Ted Nugent, otro concierto m¨¢s de 'heavy'
Ted Nugent.Concierto rock Pabell¨®n de Deportes del Real Madrid. Madrid, 24 de febrero.
Otro concierto m¨¢s de heavy. Parece que los organizadores de grandes conciertos s¨®lo apuestan esta temporada por lo seguro. El heavy tiene un p¨²blico in condicional, y en estos tiempos de crisis nadie quiere correr riesgos. As¨ª es que m¨¢s heavy. Primero vinieron los mejores y ahora vienen los dem¨¢s. Ted Nugent, por ejemplo.Este viejo rockero de Detroit con 16 a?os de profesi¨®n, desde los tiempos de Amboy Dukes, conoci¨® sus m¨¢s espl¨¦ndidas glorias a mediados de los setenta. El secreto de Ted Nugent fue su agresividad inicial. No en vano afirmaba este hombre que si en 10 minutos no consegu¨ªa hacer que su p¨²blico "echara espuma por la boca" hab¨ªa fracasado. Las habilidades de Ted Nugent se limitaban a su oficio de guitarrista. Supo explotar los encantos de esa princesa mimada del rock and roll que es la guitarra el¨¦ctrica. T¨¦cnicamente es aceptable, es decir, ret¨®rico. Y depende de la mayor o menor inspiraci¨®n que posea en el momento el que su espect¨¢culo sea al menos entretenido.
El concierto del pasado viernes registr¨® media entrada y result¨® bastante aburrido. Los recursos del heavy son escasos y limitados, pero si se hacen con algo de imaginaci¨®n y con entrega pueden llegar a ser efectivos No basta con aparecer como una criatura salida de las fantas¨ªas de Robert E. Howard, tirarse al suelo, chillar y armar todo el ruido de cien batallas. Los trucos deben ser variados y medidos si no se quiere caer en la repetici¨®n hist¨¦rica. El grito por el grito cansa como cualquier otra insistencia mani¨¢tica.
Musicalmente, la banda que acompa?¨® a Ted Nugent en esta ocasi¨®n era singularmente mediocre. Hicieron un repertorio basado en su reci¨¦n editado elep¨¦ Penetrator. Especialmente olvidables fueron un solo de bater¨ªa digno de figurar en la historia de la infamia y las horripilantes acometidas de un ominoso vocalista. Ni siquiera Ted Nugent estuvo tolerable con la guitarra. Los desbarres eran manifiestos en los amagos de entrarle al blues. Y la cosa acab¨® con una degeneraci¨®n de La tierra de las mil danzas de juzgado de guardia.
En cuanto al entra?able p¨²blico del heavy, cada vez es m¨¢s exagerada la presencia de hippies a?osos, de luengas barbas y recias calvas, al lado de ni?os trasnochadores. El heavy es el circo del siglo XX y amenaza con acabar siendo un espect¨¢culo de reconciliaci¨®n entre la tercera edad y la infancia. Abuelos y nietos levantando el pu?o. Un espect¨¢culo algo caro, pero muy tierno.
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