Judas Priest: simple, repetido, r¨¢pido y fuerte
M¨¢s de 5.000 personas abarrotaron el Pabell¨®n del Real Madrid para dejarse llevar por el ritmo del primer concierto rock del a?o. Los cinco ingleses de Judas Priest cogieron al p¨²blico en la primera canci¨®n y as¨ª lo mantuvieron a o largo de casi dos horas, en un recital lleno de f¨®rmulas sencillas pero tremendamente eficaces. Antes hab¨ªan actuado de teloneros el grupo espa?ol Sobredosis, que, pese a su nombre, dif¨ªcil les habr¨ªa resultado alcanzar la dosis de volumen y marcha de los ingleses.A las 10 en punto de la noche, con el local lleno, comienza la ceremonia de un espect¨¢culo estructurado de acuerdo con los m¨¢s conocidos clich¨¦s del rock duro, del heavy metal machac¨®n, absorbente y recalcitrante. Sobre una plataforma en el centro del escenario aparece David Hollan, el bater¨ªa. A su lado, K. K. Durbin y Glen Tripton bajan por sendas pasarelas sim¨¦tricas y se sit¨²an a ambos lados, equidistantes del centro, donde se instala al momento Bob Halford, el cantante, con el bajista lan Hill ligeramente descolocado, por aquello que un n¨²mero impar de m¨²sicos es dif¨ªcil de estructurar frente al espectador.
Judas Priest
Concierto de rock. Pabell¨®n del Real Madrid, 2 de febrero.
Y esa estructura geom¨¦trica, que tambi¨¦n se aprecia en los juegos de luces, no es casual en el espect¨¢culo de Judas Priest: es m¨¢s bien la definici¨®n de una ceremonia milim¨¦tricamente pensada, minuciosamente ensayada y realizada, que nos Inicia en un rito casi religioso en el que los predicadores de Judas hacen de oficiantes ante un auditorio convencido de antemano de la convicci¨®n heavy que los Defensores de la fe (t¨ªtulo del ¨²ltimo ¨¢lbum del grupo) les ofrecen desde el primer momento.
Canciones exactamente iguales en ritmos, estructuras y concepci¨®n; un mensaje transmitido a trav¨¦s de un juego esc¨¦nico y una m¨²sica que repite siempre el mismo esquema: bater¨ªa aplastante, guitarras s¨®lidas que ni siquiera se individualizan cuando hacen un solo, cantante carism¨¢tico y movimientos sobre el escenario que reiteran al un¨ªsono los mismos balanceos de guitarra, las mismas inclinaciones de cuerpos, la misma forma de acabar los mutis en cada solo, volvi¨¦ndose de espaldas al p¨²blico. Es la repetici¨®n de la metodolog¨ªa del espect¨¢culo cl¨¢sico, desde los joteros a los Platters.
Resulta dif¨ªcil -y en ello consiste el mayor problema del rock duro- superar la dicotom¨ªa que implica el intentar ser una m¨²sica liberadora con una estructura tan sumamente cl¨¢sica y jerarquizada. La ambig¨¹edad que, por otra parte, destila la parafernalia de truenos, humos, trajes de cuero, brazaletes de tachuelas, gorras paranazis y motos en el escenario, no hace sino recordarnos esa filosof¨ªa futurista del Gran Hermano. Puede que ¨¦se sea el futuro, pero es un futuro tan poco deseable como las asfixiantes calles que mostraba Blade Runner.
Un concierto eficaz: simple, repetido, r¨¢pido y fuerte.
Babelia
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