En defensa de la eutanasia
El motivo que, por decirlo de alguna manera, me obliga a escribir esta carta no es otro que la noticia reciente de que un tribunal de Estados Unidos de Am¨¦rica ha negado a una joven paral¨ªtica de 26 a?os la posibilidad de poner fin a sus d¨ªas practic¨¢ndosele la eutanasia.Soy consciente de que la eutanasia tiene sus detractores incondicionales, pero han de tener en cuenta que esta joven no puede realizar el m¨¢s m¨ªnimo movimiento -consecuentemente, est¨¢ imposibilitada para suicidarse- No s¨®lo su dependencia de los dem¨¢s es absoluta, sino que est¨¢ continuamente sometida a una tortura f¨ªsica y mental.
El tribunal ha dictaminado que su vida es necesaria para la sociedad, pero ella no desea tal vida y, por tanto, la sociedad no tiene ning¨²n derecho a exigirle que siga viviendo.
Ella desea morir, y tiene todo el derecho del mundo a morir, y la sociedad, aunque no pudiera verse privada de su existencia, tiene el deber humano -sus condiciones de vida s¨ª que son infrahumanas- de concederle aquello que puede suponer su felicidad.
No es que yo diga que sufre, es que ella misma dice que sufre, y si ella dice que est¨¢ sufriendo, es que lo est¨¢; y si la ¨²nica esperanza que le queda de ser feliz es la muerte, tiene derecho a hacer uso de ella como y cuando le plazca, y la sociedad, el deber de ayudarle a lograr su objetivo.
Considero inhumano que incluso si pretendiese hacer uso de la huelga de hambre como un medio para suicidarse se le haya castigado a ingerir alimentos contra su propia voluntad.
Yo le preguntar¨ªa a ese tribunal qu¨¦ da?o ha podido hacer esa joven a la sociedad para que la sociedad no decline ahora ese derecho que presumiblemente dice tener, castig¨¢ndole a algo que para ella es peor que la misma muerte: la vida. /
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