La Espa?a des¨¦rtica y un anteproyecto de ley
"S¨®lo vivir¨¦is, vosotros -claman los ¨¢rboles- si vivimos nosotros". (De Alemania).La falta de previsi¨®n y el culto a la improvisaci¨®n es una de nuestras constantes hist¨®ricas negativas y mediterr¨¢neas que deber¨ªamos empezar a corregir; nadie se acuerda de santa B¨¢rbara hasta que truena. El mayor de los peligros que viene amenazando a Espa?a a lo largo de los siglos es, sin lugar a dudas, su progresiva deforestaci¨®n, y aqu¨ª no valen remedios improvisados. Todos los dem¨¢s cr¨ªmenes o insensateces pol¨ªticas son corregibles, modificables en el curso de una generaci¨®n; los ¨¢rboles, la repoblaci¨®n del d¨¦ficit forestal que venimos arrastrando precisa m¨¢s tiempo para conseguir los m¨ªnimos de un equilibrio tolerable y, a mi entender, creo ha llegado el momento l¨ªmite de poner manos a la obra.
Lo curioso y lamentable es el comprobar, una y otra vez, la conducta de los espa?oles -incluso entre personas consideradas cultas- ante un peligro de tal naturaleza y que no repara en clases, t¨ªtulos ni linajes: la inmensa mayor¨ªa de estas gentes permanece cuasi indiferente, inactiva, incluso burlona, hasta que los incendios criminales con toda clase de p¨¦rdidas, incluso de vidas humanas, les afectan de cerca. En estos casos se improvisa y movilizan hasta el Ej¨¦rcito nacional, que no repara en sacrificios; al mismo tiempo, los medios de comunicaci¨®n echan las campanas al vuelo tocando a rebato, y as¨ª hasta los pr¨®ximos y repetidos genocidios forestales que van descarnando y calcinando a girones nuestro pa¨ªs de manera irreversible si no se emprende una repoblaci¨®n forestal inmediata y en la medida necesaria.
Tambi¨¦n es doloroso observar que despu¨¦s de tanto desastre en esta fuente de vida insustituible -el ¨¢rbol, la foresta-, cuando llega el oto?o y empieza el r¨¦gimen de lluvias -precisamente la ¨¦poca de repoblaci¨®n- todo queda en silencio, aplazado, como si no hubiera pasado nada. Incluso organismos oficiales, la conciencia nacional y gran parte de los medios de comunicaci¨®n parecen afectados de una especie de sue?o invernal hasta que las humaredas y el crepitar de los fuegos intencionados les despierta sobresaltados al comienzo del verano.
Con todos los respetos para los poderes p¨²blicos, actuales y futuros, entiendo que deber¨ªan comprender que ante un peligro generacional de tanto alcance no basta con apagar el fuego. Es necesario repoblar intensamente y de manera continuada la foresta de la Pen¨ªnsula, en la medida que precisan nuestros yermos y torrenteras, cuencas de los r¨ªos, as¨ª como los terrenos a partir de ciertos desniveles, seg¨²n los expertos, si realmente queremos evitar otro desastre sobrea?adido: que las tierras m¨¢s f¨¦rtiles contin¨²en siendo arrastradas violentamente por las lluvias a los mares o anegando nuestros escasos pantanos o embalses, y a veces con p¨¦rdidas humanas.
En esta situaci¨®n, si nosotros no somos capaces de conjurar sin m¨¢s dilaciones tales peligros seculares, y que est¨¢n ah¨ª, amenazando nuestra existencia d¨ªa a d¨ªa, entonces corremos, finalmente, el mayor y m¨¢s denigrante de los riesgos: que Espa?a deje de ser considerada un pueblo portador de cultura. Pagar¨ªamos con ello el m¨¢s alto tributo que a toda costa quieren imponernos a perpetuidad los dem¨¢s pa¨ªses europeos, sobre todo los llamados latinoamericanos, por haber cometido ese grave pecado hist¨®rico que ni olvidan ni perdonan: haber descubierto y civilizado un continente, con lo que este descubrimiento significa en todos los aspectos del vivir, y el existir, en el mundo de las finanzas, en el concierto mundial... Ante esta situaci¨®n y ante estas exigencias, debemos empezar preguntando: ?Qu¨¦ es lo que puede rendir un pa¨ªs estepario y empobrecido ante un compromiso hist¨®rico de tal envergadura si no consigue una Espa?a verde, presentable y que en realidad es una condici¨®n imprescindible para estabilizar una prosperidad civilizada? ?No es esto lo que intenta evitar precisamente la dulce Francia capitaneando los dem¨¢s pa¨ªses latinos y mediterr¨¢neos?
Ante todas estas realidades deber¨ªamos empezar combatiendo por todos los medios nuestro mayor peligro: la desertizaci¨®n de nuestro suelo; negar estas realidades y no obrar en consecuencia ser¨ªa propio de cretinos incurables, suicidas o delincuentes.
La segunda realidad, inmanente, radica en que la entrada o cauce por donde camina el proceso globalizador de la historia con su peculiar pero imparable vis a tergo tiene siempre dos riberas irreemplazables e inseparables con sus arquetipos; una de ellas representa la ribera de la cultura, de los conocimientos, y la otra es biol¨®gica. Ambos componentes son insustituibles y decisivos.
Hacia el tercermundismo
Podemos afirmar que cuando una sola de estas dos riberas -no ¨¦sta ni aqu¨¦lla- no se cuidan paralelamente con amor, perseverancia, inteligencia y conocimientos, entonces esos pueblos terminan desapareciendo como tales pueblos portadores de cultura. Los pueblos incultos que degradan o no cuidan la foresta terminan precipit¨¢ndose en el tercermundismo convulsivo y compulsivo o emigrando en condiciones infrahumanas a los pa¨ªses verdes, cultos y pr¨®speros, cuando les admiten.
Por todas estas razones incontrovertibles precisamos repoblar esa ribera forestal de acuerdo con los expertos del Icona, del Ministerio de Agricultura, del Medio Ambiente, entre otros organismos interesados, para armonizar tambi¨¦n exigencias ganaderas y agr¨ªcolas de la manera m¨¢s racional posible. Para conseguir tales objetivos prioritarios es necesario movilizar la conciencia nacional y los organismos oficiales por todos los medios, y sea cual fuese la futura estructura pol¨ªtico-administrativa del pa¨ªs. Pero, ?c¨®mo llevar a cabo la repoblaci¨®n forestal en la medida necesaria y lo m¨¢s r¨¢pidamente posible por las razones apuntadas y para evitar que nuestros r¨ªos contin¨²en arrastrando la tierra productiva y Espa?a termine convirti¨¦ndose, todav¨ªa m¨¢s, en un pa¨ªs estepario, africano, sin agravar demasiado el erario p¨²blico en esta ¨¦poca de crisis econ¨®mica? ?C¨®mo superar, al mismo tiempo, nuestra inculta y secular man¨ªa arboricida? He aqu¨ª las dos primeras condiciones previas para una repoblaci¨®n progresiva, eficaz y duradera.
Afortunadamente, la circunstancia de una reforma pol¨ªtica castrense en marcha puede contribuir a resolver, y sin demora, estas dos condiciones imprescindibles si obramos con la "honestidad, seriedad y solidaridad" que recomienda el presidente del Gobierno a los espa?oles con frecuencia. Me refiero al anteproyecto de ley del servicio militar con sus servicios civiles, hoy en gestaci¨®n. Habr¨ªa que aprovechar la llamada a filas de los 300.000 j¨®venes -reclutas- que aproximadamente convoca el Estado en una edad cr¨ªtica y receptiva. Una simple multiplicaci¨®n de los ¨¢rboles que puede plantar un recluta durante 15 ¨® 20 d¨ªas, al final del mismo servicio militar, demuestra la cantidad de hect¨¢reas des¨¦rticas que se pueden repoblar anualmente en Espa?a, sin grandes estipendios, sobre todo en relaci¨®n con la tarea nacional realizada; la contribuci¨®n de los parados es cuesti¨®n aparte y con otros condicionamientos.
Para evitar cualquier equ¨ªvoco debo advertir: no se tratar¨ªa, pues, de que el Ej¨¦rcito se dedique a la repoblaci¨®n forestal, sino que tales j¨®venes espa?oles contribuyan a una tarea en la que ellos son los principales beneficiados, sin perturbar para nada la formaci¨®n y servicio de las armas.
Al mismo tiempo -segunda condici¨®n previa- se educan y cultivan las mentes de esos j¨®venes con clases te¨®ricas, v¨ªdeos, demostraciones, etc¨¦tera, bien programadas durante el servicio militar, pero al final de ¨¦ste se realizar¨¢n unas pr¨¢cticas repobladoras durante unos d¨ªas, como indicamos m¨¢s arriba.
Hechas en el Ministerio de Defensa las primeras gestiones referentes a tales sugerencias program¨¢ticas, debo manifestar que siempre encontr¨¦ buena disposici¨®n y conciencia de responsabilidad; faltan, claro est¨¢, estudios profundos sobre las posibilidades y manera de organizar tales servicios, te¨®ricos y pr¨¢cticos. Tambi¨¦n es esperanzador que el ministro de Defensa, en una entrevista televisada, hace unos d¨ªas, hablara de "repoblaci¨®n forestal" refiri¨¦ndose al anteproyecto de ley del servicio militar y servicios civiles.
Finalmente, me permito una sugerencia a los medios de comunicaci¨®n. En estos momentos de reforma y cambios ser¨ªa tambi¨¦n muy provechoso que un programa de la televisi¨®n con tanta audici¨®n como La clave dedicara algunos de sus programas a una cuesti¨®n de tanta trascendencia, y a ser posible con participaci¨®n de alg¨²n experto de la Europa verde; ello contribuir¨ªa a sensibilizar y responsabilizar la conciencia de los espa?oles para erradicar su man¨ªa arboricida secular por su enorme incultura sobre lo que representa el ¨¢rbol, el bosque como tal, para la vida y desarrollo de los pueblos; no deber¨ªa quedar un rinc¨®n de la Pen¨ªnsula sin que llegue la alarma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.