6 lunes
Me llama Fernando Trueba para invitarme al estreno de su ¨²ltima pel¨ªcula, Sal gorda. Digamos que todo este cine de Trueba/Almod¨®var/Ladoire es el asesinato na?f del cine cuarenta?ista, que por la derecha comienza en Raza (reciente revival de TVE) y por la izquierda termina en Guti¨¦rrez-Arag¨®n. Era el cine -y la novela y el periodismo y la vida- que hac¨ªamos contra los otros. Una perpetuaci¨®n del guerracivilismo por ambas partes y "a nivel de". Pero vienen ellos, la pegamoidad (que fue mucho m¨¢s que un conjunto), como los ¨¢ngeles exterminadores de Bu?uel, metidos rudamente en el teorema de Pasolini, para decirnos, sin decirlo, que nosotros tambi¨¦n somos los otros, que todos somos los mismos, varias generaciones de guerracivilistas y post. Raz¨®n que no les falta. ?ngeles exterminadores con alas de papel de esta?o, con espada de mercromina y destellos de cinef¨®rum, todav¨ªa entre el cuarto de jugar y la pel¨ªcula de los frailes, han venido con su cinex¨ªn a estigmatizar esos diablos de renta antigua, caballeros estables y list¨ªsimos, que son Saura, Arag¨®n, Erice y por ah¨ª. Cre¨ªamos que el cine de ¨¦stos lo hac¨ªamos, o lo ve¨ªamos, contra los otros, contra el alfredomayismo que a¨²n ma¨²lla, pero nos dicen ir¨®nicamente que nosotros tambi¨¦n somos los otros. De modo que aparecen ellos, sin asignaturas pendientes, sin colmenas de hiel ni del miel en el esp¨ªritu, sin primas pol¨ªticas que se llamen Ang¨¦lica (todo lo m¨¢s, alluna prima gordita por ah¨ª por Opera), sin demonios en el jard¨ªn ni dioses en el retrete, haciendo la comedia de los tel¨¦fonos blancos en Moratalaz. Aqu¨ª mismo us¨¦ un domingo a una gran actriz de cuarenta como bella met¨¢fora de las carrozas con trenka en el alma que somos. Lo de menos es que estos peque?itos lo hagan mal o bien. Lo desolador/alecdionador es que nos engloban en el lote del pasado y nos recuerdan, ay, que nosotros tambi¨¦n somos "los otros".
9 jueves
Como consecuencia de lareposici¨®n de la Eloisa, de Jardiel, vuelvo a leerme alguna de sus novelas, ya que a m¨ª me interesa m¨¢s Jardiel -y cualquiera- en libro. Por ejemplo, Esp¨¦rame en Siberia, vida m¨ªa. Se ve claro que Jardiel va a poner lo que le sale, y, cuando no le sale nada, sigue poniendo cosas. (Quiz¨¢ esta frase, incluso, sea suya, referida a otro). Me lo dijo Miguel Mihura:-Jardiel estuvo en Italia, conoci¨® a Pitigrilli y, a la vuelta, rompi¨® todo lo que ten¨ªa escrito. "Chicos, hay que empezar por el principio", nos dijo.
Eran las vanguardias del humor, paralelas de las otras vanguardias (ver la Antolog¨ªa surrealista del humor negro). A veces, el humor negro de Louis Aragon y el humor rosa de Giradoux, por ejemplo, resulta que coinciden. En Europa, el humor (concepto en s¨ª tan moderno) viene de Voltaire y llega a Beckett, pasando por las primeras pingaletas, todav¨ªa londinenses, de Chaplin, los rinocerontes de Ionesco y sus novias con tres narices, el payaso Grock, que jam¨¢s consigue arrimar el gran piano a la banqueta (nunca se le ocurri¨® arrimar la peque?a banqueta al piano), Bontempelli y Topor. El humor, que quiz¨¢ sea la escritura de la modernidad (de ah¨ª que se queden tan viejos quienes escriben completamente en serio) va afilando su daga, como vemos a trav¨¦s de los hombres y los tiempos. Daga que en Voltaire es puramente atuendaria; en lonesco, amenazante; en Chaplin, junquillo; en Artaud, suicidio, y en Beckett, homicidio. Espa?a inicia la modernidad cr¨ªtico/humor¨ªstica con Ram¨®n (lo anterior es ot a cosa) y sigue con la generacion Jardiel/Mihura/Neville/Tono, que, en proceso inverso al europeo, acaba mell¨¢ndose de ¨¦xito burgu¨¦s. Ya en mi generaci¨®n, Chumy, M¨¢ximo, Ops, Forges, Perich, Peridis, Almod¨®var y Trueba en el cine, vuelven a afilar la daga, que s¨®lo es en nosotros un cuchillo de cocina de postguerra. Asesinan con su daga/ pala de pescado lo que Jardiel no pudo ni quiso asesinar. Por eso, porque no hay asesinato (salvo el argumental) su funci¨®n, pese a tanta modernidad escenogr¨¢fica, se queda vieja.
11 s¨¢bado
?De qui¨¦n es una catedral? As¨ª, a quemarropa, nadie sabr¨ªa contestar. La catedral de Burgos, por ejemplo, con ser tanta catedral, a m¨ª me parece que es de un tabernero que hay enfrente, y que se llega y se le pide un vino:-?Y podr¨ªa usted, de paso, si es tan amable, encenderme la catedral? Si no es molestia.
El hombre tiene el resorte de la luz entre las madres del vino, y, cuando sale de la trastienda, la catedral de Burgos es ya una sim¨¦trica y complicada hoguera de luces, sombras y arquitecturas. Porque a Burgos se llega siempre de noche, claro. Ahora, el Episcoarzobispado espa?ol ha puesto el grito b¨ªblico en el cielo raso de las catedrales y en el cielo oval de sus c¨²pulas, porque, seg¨²n el proyecto de ley de Patrimonio, de la Administraci¨®n, se pueden hasta nacionalizar las catedrales, como las Torres de Jeri?ac/Col¨®n, que tambi¨¦n tienen su m¨¦rito art¨ªstico y que a lo mejor se encienden desde el Caf¨¦ Gij¨®n.
La iglesia espa?ola domina m¨¢s del 85 por 100 del Patrimonio Nacional. Aqu¨ª la pasta es de los Bancos, la cartograf¨ªa es de los f¨¢cticos y el arte es de la Iglesia. ?Aqu¨ª qu¨¦ es del Gobierno? Nada. Es la famosa "soledad de la Moncloa", que se dec¨ªa cuando aquel Luis de Baviera sin leyenda ni sinfon¨ªa, que fue Adolfo Su¨¢rez. Diez millones de pobres han votado PSOE y diez familias ideol¨®gicas (cl¨¦rigos, militares, banqueros, empresarios, retropol¨ªticos, mayorales del Hondo Sur, marquesas listas, multimundiales -?sigo?-) siguen siendo due?as y due?os de todo. Yo creo que la catedral es del peregrino que est¨¢ pidiendo a la puerta. "El Gobierno podr¨ªa llegar a la nacionalizaci¨®n de la mayor¨ªa de las catedrales". Claro: El Pardo tambi¨¦n es del Gobierno, y no de la familia Franco. Hay cosas que prescriben. No se trata de ponerle a la Iglesia los Evangelios y los ¨®rganos en la calle. No se trata de "quemar iglesias", como cuando entonces, sino de salvar catedrales, que las tienen muy camastronas. Y luego vienen los toyotas y las retratan.
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