Apreciar la diferencia

Se queja mi admirado Juan Cueto (EL PAIS del 14 de febrero de 1984) de la monoton¨ªa exasperante de los deportes de invierno, lo que les hace carecer de emoci¨®n teleg¨¦nica para el telespectador no iniciado, a excepci¨®n del hockey sobre hielo y del patinaje de velocidad (no acabo de ver la espectacularidad de un duelo entre, por ejemplo, un patinador alem¨¢n y otro ruso). Ingenuamente cree, o al menos as¨ª lo manifiesta, que las emociones s¨®lo se desatan cuando la competici¨®n se produce simult¨¢neamente. Craso error. No habr¨ªa m¨¢s que realizar un sondeo para comprobar que la competici¨®n, simult¨¢nea o sucesiva, s¨®lo provoca las pasiones del televidente cuando previamente ha entregado la llave de su corazoncito bien a un deporte, bien a un equipo, club, pa¨ªs o atleta. La acusaci¨®n a estos deportes de reiterativos por individuales es, para el apasionado, adem¨¢s de una contradictio in terminis (s¨®lo lo individual es ¨²nico e irrepetible), una imprudente herej¨ªa. Podemos suponer lo que opinar¨ªa el aficionado a la m¨²sica cl¨¢sica si tuviera que escuchar esa misma recriminaci¨®n referida a los conciertos de Mozart. Y es que a la diferencia, en el deporte como en el arte, se llega despu¨¦s de recorrer una senda m¨¢s o menos ardua. Posiblemente la, al parecer, insalvable dificultad del telespectador espa?ol para apreciar la diferencia en los deportes individuales est¨¦ motivada por la pasi¨®n con la que se entrega a tratar de distinguir los innumerables pases horizontales de bal¨®n con que nos obsequia TVE los fines de semana. Al margen de los refinad¨ªsimos esfuerzos mentales a que nos obligan, si queremos establecer diferencias, las declaraciones de entrenadores y jugadores. / Madrid.