Un extra?o reducto del pasado
La lucha por el poder en el Ateneo madrile?o no es una batalla carente de sentido. Desde su fundaci¨®n, el 14 de mayo de 1820, sus actividades culturales -con la consiguiente contestaci¨®n social en determinados momentos pol¨ªticos- y las personas que por ella han pasado han convertido a este centro en una instituci¨®n respetable con un peso espec¨ªfico en la vida social y cultural espa?ola. Una realidad que le cost¨® serios problemas durante la dictadura de Primo de Rivera y, posteriomente, en la ¨¦poca franquista, en la que el Ateneo fue incautado y cerrado durante alg¨²n tiempo.Naci¨® y vivi¨® durante el trienio constitucional de 1820-23 y ya en este ¨²ltimo a?o tuvo su primer problema. El absolutismo termin¨® con su corta existencia y el Ateneo madrile?o volvi¨® a abrir sus puertas en 1835, por iniciativa, fundamentalmente, del duque de Rivas, Donoso Cort¨¦s, Mart¨ªnez de la Rosa y Mesonero Romanos. A partir de entonces, en los anales de esta instituci¨®n que siempre adquiri¨® mayor auge durante los reg¨ªmenes liberales y democr¨¢ticos, figuran Alcal¨¢ Galiano, C¨¢novas del Castillo, Jos¨¦ Echegaray, Sorolla, Benlliure, Mariano de Cavia, P¨¦rez - Gald¨®s, Miguel de Unamuno, Manuel Aza?a o Fernando de los R¨ªos. ?ste ¨²ltimo era presidente del Ateneo, elegido por los socios, en 1936.
Una fecha clave en la historia del Ateneo madrile?o es la 1932, a?o en que se aprob¨® el reglamento del centro. La intervenci¨®n del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo priv¨® al Ateneo de su entidad jur¨ªdica y de su independencia. Recuperarla era el ¨¢nimo del ministro Ricardo de la Cierva cuando nombr¨® a Chueca Goitia presidente de la junta gestora. El dirigismo de la cultura oficial primero y las luchas internas, despu¨¦s, han hecho posible que todav¨ªa hoy el Ateneo sea un extra?o reducto del pasado.
Su brillante pasado y su ajetreada existencia vienen a confirmar la sospecha de que figurar e intervenir en la gesti¨®n del Ateneo ha sido siempre una tentadora golosina. Es el perfecto escaparate para las vanidades de ciertos personajes. En su importancia, seguramente, reside la clave de todos sus problemas. Porque es significativo que la transici¨®n y el paso definitivo a la democracia en el seno del Ateneo haya sido un parto tan dif¨ªcil y tan sumamente lento.
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