. Pero ni un solo profesor, un solo estudiante, un solo funcionario ha sufrido, siendo yo rector, la menor discriminaci¨®n por motivos pol¨ªticos. No dar¨¦ nombres, pero algunos muy ilustres catedr¨¢ticos de derechas de toda la vida -no faltan en la Complutense- han podido comprobarlo. No hace falta tampoco que recuerde que fueron otros tiempos, a¨²n no muy lejanos, cuando s¨ª hab¨ªa discriminaci¨®n en la Universidad y no precisamente por parte de la izquierda.
?Quiere todo esto decir que he hecho las cosas bien y que, salvo unos cuantos carcas, cuento con el apoy¨® de mi universidad? Ni mucho menos. Sucede que tenemos una universidad pobre y poblad¨ªsima, con los muchos inconvenientes y descontentos que ello lleva consigo. Algunos achachan al actual rector esos males y, por injusto que parezca, es una posici¨®n leg¨ªtima, respetable y hasta l¨®gica. No he conseguido, adem¨¢s, convencer a bastantes catedr¨¢ticos de que la participaci¨®n de todos no est¨¢ re?ida con el reconocimiento, obvio por lo dem¨¢s, de la jerarquizaci¨®n de saberes. Muchos de ellos se han retra¨ªdo y no he tenido la paciencia ni el acierto de hacerles cambiar. Tampoco he logrado interesar a los universitarios, en general, en la gesti¨®n y gobierno de la universidad. Ni, pese a haberlo intentado, he conseguido evitar que ¨¦sta siga estando burocratizada, centralizada y deshumanizada. Descontento y cr¨ªticas se han manifestado as¨ª en un voto para el claustro constituyente menos lucido del que esper¨¢bamos algunos con miras a mi candidatura u otra parecida. Las espadas -acad¨¦micas s¨®lo, por fortuna- est¨¢n en alto y pronto se saldr¨¢ de dudas sobre qu¨¦ rector quiere la universidad.
Salga quien salga, aunque sea el no va m¨¢s de la independencia y la pureza cient¨ªfica, mucho me temo que tendr¨¢ que hacer algo no muy distinto de lo que he hecho Yo. Habr¨¢ de dirigir un organismo gigantesco, con escasos medios y sin poder ofrecer, hoy por hoy, mayor remuneraci¨®n a profesores y funcionarios, m¨¢s medios de investigaci¨®n al personal docente y a los doctorandos y mejor atenci¨®n al estudiante. Tendr¨¢ que proseguir con el dif¨ªcil equilibrio entre estamentos o sectores heterog¨¦neos -y aunque m¨¢s de uno se escandalice d¨¦jeseme decir que ese equilibrio en la universidad est¨¢ m¨¢s bien en posiciones como las mias- y habr¨¢ de bregar con la Administraci¨®n, sobre todo en la nueva etapa en que la universidad, paulatinamente, empezar¨¢ a ser, aut¨®noma por primera vez dentro del marco de una reforma legislativa larga y profunda, reci¨¦n iniciada. Y, mal que pese a algunos, tendr¨¢ que ser ese rector un pol¨ªtico, pues deber¨¢ convencer a la sociedad, a las Cortes Generales y al Gobierno, a la Comunidad Aut¨®noma de Madrid en su caso, de que somos un servicio p¨²blico que, habida cuenta de nuestra penuria, funciona mucho mejor de lo que se piensa, pero que si no duplicamos en los pr¨®ximos a?os el gasto por estudiante, la Universidad Complutense, como las dem¨¢s universidades espa?olas, seguir¨¢ siendo lo que es hoy: una instituci¨®n digna, que cumple su misi¨®n con decoro, pero no m¨¢s, que puede y debe mejorar y que est¨¢ en condiciones de hacerlo, aunque no dependa s¨®lo de ella.
Todo esto requiere muchas cosas. Entre ellas el que mantengamos los universitarios un esp¨ªritu de convivencia que, ayudados por los nuevos tiempos, hemos conseguido hacer avanzar mucho en la Complutense en los tres ¨²ltimos a?os. Contad¨ªsimos han sido durante mi mandato los profesores -alg¨²n que otro frustrado por las elecciones a rector de 1980 y que ve ahora ocasi¨®n de revancha-, los estudiantes y los funcionarios que, con las l¨®gicas discrepancias, no hayan aceptado la tolerancia, el respeto y el di¨¢logo que constituyen el abec¨¦ de la Espa?a que estamos haciendo y que son condici¨®n sine qua non para mejorar la Universidad. El que, por desgracia, existan ocasionalmente otros Abc de. la inconvivencia s¨®lo es una torpe an¨¦cdota en la larga historia de nuestra vieja instituci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.