El Vaticano, la reproducci¨®n y el sexo
ADOLFO PERINAT y RAM?N CANALSEl reciente documento vaticano sobre cuestiones sexuales (v¨¦ase EL PAIS del 2 diciembre de 1983) ofrece pocas noved¨¢des (aunque s¨ª alguna) para los autores de este trabajo. En la reflexi¨®n que la Iglesia dedica a este trascendental aspecto de la conducta humana advierten ambos profesores un leve esbozo progresista, sobre todo cuando solicita comprensi¨®n para el adolescente m¨¢sturbador y para los homosexuales. Por lo dem¨¢s, los autores son abiertamente contrarios a la reiterada idea de que la sexualidad genital es expresi¨®n de amor entre c¨®nyuges "s¨®lo si" est¨¢ orientada a la procreaci¨®n.
Vamos a centrar nuestros comentarios en torno a este punto concreto, pues aunque se trata ciertamente de un juicio de valor (lo cual implica que no existe ning¨²n argumento objetivo para desmontarlo) no es una apreciaci¨®n que se sostiene en el vac¨ªo, sino que habitualmente se funda en principios tales como que la funci¨®n del sexo es la procreaci¨®n.Este nexo, expl¨ªcito o sobreentendido, entre coito y reproducci¨®n tiende un manto legitimante sobre todo lo que ata?e al sexo, y as¨ª se explica la rotunda afirmaci¨®n de que la genitalidad separada de la voluntad de procrear es un desorden moral. Como corolario, todos los aditamentos que acompa?an este imperativo natural de la generaci¨®n humana los podemos disfrutar "si y s¨®lo si". Trat¨¢ndose, como se trata, de un juicio que toca a las conductas ¨ªntimas, all¨¢ cada cual con su conciencia. Aqu¨ª pretendemos s¨®lo exponer que desde un punto de vista psicobiol¨®gico (que postulamos es una perspectiva cient¨ªfica respetable) es totalmente incorrecto profesar que la funci¨®n de la genitalidad es exclusivamente la procreaci¨®n. Es m¨¢s, querr¨ªamos persuadir al interlocutor sin prejuicios de que si se acepta esta especie de univocidad funcional de "el sexo para la reproducci¨®n y s¨®lo para ella" rebajar¨ªamos dr¨¢sticamente el nivel de evoluci¨®n psicol¨®gica a que ha sido promovida la especie humana. En ¨²ltimo t¨¦rmino es el alcance que damos a la sexualidad, como dimensi¨®n esencial del ser y de la existencia humanas, lo que est¨¢ en juego.
Errores conceptuales
Entrando en materia, razonaremos en primer lugar por qu¨¦ es incorrecto, desde un punto de vista biol¨®gico y ps¨ªquico, establecer igualdades del tipo: a tal actividad (fisiol¨®gica, conductual), tal funci¨®n. Cualquier actividad del organismo tiende a ser plurifiancional. Nosotros emplazar¨ªamos a cualquiera a que nos dijese, por ejemplo, cu¨¢l es la funci¨®n del lenguaje o del trabajo humano. Si nos contentamos con afirmar que el lenguaje sirve para comunicar con nuestros semejantes, dejamos de lado todo lo que aqu¨¦l contribuye a la configuraci¨®n de nuestro pensamiento. Pero si incluimos adem¨¢s en este cap¨ªtulo los lenguajes formales, la criptograf¨ªa, los lenguajes de ordenadores, etc¨¦tera, la cosa se complica infinitamente. Otro tanto cabe decir del trabajo, que cumple otras muchas m¨¢s funciones que la de asegurar los garbanzos.
Pero ?y en el dominio de la fisiolog¨ªa, de los ¨®rganos y de las gl¨¢ndulas? Sigue habiendo pluralidad de funciones para una estructura, lo cual es obvio s¨®lo con que consideremos que cada pieza del organismo supone una contribuci¨®n a su actividd externa y, a la vez, a su equilibrio intemo. Aparte lo cual, hay numerosos ¨®rganos que asumen m¨¢s de una funci¨®n. Ya que discutimos acerca del sexo, no estar¨¢ de m¨¢s recordar que los ovarios y test¨ªculos, adem¨¢s de servir para lo que todo el mundo sabe, son gl¨¢ndulas de secreci¨®n hormonal. Todo lo que pretendemos es mostrar cu¨¢n lejos est¨¢n de la complejidad de la vida org¨¢nica, psiquica y social las ecuaciones simplistas que establecen que tal estructura, tal actividad o tal instituci¨®n existen con tal o cual objetivo preciso.
Se puede admitir que frente a un objetivo b¨¢sico y fundamental existen otros secundarios, siempre que se tenga la cautela de no deslizar subrepticiamente juicios de valor. 'En el dominio psicobio l¨®gico no es cient¨ªficamente recomendable. Lo ¨²nico que podemos es, quiz¨¢, indagar cu¨¢l es la funci¨®n original, esto es, la m¨¢s primitiva en la historia de la especie, lo cual nos abre la v¨ªa a una segunda l¨ªnea de comentarios tambi¨¦n cruciales para nuestra argumentaci¨®n.
Recurrir a la historia de la especie equivale a adoptar una perspectiva evolucionista o filogen¨¦tica. Para acometer el problema de la pluralidad de funciones que tiene una conducta, presentimos que es la v¨ªa m¨¢s segura. El inconveniente es que la filogenia del comportamiento est¨¢ plagada de lagunas. S¨®lo una rigurosa metodolog¨ªa comparativa puede arrojar luz epis¨®dicamente sobre las formas primitivas de algunas pautas de comportamiento actuales y las funciones,primordiales que guiaron su aparici¨®n. Lo que conocemos en este dominio podemos reducirlo a un principio general que ensamblar¨ªa las ideas siguientes: a lo largo de la evoluci¨®n de las especies, ciertos ¨®rganos o ciertas pautas de conducta han ido expandiendo su dominio de aplicaci¨®n, de tal suerte que las funciones primordiales que desempe?aban se han ido rodeando de otras, constituyendo as¨ª una constelaci¨®n funcional.
Viejas y nuevas funciones
Las funciones m¨¢s antiguas se conservan (a veces se transforman); las nuevas funciones sit¨²an a aqu¨¦llas en otras perspectivas y el estado pyimordial queda, en cierto modo, superado. Se ampl¨ªa as¨ª de forma insospechada el panorama de actividad psicobiol¨®gica de las especies descendientes. Quiz¨¢ este principio es un poco abstracto y conviene ilustrarlo con dos ejemplos concretos antes de aplicarlo al sexo. Uno de ellos se refiere al sistema nervioso, que aparece muy temprano en la filogenia, como es sabido. Inicialmente consist¨ªa en una red de transmisi¨®n de impulsos provenientes del entorno; luego evolucion¨® hacia un cerebro o centro de control que regula el estado del organismo y sus reacciones externas. Dicho en, otros t¨¦rminos, el sistema nervi oso e s en sus comienzos un aparato esencialmente mediador al servicio de regulaciones conductuales de lo m¨¢s elemental, como son las contracciones, distensiones musculares con que los organismos reaccionan a estimulaciones medioambientales. De ah¨ª la imagen, tan, conocida, del tablero de conexiones (switchboard), que durante a?os la psicolog¨ªa ha estado difundiendo. Al ritmo de la filogenia, este control central de informaci¨®n ha evolucionado y ha potenciado su capacidad de funcionamiento sin perder aquella funci¨®n pr¨ªmitiva, pero. sobrepas¨¢ndola hasta crear lo que Hebb ha llamado a mind of its own, es decir, una psique aut¨®noma: la mente humana. La actividad ps¨ªquica del homo sapiens (pensamiento abstracto, imaginaci¨®n, previsi¨®n racional ... ) ha emergido como una funci¨®n m¨¢s del cerebro; se ha configurado un campo propio, sirvi¨¦ndose siempre del mismo soporte org¨¢nico que en el principio ten¨ªa el modesto papel, aunque important¨ªsinio, de procesar informaci¨®n sensorial en vistas a la m¨¢s ramplona supervivencia (habr¨ªa que a?adir aqu¨ª, para completar el cuadro, que las nuevas funciones del cerebro propulsaron, en fleedback, la reestructuraci¨®n del mismo hasta los niveles de complejidad que hoy alcanza).
Un ejemplo
El segundo ejemplo es el uso de la mano en los primates, como punto de referencia de la actividad manual humana. En las investigaciones que nuestro equipo est¨¢ realizando sobre el desarrollo de peque?os gorilas en el zoo de Barcelona nos ha llamado poderosamente la atenci¨®n lo diferente que es la mano de un gorila de la de un ni?o de su, misma edad. Por supuesto, no nos referimos a diferencias anat¨®micas sino funcionales. Es notable que la mano del gorila, pr¨¢cticamente id¨¦ntica a la de los humanos, sirva casi ¨²nicamente a funciones mediadoras como coger algo para llev¨¢rselo a la boca, asirse para trepar y desplazarse, apantallarse el rostro para protegerlo, etc¨¦tera. Apenas hay en ella atisbos de lo que se ha llamado una actividad estructurante, orientada a transformar el entorno, la cual , por las mismas fechas, apunta ya decididamente en el ni?o. Esto ¨²ltimo no es con seguridad por falta de est¨ªmulos asequibles, pues estos peque?os gorilas, aparte de ser criados por seres humanos, crecen en un entorno que, si no es ecol¨¦gic¨¢mente el m¨¢s adecuado, al menos est¨¢ poblado de objetos susceptibles de estimular su actividad manual. Todo nos lleva a una conclusi¨®n paralela a la de hace un momento: la mano del hombre, sin perder aquellas funciones que tiene en los primates que le han precedido filogen¨¦ticamente, las sobrepasa y ha creado su campo psicol¨®g1co aut¨®nomo. Aqu¨ª entra el recurso intensivo a los ¨²tiles como mediadores de la actividad estructurante, los movimientos de precisi¨®n instrumental (incluso de orden simb¨®lico, como, la escritura) y, sobre todo, la actividad creadora que inventa y configura nuevos utensilios, nuevas formas.
Y vengamos finalmente al sexo. Las premisas que hemos ido escalonando nos autorizan a pensar que tambi¨¦n la sexualidad humana ha roto el cors¨¦ de su funci¨®n reproductiva y se expande realizando otras funciones de ¨ªndole ps¨ªquica, las cuales poseen una situaci¨®n relativamente aut¨®noma frente a la reproducci¨®n. No la eliminan; la asumen y la enriquecen, revisti¨¦ndola de matices genuinamente humanos. Y, lo que es m¨¢s, no tienen por qu¨¦ ir forzosamente supeditadas a ella. La hondura de la comunicaci¨®n que se alcanza a trav¨¦s del sexo, la gama del vivencias que aflora, el afecto personalizado hacia la pareja son algunos de estos nuevos dominios de expansi¨®n abiertos aqu¨ª ante la psique humana. Insistimos en que, si nuestro razonamiento evolucionista es correcto, son funciones recientes en la filogenia que se injertan sobre una funci¨®n ancestral y de la cual se est¨¢n desgajando e independizando.
Hemos evolucionado
El convenir que un abrazo ¨ªntimo de dos cuerpos sea leg¨ªtimo s¨®lo con la finalidad de la reproducci¨®n puede que tenga sus ventajas sociales. Y las tiene. Nosotros s¨®lo quer¨ªamos refutar la pretendida raz¨®n que a vecns se esgrime para justificar esta imposici¨®n: que ¨¦sta es la naturaleza de las cosas. No se puede seguir sosteniendo que la reproducci¨®n es la funci¨®n del sexo en el sentido de que excluye o ignora otras o de que las relega a la categor¨ªa de comparsas. Es hora ya de que todos aquellos que proclaman con el poeta latino que "nada humano les es ajeno", dejen por m¨¢s tiempo de ignorar -a efectos de una reflexi¨®n ¨¦tica- que un n¨²cleo trascendental de la actividad humana transcurre por los cauces del sexo. De acuerdo que ¨¦stos son tortuosos, confusos y socialmente confl¨ªctivos. En s¨ª, esto no es raz¨®n para repesarlos dando como meta o como pretexto la procreaci¨®n. Hay que enfocar con una mira m¨¢s constructiva. la, sexualidad huniana. Debemos afrontar mucho m¨¢s l¨²cidamente las nuevas funciones de que se ha revestido en nuestra especie y que la impulsan m¨¢s all¨¢ de la mera funcionahdad reproductora. Ello est¨¢ m¨¢s de acuerdo con el nivel evolutivoque hemos alcanzado en nuestro pensamiento, en nuestras percepciones, en la comunicaci¨®n con nuestros semejantes, en nuestra capacidad simb¨®lica e imaginativa e incluso en la finura e intensidad de las reacciones placenteras de nuestro sistema nervioso. Quiz¨¢ es ¨¦ste un nuevo paso evolutivo que nuestra especie est¨¦ llamada a franquear. Si le dejan.
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