Las nuevas directrices de Fran?ois Mitterrand le enfrentan con la mayor¨ªa de izquierdas
Los casi tres a?os del presidente Fran?ois Mitterrand en el palacio del El¨ªseo han supuesto un importante cambio cualitativo en la ret¨®rica del l¨ªder socialista. El llamado socialismo a la francesa, que le abri¨® las puertas del poder en mayo de 1981, ha sido convertido por Mitterrand en algo que es a la vez m¨¢s simple y m¨¢s complejo: ser moderno, sin enredos ni conformismos ideol¨®gicos. Las nuevas directrices mitterrandistas no son compartidas por toda la mayor¨ªa de izquierda, y ¨¦se es el mayor problema del presidente.
Hay que volver hac¨ªa atr¨¢s, hasta los primeros meses que siguieron al triunfo del socialismo en Francia, calificado de hist¨®rico, del d¨ªa 10 de mayo de 1981. En aquella primera etapa, el hombre de la victoria a¨²n tej¨ªa la trama de su acci¨®n y de su verbo con los lemas que desde la oposici¨®n hab¨ªan fundamentado su asalto al poder: "ruptura con el capitalismo", "socialismo a la francesa", "explotaci¨®n del hombre por el hombre", vocabulario marxista sin escr¨²pulos.Era la ¨¦poca en la que se ensalzaba al hoy ministro del Alojamiento, Paul Quiles, cuando m¨¢s o menos metaf¨®ricamente martilleaba el aire con los pu?os para excitar al congreso socialista con una expresi¨®n que ha pasado a la antolog¨ªa de las tonter¨ªas de los primeros tiempos mitterrandistas: "Hay que cortar cabezas".
Eran los tiempos en los que el poder presum¨ªa un d¨ªa y otro, de ser cumplidor escrupuloso de sus promesas electorales. Y por ello repart¨ªa dinero p¨²blico a mansalva, sin preocuparse de los ingresos en las arcas del Estado.
A¨²n parec¨ªa posible pensar en la vigencia del evangelio practicado por Mitterrand durante sus 23 a?os de oposici¨®n al gaullismo y al giscardismo, fundado en algunos mandamientos hist¨®ricos y fundamentales: en El golpe de Estado permanente, t¨ªtulo del libro que escribi¨® Mitterrand a principios de los sesenta para probar que las instituciones de la V Rep¨²blica son un "golpe de Estado permanente" (ahora ese libro ha desaparecido misteriosamente de las librer¨ªas); en la reconversi¨®n de la fuerza de disuasi¨®n at¨®mica en cuanto la izquierda llegase al poder; y en el reemplazo del programa franc¨¦s electronuclear (el m¨¢s importante del mundo) por energ¨ªas alternativas, las carbon¨ªferas en primer lugar.
Tras esta primera etapa de exaltaci¨®n de la izquierda arcaica, tal como la defini¨® el actual ministro de la Agricultura, Michel Rocard, Mitterrand, durante el verano de 1982, oper¨® un giro que econ¨®micamente supuso el inicio de la austeridad, y pol¨ªticamente, la pr¨¢ctica de la moderaci¨®n verbal.
Elecciones negativas
A lo largo de aquel a?o, y durante 1983, las elecciones parciales y municipales le hicieron ver que la mayor¨ªa que lo hab¨ªa elegido en 1981 se le hab¨ªa escapado de las manos y que s¨®lo pod¨ªa seguir gobernando gracias a la permanencia que le aseguran las instituciones de la V Rep¨²blica, fundada por el general De Gaulle (siete a?os al presidente y cinco a la Asamblea de Diputados). Fue a lo largo de 1983 cuando Mitterrand acab¨® de reconvertirse a la nueva filosof¨ªa, en nombre de la cual ha abandonado uno tras otro, todos los mandamientos de aquel socialismo a la francesa que pretend¨ªa econ¨®micamente barrenar el muro del dinero (la empresa privada) y, pol¨ªticamente, perennizar el mando de la izquierda. "La modernizaci¨®n de las empresas, hoy, pasa por la reducci¨®n de los efectivos", "la empresa es el elemento indispensable creador de riqueza y de empleos", "las nuevas tecnolog¨ªas pueden salvar nuestras industrias tradicionales", "Francia tiene que mantenerse en la competici¨®n econ¨®mica".
El reconvertido Mitterrand est¨¢ dispuesto a todo lo que sea necesario para sanear las cuentas de la naci¨®n, y a sacrificar todo su predicamento anterior, desangrando la siderurgia, el carb¨®n, los astilleros, "para ganar las batallas modernas".
Ya nadie imagina a Mitterrand pontificando sobre "la ruptura con el capitalismo". Al cabo de dos a?os y medio de cambio socialista en Francia, quien ha cambiado m¨¢s tangiblemente ha sido el propio Mitterrand.
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