El nuevo tono de Reagan
EN EL discurso sobre el estado de la Uni¨®n el presidente norteamericano Reagan parece haber puesto un especial inter¨¦s en hallar un nuevo tono, en el que la ret¨®rica bien conocida no debe ocultar la existencia de razones de fondo, para desdramatizar el tema de las relaciones con la URSS. Paralelamente a esa b¨²squeda de un clima diferente, es cierto que el discurso de Reagan no anula ni debilita una serie de aspectos de la pol¨ªtica exterior de Washington que acarrean consecuencias negativas para la situaci¨®n internacional.El presidente norteamericano ha insistido en que no se reducir¨¢ el presupuesto militar, lo que significa desarrollar nuevas armas nucleares, como los MX, y, por tanto, acelerar la carrera armamentista. Otro factor desestabilizador de suma gravedad es la pol¨ªtica financiera, con el d¨¦ficit de 180.000 millones de d¨®lares, y sus repercusiones en la econom¨ªa mundial, para el Tercer Mundo y para los propios aliados de EE UU. La misma continuidad de las operaciones de la CIA contra Nicaragua, constituyen un obst¨¢culo para los esfuerzos pacificadores del grupo de Contadora. La presencia militar norteamericana en L¨ªbano tiene, asimismo, poco que ver con la b¨²squeda de soluciones de paz. De la misma forma, la rama de olivo presentada por el l¨ªder sovi¨¦tico Yuri Andropov semanas antes del discurso de Reagan se desdice palpablemente de la apresurada instalaci¨®n de misiles en los pa¨ªses aliados de la URSS en Europa oriental. La Uni¨®n Sovi¨¦tica est¨¢ en los mismos esfuerzos b¨¦licos que la otra superpotencia.
Era inevitable que la preocupaci¨®n electoral tuviese un gran peso este a?o en el tradicional discurso sobre el estado de la Uni¨®n. Reagan va a anunciar de forma oficial su candidatura ma?ana domingo y, por ello, hay que entender que no ha hablado, no ya como candidato a la renovaci¨®n de su mandato, sino casi como presidente con un segundo mandato de cuatro a?os por delante. Ha barajado como cosa suya proyectos de futuro, utilizando el lenguaje m¨¢s apropiado a la exaltaci¨®n del orgullo norteamericano, que le dio tan buenos resultados en 1980, y que este a?o se apoya en el esl¨®gan de la nueva frontera, en las estrellas con el proyecto de un sat¨¦lite habitado. Esta ret¨®rica es tambien practicada con generosidad por los sovi¨¦ticos.
Reagan tiene, indiscutiblemente, sus mejores armas para la batalla electoral en la recuperaci¨®n econ¨®mica norteamericana. Por ello, su deseo ser¨ªa marginar en lo posible los temas internacionales de los debates de este a?o. En su discurso ha hecho un llamamiento a la solidaridad de los dos partidos, republicano y dem¨®crata, ante los grandes problemas de la pol¨ªtica exterior norteamericana. No parece que pueda conseguir ese objetivo: las primeras reacciones que han seguido al discurso indican que los dem¨®cratas concentran en gran parte sus cr¨ªticas sobre Am¨¦rica Central y Oriente Pr¨®ximo. Pero, sin duda, hay algo m¨¢s que preocupaci¨®n electoral en el nuevo tono empleado por el presidente Reagan. Dio ya un primer paso en esa direcci¨®n hace 10 d¨ªas, en su discurso en v¨ªsperas de la Conferencia de Estocolmo; despu¨¦s ha tenido lugar una entrevista de cinco horas entre Shultz y Gromiko. Las ¨²ltimas noticias de Mosc¨² indican tambi¨¦n, dentro de la rigidez adoptada en los ¨²ltimos meses, un atisbo de nueva flexibilidad. Uno de los colaboradores de ¨¦ste, Vadim Zagladin, ha declarado a la Prensa occidental: "Nuestro deseo es continuar el di¨¢logo de forma fruct¨ªfera... Responderemos a cualquier paso realista o constructivo". En realidad, mientras se refuerzan las defensas nucleares sovi¨¦ticas en el este de Europa estas delcaraciones tienen importantes dosis de cinismo. pero reabrir la negociaci¨®n permitir¨ªa reducir el n¨²mero de lanzadores inicialmente previsto y discutir los niveles rec¨ªprocos de ingenios para la amenaza nuclear; es una materia en que el todo o nada carece de sentido. Quiz¨¢ sea tiempo a¨²n de llegar a algo parecido al famoso pacto de los bosques, concluido en 1982 por los dos negociadores, el norteamericano Nitze y el sovi¨¦tico Kvitsinski. Cuando se habla en general del deseo de negociar, no cabe duda de que est¨¢ en el trasfondo la necesidad de controlar una carrera de armamentos que representa una amenaza para todos. En ese sentido, el cambio de tono de Reagan habr¨ªa colocado la pelota negociadora en el campo sovi¨¦tico, en la medida en que Yuri Andropov ha de encontrar una f¨®rmula equiparable a esa l¨ªnea de distensi¨®n lingu¨ªstica apreciable en los prop¨®sitos del presidente norteamericano, abandonando el niet de la descalificaci¨®n universal de cuanto digan en Washington. La Uni¨®n Sovi¨¦tica tiene tambien que demostrar que su vocaci¨®n pol¨ªtica por la paz mundial no es simplemente un argumento estrat¨¦gico.
Por todo ello, escasamente puede decirse que se adivinen cu¨¢les podr¨ªan ser los pasos concretos que, de una y otra parte, permitieran abordar las cuestiones fundamentales de disidencia entre EE UU y la URSS en tomo a una mesa negociadora; cabe ¨²nicamente decir que ha habido un cambio de tono en la ret¨®rica norteamericana, y una, por el momento, insuficiente capacidad de reacci¨®n en el mismo sentido, por parte sovi¨¦tica. Pese a ello, las palabras del presidente Reagan, a quien pocas veces ha habido que juzgar al pie de la letra por lo exaltado de sus declaraciones antisovi¨¦ticas, representan un cambio positivo al que s¨®lo falta una respuesta adecuada de Mosc¨² para recuperar el tiempo perdido en la carrera contra la locura nuclear, si se hace abstraccci¨®n de la mec¨¢nica reacci¨®n de la agencia oficial de noticias de Tass, que para no meterse en mayores complicaciones calific¨® las palabras de Reagan de hip¨®cratas y demag¨®gicas.
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