La ocasion perdida por Gonz¨¢lez y Garaikoetxea
Felipe Gonz¨¢lez y Carlos Garaikoetxea perdieron el viernes pasado una oportunidad preciosa para demostrar que, el margen de las diferencias pol¨ªticas entre socialistas y nacionalistas vascos, son capaces de hacer frente, unidos, al terrorismo. En San Sebasti¨¢n falt¨® el viernes una imagen gr¨¢fica de primera p¨¢gina que muchos ciudadanos esperaban: los dos juntos, entrelazados los brazos, tras el ata¨²d con los restos de Enrique Casas.
Por el contrario, uno y otro marcharon en la comitiva f¨²nebre separados, distantes, ofreciendo una imagen de desuni¨®n en un momento en que parec¨ªa m¨¢s preciso que nunca caminar juntos. Y ello result¨® tanto m¨¢s chocante cuanto que el d¨ªa anterior y el mismo d¨ªa del funeral del senador asesinado todos hablaron de "la necesaria unidad del pueblo vasco para frenar el terrorismo".
Acaso alguien tendr¨ªa que explicar qu¨¦ razones de protocolo o de estrategia electoral les movieron a actuar de forma tan contradictoria.
Choc¨® ya que en la iglesia donde se celebr¨® el funeral, el presidente del Gobierno espa?ol y la m¨¢xima autoridad de Euskadi, el lendakari, no se sentaran juntos. Esta circunstancia podr¨ªa explicarse por el deseo de Gonz¨¢lez, Guerra y Benegas de acompa?ar al hijo, viuda y madre de Casas en aquel momento doloroso. Pero es que al t¨¦rmino del funeral los organizadores del mismo no facilitaron la ppsibilidad de que Gonz¨¢lez y Garaikoetxea se encontraran y que el segundo, diera el p¨¦same al primero, frente al altar.
Por el altavoz se fij¨® la forma en que deb¨ªa salirse del templo, y as¨ª qued¨® constituida una comitiva f¨²nebre que deb¨ªa dirigirse a la Diputaci¨®n Foral de Guip¨²zcoa, en la que los representantes de los Gobiernos central y vasco caminaron bien distantes entre s¨ª.
En el interior de la diputaci¨®n, donde se instal¨® la capilla ardiente de Enrique Casas a primera hora de la tarde del viernes, se repiti¨® la imagen de desuni¨®n. Felipe Gonz¨¢lez y Carlos Garaikoetxea se saludaron por espacio de unos segundos en forma protocolaria, fr¨ªa.
Pocas personas pudieron ver, minutos despu¨¦s, c¨®mo en una esquina se fund¨ªan en un prolongado abrazo el lendakari y el ex presidente del primer Consejo General Vasco y presidente del PSOE, Ram¨®n Rubial. Un socialista vasco que, como otros viejos dirigentes que caminaron junto a los nacionalistas en el Gobierno del exilio o en los primeros momentos de la transici¨®n democr¨¢tica, no ha tenido el protagonismo que cab¨ªa quiz¨¢ esperar en unas elecciones auton¨®micas.
En San Sebasti¨¢n, por culpa de las diferencias pol¨ªticas, de los desagradables altercados de una campa?a electoral, que no se supieron dejar al margen, los l¨ªderes pol¨ªticos no predicaron con el ejemplo.
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