Ladrones
Unos rateros destriparon ayer la casa de una amiga m¨ªa. Dicen las comadres que ¨¦ste es percance que ahora abunda, y por ello las autoridades acaban de reforzar el servicio de vigilancia urbana. Las ciudades se visten de caqui y los pasos perdidos de la noche ad quieren un taconear reglamenta no. Polic¨ªas y ladrones. Siempre me ha parecido un juego triste. Pero el miedo existe. El robo de mi amiga es el segundo. Ya hab¨ªan entrado antes, hace tres d¨ªas. Rompieron la luna del balc¨®n y, con ella, la confianza en el propio refugio, la inviolabilidad de su rinc¨®n. El espejismo de la seguridad qued¨® hecho trizas entre las esquirlas del cristal. Ahora mi amiga no quiere dormir m¨¢s en su casa y anda, como alma en pena inmobiliaria, buscando un piso al que mudarse. No conozco sentimiento m¨¢s devastador que el del miedo: nos tiraniza, nos envilece. Hitler naci¨® del miedo a la inflaci¨®n, a la revoluci¨®n y al hambre. El miedo encarcela y achica la condici¨®n humana. Y, sin embargo, existe. Oh, s¨ª, son unos canallas. Los rateros, los chorizos. Tipos sin escr¨²pulos y de tendencias brutales, id¨®neos para la descarga de nuestros odios, para la catalizaci¨®n de los terrores. Como si el atracador fuera una irrupci¨®n de la perversidad, un accidente ajeno y extraordinario. Y, sin embargo, ?no vivimos en una sociedad que se rige por el miedo? Tememos el paro, tememos a nuestros jefes, tememos al banquero a quien debemos un cr¨¦dito de inter¨¦s sangrante. El pavor al ladr¨®n no es m¨¢s que un chisporroteo entre otros sustos.No voy a hablar de la crisis, ni de la incultura, ni de la tentaci¨®n al consumo, ni del t¨®pico buen delincuente. Los delincuentes son hijos malvados de una sociedad mal¨¦vola. Mi amiga vive en una casa propiedad de una gran inmobiliaria. Es un primero, pero la compa?¨ªa, para aprovechar m¨¢s el espacio edificable y poder alquilar cuatro malditos pisos m¨¢s, ha construido el portal bajo tierra, de modo que el primero queda al ras de la calle. Sin persianas en el balc¨®n, porque la compa?¨ªa debi¨® considerar que eran muy caras. M¨¢s que un piso, es una tentaci¨®n para ladrones; pero cobran por ¨¦l 30.000 pesetas mensuales. Son gente sin escr¨²pulos, s¨ª, pero todos. S¨®lo que unos huyen de la polic¨ªa y otros la pagan.
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