La moda del ordenador
CADA ?POCA tiene su elemento sobre el que depositar una sed de magia, y el de nuestros d¨ªas es el ordenador. Una magia l¨®gica. La magia, en sus distintas formas y comparecencias a lo largo de las civilizaciones, consiste, despu¨¦s de todo, en el hallazgo de un sistema que domestique el azar, doblegue el futuro y los haga favorables a nuestras necesidades imposibles. Y el hombre que ha ganado 89 millones de pesetas en las quinielas (v¨¦ase EL PAIS del 24 del presente mes) mediante el uso de un ordenador aparece como un ejemplo vivo del milagro al alcance de todos. La especie humana lleva muchos siglos evolucionando fuera de s¨ª misma (cuerpo igual, pero ortopedias inmensas para volar, correr, navegar, matar o pensar), y el ordenador es una evoluci¨®n del cerebro. Bastante asequible, puesto que est¨¢ en los grandes almacenes a partir de 12.000 pesetas (no hay l¨ªmites por arriba), y frente a los anaqueles donde se encuentra hay continuamente una multitud infantil-juvenil explorando gratuitamente los misterios del Basic. Ser¨¢n los padres quienes despu¨¦s descubran dolorosamente que el precio no es tan asequible y que cada una de estas piezas elementales necesita despu¨¦s unos complementos m¨¢s caros que ella misma: casetes o disketes, ampliaciones de memoria y, finalmente, impresora. La totalidad puede andar cerca del medio mill¨®n de pesetas para el ordenador personal o dom¨¦stico con posibilidades operativas serias. Lo que sucede es que, como todo objeto de magia, el revestimiento de los poderes sobrenaturales puede hacerle barato a cualquier precio. Es el futuro, y el futuro siempre ha sido m¨¢s caro que el pasado.La moda del ordenador es arrasadora. Conviene fijar sus l¨ªmites verdaderos. No es tan omn¨ªmodo como creen sus adoradores m¨¢gicos o sus enemigos desconfiados. En cualquier magia, naturalmente, entra lo blanco y lo negro formando un todo, como en cualquier fabricaci¨®n de ansiedad, y el acicate del ordenador consiste en que simult¨¢neamente despierta miedo. Un miedo que naci¨® al mismo tiempo que la cibern¨¦tica y se cuaj¨® en el doble filo de la palabra robot y que hoy se extiende en la noci¨®n de que el ordenador est¨¢ acabando con el empleo (el paro tecnol¨®gico). Existe adem¨¢s la repugnancia de que, como cualquier otra evoluci¨®n externa de la especie humana, es venal y no innata: ser¨¢ un mejor esp¨¦cimen -y m¨¢s apto para la supervivencia- quien tenga m¨¢s dinero para adquirirlo, lo cual, a su vez, debe producirle m¨¢s dinero para dominarnos.
El objetillo respond¨®n que aparece ya en las tiendas de juguetes parece contener todas esas cualificaciones positivas y negativas; se ha convertido en la angustia del futuro -nadie pase sin conocer el sistema Basic-, pero de un futuro que se nos ha venido ya encima. Parece que va a ser imposible vivir sin ¨¦l. La ola de la moda arrebata igual a nuestros hijos, que amenazan con perder la inversi¨®n escolar que hacemos sin su teclado maravilloso, y a nuestros empresarios, que sienten que la garra de la concurrencia se les viene encima. La moda en s¨ª no es peligrosa. M¨¢s bien es positiva. Aunque vaya a dejar¨²n la cuneta a muchos que no resistan los primeros sudores fr¨ªos al intentar aprender el nuevo idioma, aunque pueda arruinar a alg¨²n peque?o empresario que haya llevado su fascinaci¨®n m¨¢s all¨¢ de lo l¨®gico en este pa¨ªs de mano de obra, su futuro est¨¢ asegurado. Los telares de Manchester han sido finalmente un bien para la humanidad, a pesar de los luditas que los romp¨ªan. Si aparece ahora como moda o como esnobismo, ser¨¢ una aportaci¨®n m¨¢s de cuantas modas y esnobismos han hecho a la civilizaci¨®n contempor¨¢nea. De lo que conviene despojar al peque?o ordenador dom¨¦stico es de su car¨¢cter m¨¢gico y, por tanto, de su creaci¨®n de ansiedad. No puede uno hundirse en el manual de iniciaci¨®n al Basic como antes se le¨ªa el Gran Alberto y el Peque?o Alberto. No se va a ganar a las quinielas ni se va a recuperar un amor perdido o la eterna juventud.
Ni, desde luego, despedir a todo el personal. Es otra cosa: es una enorme mutaci¨®n social y cultural, y hay que digerirla.
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