Conmemoraci¨®n de una nueva teor¨ªa del urbanismo
Era oportuno, y al mismo tiempo arriesgado, celebrar el 50 aniversario de la famosa Carta de Atenas, el documento que se ha considerado fundacional del nuevo urbanismo, redactado durante el IV CIAM (Congreso Internaciona de Arquitectura Moderna) a bordo del Patris II y en los jardines y los salones, aproximadamente schin- kenianos, de la Escuela Polit¨¦cnica de Atenas, por las estrellas de la vanguardia: Le Corbusier, Moholy-Nagy, Sert, Leger, Perriand, Van Eesteren, Pollini, Terragni, Syrkus, Giedion, Roth, Von der Mulill, Zarvos, Chareau, etc¨¦tera. El tes¨®n y la generosidad de un grupo de arquitectos griegos y el entusiasmo del Institut Frangais d'Architecture lo ha hecho posible, recientemente, en el mismo escenario ateniense. Un escenario que se ha logrado revivir incluso con la presencia activa de tres de sus actores. Van Eesteren, Alfred Roth y Van der Linde, con la reedici¨®n de las actas del Congreso y con una muestra de los documentos originales de la exposici¨®n celebrada en el a?o 1933, en la que figuraba el an¨¢lisis urban¨ªstico de 30 ciudades, ahora reducida a las m¨¢s significativas, Zurich, Amsterdam, Atenas y Barcelona.El n¨²cleo de la conmemoraci¨®n ha sido un intens¨ªsimo y a veces agotador simposio sobre el contenido de la carta y sus consecuencias. Se han hecho an¨¢lisis interesantes, se han abierto visiones hist¨®ricas pertinentes y originales, se han reconsiderado los problemas de Barcelona como ejemplo significativo, se han lanzado pol¨¦micas pol¨ªticas de actualidad. Pero lo que ha resumido mejor la historia de la carta ha sido la toma de posici¨®n de las tres generaciones que han asistido al simposio. Los viejos maestros, como Van Eesteren y Roth, aupados por el entusiasmo beligerante el ex ministro franc¨¦s Claudius Petit -promotor de la Unit¨¦es de Le Corbusier-, han mantenido la bandera de la vieja guardia, incluso en sus maneras ordenancistas, con ese autoritarismo ilustrado tan caro a las estrellas de la vanguardia. Arquitectos como Van Eyck y Candilis dejaron testimonio que la ruptura del Team X en el CIAM de Dubrovnik no les hab¨ªa alejado del esp¨ªritu de La Sanraz, conscientes todav¨ªa de una modernidad que se re sist¨ªa en historificar. La tercera generaci¨®n -representada por gente como Huet, Cohen o Thuernauer- adoptaron una posici¨®n cr¨ªtica totalmente matizada por los intereses de la erudici¨®n hist¨®rica. A ellos les correspondi¨® enterrar la carta como elemento instrumental para levantarle el monumento que le corresponde como definici¨®n de una circunstancia fundacional. Pero hab¨ªa un cuarto grupo, los numerosos asistentes locales, de ¨ªndole y generaci¨®n muy diversa, que abrieron alguna visi¨®n inesperada: la de que ciertos aspectos de la carta parec¨ªan todav¨ªa operativos en las ciudades del Tercer Mundo, donde las prioridades siguen estando en el problema de la residencia.
Llamada desesperada
Releyendo hoy la Carta de Atenas -como un resumen emblem¨¢ tico de una manera de enfocar el urbanismo que ya se hab¨ªa expuesto en todos los manifiestos de Le Corbusier y las actas de los anteriores CIAM- queda claro que el tema a partir del cual quieren plantearse y resolverse los problemas de la ciudad de la era industrial es el de la residencia y sus relaciones funcionales. La vivienda, su construcci¨®n masiva industrializada y el nuevo concepto de la circulaci¨®n son los par¨¢metros con los que se intenta configurar la ciudad funcional. Visto ahora, a 50 a?os de distancia, el intento se ha mostrado err¨®neo porque relega a segundo t¨¦rmino los valores fundamentales de lo urbano y cambia todas sus ra¨ªces hist¨®ricas. Pero en su momento la carta ten¨ªa otra lectura, una lectura claramente pol¨ªtica. Como alguien dijo en el simposio, era propiamente un appel aux gouvernements, en la misma l¨ªnea de los appels lecorbusieranos a los industriales o a los estudiantes. Es decir, una llamada desesperada a los gobernantes para que entendieran el grave problema pol¨ªtico y social del crecimiento incontrolado de las ciudades para que entendieran que la homogeneizaci¨®n de las clases sociales pasaba por la homogeneidad de la urbe.
El car¨¢cter pol¨ªtico de la carta debi¨® ser manifiesto en el a?o 1933, por cuanto el IV CIAM no encontr¨® cobijo en los pa¨ªses europeos que hasta entonces hab¨ªan alimentado la vanguardia, sumergidos ya en la desaz¨®n del estalinismo o del nazismo, y tuvo que refugiarse en los camarotes del Patris II navegando entre Marsella y Atenas. Este car¨¢cter pol¨ªtico se subrayaba precisamente dando ¨¦nfasis al problema acuciante de la vivienda, de su higienizaci¨®n -sol, aire y vegetaci¨®n- y de su construcci¨®n -industrializar, serializar-, siguiendo, al fin y al cabo, el mismo m¨¦todo reivindicativo de los utopistas del siglo XIX.
Pero las intenciones pol¨ªticas del documento fueron inmediatamente despolitizadas, sobre todo porque en s¨ª mismo llevaba los g¨¦rmenes de la despolitizaci¨®n: no era un instrumento operativo en t¨¦rminos gubernamentales, como suele ocurrir con los alegatos de los artistas y los intelectuales. Pero, adem¨¢s, ning¨²n Gobierno europeo estaba entonces en condiciones de asimilarlo program¨¢ticamente. Cuando despu¨¦s de la cat¨¢strofe de la segunda guerra mundial lleg¨® la hora de la reconstrucci¨®n europea, la carta se interpret¨® solamente en sus recetas formales y funcionales: la clasificaci¨®n de funciones, el bloque seriado, la edificaci¨®n en altura, el espacio desurbanizado, la autonom¨ªa de la circulaci¨®n rodada y peatonal.
Para cualquier ideolog¨ªa
As¨ª, el nuevo urbanismo sirvi¨® para cualquier ideolog¨ªa y sirvi¨®, sobre todo, para organizar un gran sistema especulativo del suelo y de la construcci¨®n, y el mayor descontrol urban¨ªstico, precisamente los dos problemas que la carta pretend¨ªa resolver. Despojada de su intenci¨®n pol¨ªtica -por otro lado, ya metodol¨®gicamente obsoleta-, eliminados aquellos extremos formales y funcionales que entorpec¨ªan el negocio, suministr¨® los mejores esl¨®ganes publicitarios a los promotores de todos nuestros suburbios y lanz¨® la desaforada tecnolog¨ªa sectorial de las autopis tas urbanas.
?Nuestros suburbios son el producto negativo de las propuestas que formularon los esforzados vanguardistas redactores de la carta, o los son de una interpretaci¨®n malintencionada? ?La carta tiene hoy una posible interpretaci¨®n adecuada para resolver el problema de nuestros suburbios, o de las ciudades del Tercer Mundo? Me parece que esos d¨ªas en Atenas ha quedado bien claro que ni lo uno ni lo otro. Sobre todo porque sabemos de una manera cierta que la soluci¨®n de los problemas sociales no est¨¢ ni en las ideas ni en los instrumentos de los urbanistas. Est¨¢ en la compleja estructura de los poderes pol¨ªticos.
La ingenuidad de los redactores de la carta qued¨® manifiesta en la biografla de cada uno de ellos. La vanguardia ya entonces hab¨ªa empezado a sufrir los exilios y ten¨ªa que acabar confundida en los desastres de la guerra.
Quiz¨¢ la conmemoraci¨®n de Atenas haya sido un paso m¨¢s hacia la definici¨®n del papel auxiliar y sectorial, claramente disciplinar, de los arquitectos y los urbanistas en la definici¨®n del futuro de la ciudad.
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