La disputa sector p¨²blico-sector privado en la sanidad
Cualquiera que sea la naturaleza del mercado sanitario, privado o p¨²blico, tiene dos defectos fundamentales: el problema de la demanda fomentada por el abastecedor y el problema de que quien paga es un tercero.El enfermo que busca atenci¨®n m¨¦dica en Espa?a es igual que el que la busca en Italia, el Reino Unido o Estados Unidos en el sentido de que llega a la consulta del m¨¦dico en una situaci¨®n de ignorancia relativa sobre el diagn¨®stico adecuado y el tratamiento que necesita y tiene muy poca idea de la probable prognosis. El m¨¦dico, por otro lado, es el especialista y est¨¢ mejor informado sobre diagn¨®stico, tratamiento y prognosis.
Como resultado de esta desigualdad de informaci¨®n, el enfermo delega su papel de demandante o consumidor en el especialista, el m¨¦dico. As¨ª pues, el m¨¦dico se convierte en agente del enfermo, actuando en su nombre o usurpando, con el acuerdo expl¨ªcito del enfermo, el papel del consumidor.
Como consecuencia de esta desigualdad en informaci¨®n entre ¨¦l y su paciente, el m¨¦dico es agente del paciente y decide los cuidados m¨¦dicos que se le van a dar, c¨®mo y cu¨¢ndo. El m¨¦dico es tambi¨¦n el agente principal que controla la oferta sanitaria: sus decisiones deciden qui¨¦n tendr¨¢ acceso a qu¨¦ tipo de atenci¨®n m¨¦dica. De esta manera, el m¨¦dico controla tanto la oferta como la demanda del mercado sanitario.
Tal conclusi¨®n est¨¢ en una contradicci¨®n radical con lo que debe ser el mercado ideal. El mercado ideal consiste en que los abastecedores sean independientes de los clientes bien informados que pueden tomar decisiones independientes sobre lo que deber¨ªan comprar en el mercado. En el mercado sanitario los enfermos (clientes o consumidores) est¨¢n mal informados y las decisiones de consumo las toman los abastecedores (los m¨¦dicos).
El poder de los m¨¦dicos lo crea y lo apoya el Estado. Todos los Estados occidentales controlan el ingreso en la profesi¨®n m¨¦dica y buscan f¨®rmulas para regular la calidad de los profesionales para proteger a sus ciudadanos de curanderos peligrosos. La naturaleza especial del papel del m¨¦dico fue reconocida hace m¨¢s de 2.000 a?os por los griegos en el juramento hipocr¨¢tico, y por el economista pol¨ªtico Adam Smith en el Reino Unido hace m¨¢s de 200 a?os:
"Confiamos nuestra salud al m¨¦dico; nuestra fortuna y, a veces, nuestra vicia y buen nombre, al abogado. Tal confianza no podr¨ªa recaer con seguridad en personas de condici¨®n mezquina o baja. Consecuentemente, su recompensa debe ser tal que les conceda el rango en la sociedad que tan importante confianza exige. El largo tiempo y los grandes gastos que hay que emplear en su educaci¨®n, junto con esta circunstancia, aumentan necesariamente a¨²n m¨¢s el precio de su trabajo". (Smith, 1776.)
La naturaleza especial del papel de los m¨¦dicos significa que tienen poder para actuar en una forma inconsistente con la obtenci¨®n del m¨¢ximo rendimiento de la seguridad social. Smith (1776) se?al¨®:
"La gente de la misma profesi¨®n no suele juntarse, ni siquiera para divertirse y entretenerse; pero su conversaci¨®n suele acabar en una conspiraci¨®n contra el p¨²blico o en alguna estratagema para aumentar los precios". (Smith, 1776.)
As¨ª pues, Adam Smith argumentaba que los capitalistas son los enemigos del capitalismo. Siempre que alg¨²n grupo de productores -como, por ejemplo, m¨¦dicos- se re¨²nen es posible que conspiren para aumentar los precios o para aumentar la producci¨®n con el fin de conseguir unos objetivos que no son el tratamiento eficaz de sus enfermos. En lugar de buscar la eficacia, con lo cual quiero decir los menores costes de producci¨®n con la m¨¢xima mejora de la salud de los enfermos, es posible que el m¨¦dico quiera aumentar sus ingresos, aumentar su imperio m¨¦dico o el tiempo que dedica al golf o a la playa.
Para financiar estas actividades no rentables el m¨¦dico puede aumentar sus ingresos forzando la demanda de sus servicios y de los de su equipo m¨¦dico (enfermeras, personal administrativo de hospitales, etc¨¦tera). El agente del consumidor, el m¨¦dico, debido a su conocimiento superior del producto (la atenci¨®n sanitaria), puede, si lo desea, manipular su diagn¨®stico y tratamiento con el fin de asegurarse clientes para sus servicios y los de la enfermera, el hospital y las compa?¨ªas farmac¨¦uticas.
Es posible que no todos los m¨¦dicos act¨²en de esta manera: hay que evaluar con sumo cuidado hasta qu¨¦ punto est¨¢ extendida esta forma de ineficacia. El m¨¦dico eficaz diagnosticar¨¢ la enfermedad de su paciente y le tratar¨¢ con el menor coste posible. Pero el premio por ser eficaz es peque?o, aparte del orgullo de haberlo conseguido. Normalmente, el m¨¦dico no recibe recompensa alguna si es eficaz y no se le suele castigar si se puede demostrar que sus pr¨¢cticas son ineficaces. Sin incentivos adecuados que dir¨ªgan al m¨¦dico hacia el empleo eficaz de los escasos recursos de la sociedad, no puede resultar sorprendente descubrir la falta de eficacia de todos los sistemas sanitarios.
Esta desgraciada propensi¨®n de todos los pa¨ªses occidentales a crear mercados sanitarios, tanto p¨²blicos como privados, que muestran grandes tendencias a una falta de eficacia a causa de la floja estructura de incentivos inherente en la relaci¨®n de m¨¦dico-agente y en la demanda forzada por el m¨¦dico-abastecedor, no se ve de manera alguna mitigada por el sistema de financiaci¨®n de la sanidad. En los sistemas sanitarios socializados, tales como el National Health Service brit¨¢nico, el Estado hace frente a las cargas econ¨®micas generadas por las decisiones de los m¨¦dicos sobre el tratamiento de sus pacientes. En los sistemas sanitarios de mercado (privados), las compa?¨ªas de seguros hacen frente a las cargas econ¨®micas generadas por m¨¦dicos y enfermos.
Tanto en el sistema sanitario p¨²blico (estatal) como en el privado (compa?¨ªas de seguros) la carga principal de los gastos no recae ni en los enfermos ni en los m¨¦dicos, sino en una tercera parte: los promotores. Los promotores, el Gobierno o las compa?¨ªas de seguros, pagan las cuentas y, normalmente, ni dirigen ni controlan a los enfermos ni a los productores del mercado sanitario. Ni los enfermos ni los productores tienen mucho incentivo para reducir los costes; saben que el Estado o la compa?¨ªa de seguros pagar¨¢ la cuenta. Tan negativos incentivos animan a los enfermos a consumir sin ning¨²n cuidado y a los m¨¦dicos a dar tratamientos con liberalidad y con demasiada poca preocupaci¨®n por un uso eficaz de los escasos recursos.
Todos los mercados sanitarios, p¨²blicos y privados, tienen incentivos insuficientes para persuadir a productores y consumidores a que act¨²en con eficacia. El papel dominante de los productores a causa de su conocimiento convierte al m¨¦dico en agente crucial del mercado sanitario. Es el m¨¦dico quien controla el acceso a la atenci¨®n m¨¦dica y es ese mismo m¨¦dico a quien hay que convencer, tanto en el mercado sanitario privado como en el p¨²blico, de la necesidad de actuar con eficacia.
La necesidad de tal persuasi¨®n hace que las normativas sean inevitables; por ejemplo, hay que evaluar, controlar los precios, la calidad y los costes de los abastecedores p¨²blicos y privados del mercado sanitario, y manipularlos por medio de incentivos adecuados para conseguir resultados consistentes con los objetivos de los responsables sanitarios, tanto p¨²blicos como privados. Tal regulaci¨®n no es competencia ¨²nica del Estado; las agencias privadas, sean organizaciones de profesionales o compa?¨ªas de seguros, deben regular sus mercados.
Retos comunes
1. La necesidad de mejorar la formaci¨®n empresarial de los m¨¦dicos.
Es ya conocimiento popular que los m¨¦dicos, tanto si trabajan en el sector p¨²blico como en el privado, son los guardianes del sistema sanitario. Sus decisiones determinan qui¨¦n tendr¨¢ acceso a qu¨¦ tipo de atenci¨®n m¨¦dica. Sus decisiones determinan tambi¨¦n qui¨¦n vivir¨¢, qui¨¦n morir¨¢ y qui¨¦n vivir¨¢ en qu¨¦ grado de dolor y molestias. Desgraciadamente, es bastante dudosa su formaci¨®n en cuestiones de tomas de decisi¨®n.
A pesar de las sustanciales inversiones en las escuelas m¨¦dicas, los m¨¦dicos no suelen adquirir h¨¢bitos de evaluaci¨®n cient¨ªfica en su trabajo, y, por lo general, sus conocimientos en materia de administraci¨®n de recursos son muy limitados:
"Debido a que el sistema ha estado tan mal definido durante tantos a?os, no ha sido posible relacionar la producci¨®n del sistema con la inversi¨®n; conjetura tras conjetura han ido quedando grabadas en los programas de estudios y en las normas para la concesi¨®n de ras licencias profesionales. Examinando algunas de estas conjeturas en relaci¨®n con los objetivos de la medicina se puede ver actualmente cu¨¢nto se ha desviado de su ruta el establishment m¨¦dico". (Weed, 1981.)
Tal argumento est¨¢ de acuerdo con el de Cochrane (1972) y el de muchos otros observadores, m¨¦dicos y no m¨¦dicos, del Reino Unido. El fracaso en la evaluaci¨®n de la relaci¨®n input/output en la sanidad ha conducido a una formaci¨®n que no se basa en hechos cient¨ªficos, sino, con demasiada frecuencia, en conjeturas. No se forma a los estudiantes para comportarse en formas que pueden o no llegar al empleo eficaz de los escasos recursos. Lo que es m¨¢s, no se les forma adecuadamente para que pongan en cuesti¨®n las pr¨¢cticas actuales y eval¨²en la relaci¨®n input/output cient¨ªficamente.
Esta insuficiente formaci¨®n en la pr¨¢ctica y en la medicina evaluativa supone el que muchos m¨¦dicos no empleen los recursos de manera eficaz. Debido a su ignorancia de la relaci¨®n entre el input, la atenci¨®n m¨¦dica, y el output, la mejora de la salud de la poblaci¨®n, y de su inclinaci¨®n, a causa de su pobre formaci¨®n en el empleo de recursos, a no cuestionar las pr¨¢cticas actuales y sus conexiones o falta de conexiones, los m¨¦dicos no tienen ni los conocimientos para emplear los recursos de manera eficaz ni el incentivo para investigar sus pr¨¢cticas y mejorar su rendimiento.
La soluci¨®n a estas graves faltas en la formaci¨®n del m¨¦dico es una formaci¨®n especial, pero cualquier sugerencia de cambio se ver¨¢ contraatacada por los argumentos acostumbrados de que los programas de estudio ya est¨¢n completos. La formaci¨®n en t¨¦cnicas de administraci¨®n, econom¨ªa y estad¨ªstica supone un coste de posibilidades; es decir, habr¨¢ que abandonar otra materia. Tales costes de posibilidades pueden dar importantes beneficios si se pudiera formar a los m¨¦dicos para que evaluaran su pr¨¢ctica, reconocieran las relaciones entre input y output y emplearan los recursos con eficacia. Tal formaci¨®n habr¨ªa que mantenerla durante todo el ciclo de la vida de un m¨¦dico en la pr¨¢ctica, por medio de un sistema de educaci¨®n permanente de tal manera que sus t¨¦cnicas de evaluaci¨®n y administraci¨®n se vean aumentadas con regularidad.
Parece que cada vez hay una mayor concienciaci¨®n, si bien avanza a paso lento, sobre la contribuci¨®n potencial de los conocimientos de econom¨ªa a la mejora de la eficacia de la distribuci¨®n de recursos en la sanidad. Esta toma de conciencia entre los responsables de la pol¨ªtica sanitaria de que los recursos son escasos y hay que emplearlos con eficacia est¨¢ aumentando como consecuencia de los l¨ªmites impuestos en la actualidad sobre el gasto. Las pol¨ªticas de contenci¨®n de costes en el extranjero y de limitaci¨®n monetaria en el Reino Unido est¨¢n obligando a los m¨¦dicos a competir entre s¨ª por los recursos. Para defender la necesidad de adquirir recursos, el m¨¦dico, de una manera demasiado impl¨ªcita, tiene que evaluar en la actualidad los costes y beneficios de sus actividades en relaci¨®n con los de sus compa?eros de profesi¨®n que compiten con ¨¦l por los mismos recursos, y que cada vez lo har¨¢n m¨¢s. As¨ª pues, la competencia por los recursos en los sistemas sanitarios p¨²blicos y privados puede, con el tiempo, suponer un aliciente para que los m¨¦dicos intenten captar la relaci¨®n entre el input y el output y emplear dichos recursos con mayor eficacia. Puede incluso servir de aliciente para que los especialistas acepten y desarrollen con m¨¢s, vigor que hasta ahora el concepto de pieza de una maquinaria. (1967.)
Al controlar los m¨¦dicos los recursos en todos los sistemas sanitarios es necesario ampliar la formaci¨®n de los m¨¦dicos tanto
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durante su etapa de estudiantes como despu¨¦s de su graduaci¨®n y durante toda su vida activa, para que dispongan de las t¨¦cnicas y los conocimientos necesarios, especialmente en econom¨ªa y administraci¨®n, para emplear con rendimiento los escasos recursos que controlan. Tal formaci¨®n es necesaria cualquiera que sea la combinaci¨®n medicina p¨²blica-medicina privada e independientemente del pa¨ªs. Si no se les introduce a los m¨¦dicos a las t¨¦cnicas de administraci¨®n relevantes administrar¨¢n los recursos m¨¦dicos de manera no eficaz.2. Hacer que los administradores administren.
Cualquiera que sea el sector, p¨²blico o privado, los administradores de los escasos recursos sanitarios deben contar con incentivos y medios para su administraci¨®n.
La clave de una buena administraci¨®n es la informaci¨®n sobre inputs y outputs y el conocimiento de la relaci¨®n entre estos dos elementos. Existe, sin embargo, un rechazo universal, a todos los diferentes niveles de toma de decisi¨®n, a aceptar lo obvio: que un buen sistema de recogida de datos no es un producto barato. Decir que Medicare en Estados Unidos o que el National Health Service brit¨¢nico est¨¢n burocratizados en exceso es m¨¢s bien ingenuo. Los sistemas sanitarios p¨²blicos y privados necesitan una burocracia eficaz si desean emplear los recursos con eficacia.
La necesidad de conseguir mejor informaci¨®n sobre los costes y beneficios de la sanidad, as¨ª como las caracter¨ªsticas de las decisiones en los sistemas sanitarios, son de una importancia primordial. Naturalmente, es posible que la evaluaci¨®n de la pr¨¢ctica no cambie el comportamiento. Es posible llevar un caballo a las aguas del conocimiento de la pr¨¢ctica eficaz, pero quiz¨¢ no se le pueda hacer beber. La buena administraci¨®n consiste en vender o empaquetar esta informaci¨®n de tal manera que se d¨¦ una mejora del proceso de toma de decisi¨®n en los puestos clave. Se pueden conseguir resultados deseables si quienes ofrecen los servicios, individual e institucionalmente, reciben alg¨²n tipo de incentivo econ¨®mico directo para esforzarse en conseguir una pr¨¢ctica eficaz. El conocimiento de la naturaleza de estos incentivos y sus efectos sobre el comportamiento es menos que satisfactorio, pero, tal como se ha indicado anteriormente (Maynard y otros autores), hay un campo considerable de experimentaci¨®n.
La mayor¨ªa de los sistemas sanitarios no tienen mecanismos para la recogida de informaci¨®n, evaluaci¨®n y diseminaci¨®n, que puedan emplear con confianza los administradores en puestos altos. Tal defecto en el dise?o de los sistemas sanitarios ha contribuido considerablemente a la aplicaci¨®n ineficaz de los recursos. Los administradores deben tener funciones claras, y su actuaci¨®n debe ser controlada cuidadosamente si se quiere que empleen los escasos recursos sanitarios de manera rentable.
3. Administrar, ?qu¨¦?
Hasta ahora se ha dado por supuesto que los administradores, sean m¨¦dicos o personal administrativo (actuando naturalmente junto con los organismos gubernamentales), deber¨ªan controlar la distribuci¨®n de los recursos sanitarios. Tal argumentaci¨®n es adecuada en principio, pero limitada en el sentido de que la sanidad es ¨²nicamente uno de los factores que influyen en la salud del individuo a lo largo de su vida. Tal como argument¨® McKeown (1977-1979), es probable que la sanidad haya desempe?ado ¨²nicamente un papel menor en el aumento de la poblaci¨®n en nuestra ¨¦poca; las principales causas de la mejora de la salud tienen m¨¢s que ver con una mayor riqueza, que ha supuesto una mejor nutrici¨®n, y con la salud p¨²blica. La educaci¨®n puede ser tambi¨¦n un factor influyente en la mejora de la salud. La sanidad privada no tiene la menor relevancia en este aspecto particular de la econom¨ªa sanitaria. Y sin embargo es un ¨¢rea de la mayor importancia, y probablemente recibir¨¢ mayor atenci¨®n en el futuro. Cualquier otro elemento, de car¨¢cter menor que aleje la atenci¨®n de este hecho no deja de ser, a la larga, una mala pol¨ªtica.
Desgraciadamente, no existen conocimientos exactos sobre la relaci¨®n entre ingresos, nutrici¨®n, salud p¨²blica, educaci¨®n y el objetivo deseado: la buena salud. La prevenci¨®n es palabra obligada en las discusiones sobre pol¨ªtica sanitaria; pero, ?qu¨¦ es la prevenci¨®n? ?Cu¨¢l es la mejor inversi¨®n en prevenci¨®n? ?Qui¨¦n se va a encargar de darle recursos? Las medidas destinadas a convencer a la gente de la necesidad de disminuir el consumo de tabaco o de alcohol, o de hacer ejercicio f¨ªsico, que requieren acciones m¨¢s refinadas que las que han dado por ahora resultado en el campo de la prevenci¨®n relacionado con la salud p¨²blica -como, por ejemplo, los sistemas de recogida de aguas y basuras-, producen beneficios muy lentamente, a lo largo de decenios, es decir, son del tipo de compromisos que no suelen obtener popularidad pol¨ªtica.
Otras propuestas, como las hechas en el Libro Negro (1980), no directamente relacionadas con cuestiones de atenci¨®n m¨¦dica y que dependen de la evaluaci¨®n de la pol¨ªtica social, no son virtualmente m¨¢s que afirmaciones, que pueden ser o no exactas, ,sobre la deseabilidad de determinadas pol¨ªticas p¨²blicas en un futuro incierto. La naturaleza exacta de la demanda sanitaria por parte de los ciudadanos y la relativa eficacia de pol¨ªticas alternativas que podr¨ªan afectar a la salud desde la concepci¨®n a la muerte no se ha estudiado en programas de investigaci¨®n cient¨ªfica (Muurinen, 1982). Es posible afirmar que es mejor prevenir que curar (y que esto es probablemente lo acertado), pero la prevenci¨®n engloba muchos subsistemas que est¨¢n muy alejados de la sanidad privada y no hay por ahora demostraci¨®n alguna de que las medidas preventivas sean las m¨¢s eficaces.
Hay bastantes pruebas que indican que lo que una persona se hace a s¨ª misma a lo largo de su vida tiene mayor influencia sobre su salud que la atenci¨®n sanitaria. Si una persona tiene unos h¨¢bitos alimenticios pobres (mala comida, exceso de alcohol y de tabaco, etc¨¦tera), no hace ejercicio y no descansa suficiente, en ese caso su salud se deteriorar¨¢ probablemente con m¨¢s rapidez que otra persona que cuida su comida, su ejercicio y su descanso. Informar a la poblaci¨®n de tales hechos es una funci¨®n que el Estado, mediante la correspondiente educaci¨®n,en la infancia, en la juventud y durante toda la vida, podr¨ªa desarrollar con buenos resultados y en base a una estrategia basada en la observaci¨®n cient¨ªfica.
A la larga, los beneficios de ta les medidas,'si dan resultado, se r¨¢n que un mayor n¨²mero de gente vivir¨¢ m¨¢s a?os y con m¨¢s calidad de vida. Si eso se a?ade a lo ya conseguido, tales medidas dar¨¢n como resultado el que m¨¢s gente llegue a la vejez en lugar de morir en la madurez por accidentes evitables, c¨¢ncer, enfermedades coronarias, etc¨¦tera. Si el objetivo de la pol¨ªtica sanitaria, no s¨®lo de la atenci¨®n m¨¦dica, es conseguir una mejor calidad de vida a lo largo de la vida de una persona, entonces es posible que sea mejor emplear los escasos recursos en prevenir que en curar.
4. Prioridades de investigaci¨®n.
Hace falta una cuidadosa investigaci¨®n que ayude en la formaci¨®n de m¨¦dicos y administradores y que cree unas fuentes y unas corrientes permanentes de informaci¨®n relevante a cuestio nes de administraci¨®n. Se po dr¨ªan investigar los siguientes puntos.
a) ?Cu¨¢les son los objetivos del sistema sanitario, indepen dientemente de la cuesti¨®n sector p¨²blico/sector privado? ?Qu¨¦ preferencia o peso tienen cada uno de estos objetivos y c¨®mo cambian con el tiempo?
b) ?Qui¨¦n es realmente res ponsable del control del sistema o de los sistemas? ?Qui¨¦n con trola el empleo de los recursos en los extremos del proceso m¨¦dico? ?Qui¨¦n controla los movimientos en estos extremos? ?Qu¨¦ criterios se emplean para decidir la toma de decisiones en estos extremos?
c) ?Qu¨¦ incentivos, monetarios o no monetarios, existen, o hacen falta, para conseguir que tanto las personas como las instituciones sean eficaces en los sectores p¨²blico y privado? ?Por qu¨¦ se comportan los responsables en los extremos de la forma en que lo hacen? ?Qu¨¦ incentivos despier tan acciones p¨²blicas o privadas, as¨ª como la interacci¨®n entre los sectores p¨²blico y privado? ?Es la ineficacia producto inevitable de la falta de incentivos?
d) ?Qui¨¦n reparte qu¨¦ y c¨®mo? Es decir, ?qu¨¦ criterios se emplean y por qu¨¦ responsables del sector p¨²blico y privado para distribuir los escasos recursos sanitarios con influencia sobre el nivel inferior u operativo? ?Est¨¢ tal distribuci¨®n relacionada con los criterios declarados de reparto del sector y con los objetivos de ese sector o sistema? e) ?Qui¨¦n decide, en realidad, y cu¨¢les son los criterios de inversi¨®n en los sectores sanitarios publicos y privados? ?Se emplean t¨¦cnicas de evaluaci¨®n de las inversiones?
f) ?Cu¨¢les son los principales problemas a¨²n no resueltos del sistema sanitario? Esta pregunta nos lleva de nuevo a la primera. ?Est¨¢n los resultados, en t¨¦rminos de eficacia y de igualdad distributiva, como quiera que se definan, de acuerdo con los objetivos de la pol¨ªtica sanitaria, o no consigue el sistema, tanto en el sector p¨²blico como en el privado, sus objetivos?
Conclusi¨®n
El an¨¢lisis de la pol¨ªtica sanitaria se ve plagado por ideolog¨ªas contrapuestas que convierten el debate sobre las opciones en algo emocional, superficial e ingenuo. Los problemas de los sistemas sanitarios tienen, claramente, un car¨¢cter universal. Las reacciones pavlovianas de liberales y socialistas s¨®lo consiguen que se pase por alto la naturaleza fundamental de este complejo mercado y que las cuestiones relevantes de pol¨ªtica, y sus soluciones, se ulceren de tal forma que se malgasten los escasos recursos y no se alcancen los objetivos ni de liberales ni de socialistas. Es hora ya de abandonar este enfoque superficial a fin de que sea posible distribuir los escasos recursos intelectuales de manera que resuelvan los problemas de la pol¨ªtica sanitaria.
Cualquiera que sea la relaci¨®n sector p¨²blico/sector privado, la estructura del National Health Service brit¨¢nico, el tama?o del sector p¨²blico espa?ol, la estructura de los fondos sanitarios europeos, la estructura de financiaci¨®n estatal y del mercado de seguros en Estados Unidos, y cualquier otra forma de organizaci¨®n en cualquier pa¨ªs, el fracaso fundamental del mercado sanitario, p¨²blico y privado, de no conseguir los objetivos que todos deseamos seguir¨¢ imperando, a menos que se preste atenci¨®n al desarrollo de una estrategia que asegure el empleo ¨®ptimo de los recursos para la producci¨®n de los servicios sanitarios en forma de servicios, tanto p¨²blicos como privados.
La soluci¨®n a las preguntas planteadas s¨®lo se conseguir¨¢ con decenios de investigaci¨®n cuidadosa, experimentos y cambios que contribuyan a la configuraci¨®n de una pol¨ªtica. Ser¨ªa una locura no tener en cuenta la amplitud de tiempo y la cuidadosa planificaci¨®n que requiere esta actividad, en la que los Gobiernos tienen un papel clave.
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