?Piensa ilegalizarnos, se?or presidente?
Una vez m¨¢s, el presidente, del Gobierno ha destapado la caja de los truenos contra Comisiones Obreras. Primero fue con ocasi¨®n de la lucha de los jornaleros andaluces en favor de la reforma agraria integral. Luego durante su viaje a Austria, acus¨¢ndonos poco menos que de la ruina del pa¨ªs. M¨¢s tarde, en sus declaraciones de finales de diciembre, en relaci¨®n a la conducta de los sindicatos. Ahora, coincidiendo con las recientes movilizaciones contra las medidas de reestructuraci¨®n, por convenios que mantengan el poder adquisitivo de los salarios y otras acciones frente al subsidio sustitutivo del empleo comunitario.El sentido del ataque es claro: CC OO bordea la Constituci¨®n, fomenta el desastre de la econom¨ªa, hace crecer el paro -sintom¨¢ticamente, el ¨²ltimo ataque fue simult¨¢neo al anuncio del r¨¦cord de parados en un solo mes: 90.000 en enero-, y, en suma, constituye un peligro para la paz, social, la estabilidad de la democracia y la superaci¨®n de la crisis econ¨®mica. Ya menudean las multas, detenciones y procesamientos de algunos de nuestros militantes.
Hace pocos meses, coment¨¦ en EL PAIS que era precisa una mayor prudencia a la hora de desatar campa?as de filo anticomunista. Ahora me interrogo si, quiz¨¢ al hilo de pasadas experiencias en la Rep¨²blica Federal de Alemania -modelo bipartidista por el que aqu¨ª se viene apostando- y bajo la influencia estadounidense -factor determinante de nuestra pol¨ªtica exterior y centro dirigente de buena parte de las multinacionales que en Espa?a condicionan la pol¨ªtica econ¨®mica-, no se est¨¢n sentando las premisas para, si llega el caso, poner en cuesti¨®n no s¨®lo nuestra legitimidad democr¨¢tica, sino nuestra propia legalidad.
Objetivo pol¨ªtico
Las cosas est¨¢n yendo demasiado lejos. Que en poco m¨¢s de seis meses se repita, nada menos que desde la presidencia del Gobierno, este constante ataque a CC OO no puede ser s¨®lo fruto de la ira y de la soberbia. No puede ser exclusivamente el reflejo defensivo ante los propios errores o el impacto de la repulsa que contra la pol¨ªtica econ¨®mica expresan las movilizaciones obreras y populares, ante las cuales el Gobierno intenta eludir sus responsabilidades, traspas¨¢ndoselas a otros. Tiene que obedecer a un objetivo pol¨ªtico de mayor alcance y a una t¨¢ctica. Analizar esto exige una breve visi¨®n retrospectiva.
El a?o 1979 es la referencia cronol¨®gica de una derrota del movimiento obrero. Tras su protagonismo en los primeros a?os de la transici¨®n, la unidad de acci¨®n entre los sindicatos y la amplia participaci¨®n de los ttabajadores en las acciones de aquellos primeros a?os vienen los acuerdos UGT-CEOE de junio de 1979, el felipazo en el 28? Congreso del PSOE, los AMI, el Estatuto de los Trabajadores... Viene la divisi¨®n y enfrentamiento sindicales, la socialdemocratizaci¨®n de la direcci¨®n del PSOE, la derechizaci¨®n de UCD, la marginaci¨®n del PCE, el acoso a CC OO. Era el precio de una estrategia que facilitara un objetivo pol¨ªtico de la derecha y el PSOE: el bipartidismo. El 28-O es su expresi¨®n.
Pese a todo, CC OO resiste el embate. Y se convierte, sin tener arte ni parte, en un obst¨¢culo para la permanencia de ese modelo pol¨ªtico, caracterizado por la alternancia en el poder de dos partidos -el conservador o de derechas y el socialdem¨®crata-; por el control pol¨ªtico que uno de ellos, el socialdem¨®crata, ejerce sobre el movimiento sindical, y por el respeto al sistema capitalista, que con sentido m¨¢s o menos social gestionan unos y otros. Conseguir que UGT hegemonice el sindicalismo en Espa?a es una necesidad para consolidar el modelo pol¨ªtico dibujado el 28-O. A la derecha y al PSOE le estorban CC OO.
Suprimir a CC OO del mapa sindical es tarea realmente dif¨ªcil, por no decir imposible. Ni por las tradiciones de la clase obrera espa?ola, ni por los hist¨®ricos desajustes de nuestra estructura econ¨®mica, ni por las tremendas desigualdades sociales que siguen caracterizando a nuestro pa¨ªs, am¨¦n del prestigio ganado por nuestro sindicato en las,luchas pasadas y presentes de los trabajadores, es previsible eliminar el peso de CC OO en nuestra sociedad. De ah¨ª la irritaci¨®n, la p¨¦rdida de los papeles que ofrecen de cuando en cuando las m¨¢s altas instancias del Gobierno, los ataques de la patrona.l, las campa?as de desprestigio, etc¨¦tera.
Pero el ataque a CC OO no podemos verlo s¨®lo como una cuesti¨®n superestructural, pol¨ªtica. De por medio est¨¢n los problemas del paro y de la crisis, su tratamiento, el contenido de clase de las opciones que vienen tom¨¢ndose en pol¨ªtica econ¨®mica y la oposici¨®n abierta que a dicha pol¨ªtica ofrece nuestro sindicato.
Una pol¨ªtica equivocada
En esto ¨²ltimo est¨¢ la clave del problema. El Gobierno hace una pol¨ªtica econ¨®mica coherente con los resultados y los compromisos previos, impl¨ªcitos en buena parte y expl¨ªcitos otras -recordemos las reuniones con los representantes de los poderes reales que los m¨¢s caracterizados dirigentes del PSOE hicieron antes de las elecciones-, habidos el 28-O. No es verdad que la presi¨®n de la derecha sea la causante de lo que defienden, por ejemplo, los se?ores Solchaga y Boyer. Hacen lo que desde el principio estaban predispuestos a hacer si los resultados electorales fueran los que efectivamente fueron. Y CC OO se opone.
Contrariamente a lo que pudieran pensar algunos, la oposici¨®n de CC OO no es partidista, en el sentido de asumir un papel extrasindical y servir los intereses y las directrices del PCE. Hace falta desconocer demasiado lo que mueve a nuestro sindicato y qu¨¦ criterios de fondo predominan en el equipo dirigente del PCE para pensar tal cosa.
La realidad es que nos oponemos a la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno sencillamente porque se parece como una gota de agua a otra gota de agua a la pol¨ªtica antisocial y reaccionaria que la derecha considera m¨¢s id¨®nea para el tratamiento de la crisis. El monetarismo, la acumulaci¨®n y los mecanismos que la posibilitan, la exigencia de recortar el poder adquisitivo de los salarios, actuar sobre el salario diferido y las prestaciones sociales, generalizar la eventualidad, liberar recursos y promover negocios para el sector privado -lo de la privatizaci¨®n de ¨¢reas rentables de la Seguridad Social no es una bronia-, sanear sectores en crisis por la v¨ªa simple del ajuste de producciones y plantillas, frenar la inversi¨®n p¨²blica y mantener la concepci¨®n subsidiaria de la empresa p¨²blica son varias muestras de lo que decimos.
Es esta pol¨ªtica la que produce la protesta de los trabajadores y otros sectores populares. Hasta tal punto que la propia UGT, pese a sus declaraciones de apoyo a la pol¨ªtica gubernamental, se ve obligada a participar en una serie de movilizaciones. Vigo, Euskadi y Sagunto son algunos ejemplos significativos.
El presidente del Gobierno ataca brutal y calumniosamente a CC OO. Decir que hemos desatado m¨¢s huelgas en el per¨ªodo de gobierno del PSOE que en toda la transici¨®n es, o bien ignorar el n¨²mero de huelgas entre 1976 y 1979 -per¨ªodo m¨¢s ¨¢lgido-, o bien desconocer las estad¨ªsticas del Ministerio de Trabajo de 1980 a 1982 -per¨ªodo de neta disminuci¨®n. En este per¨ªodo ¨²ltimo, el menos conflictivo, se han duplicado con creces las huelgas de 1983. Y no hay al decir esto ninguna actitud defensiva. Al contario, hay que lamentar que la presi¨®n no sea mayor, pues la realizada no parece ser suficiente para convencer al Gobierno de que haga de una vez el cambio fundamental que necesitamos la mayor¨ªa de los espa?oles: el de su pol¨ªtica econ¨®mica y social.
Discriminaci¨®n sindical
Mientras a CC OO se le coloca en la picota, se prodigan las reuniones y contactos con UGT. ?Bonita forma de ejercer el gobierno de una naci¨®n! Que como miembros del PSOE se vean con UGT es normal; pero que lo hagan como Gobierno, discriminando a sindicatos representativos, es un esc¨¢ndalo. No digo nada sobre la frecuencia con que el Gobierno contacta con las organizaciones empresariales.
Las intenciones parecen claras. Se tratar¨ªa de hacer algunas concesiones a UGT para que se descuelgue de su participaci¨®n en una serie de acciones de lucha sindical.
Con CC OO se seguir¨¢ con la pol¨ªtica del palo y la zanahoria para ver si se dom¨¦stica o se rompe. Mal camino, se?or presidente.. No vamos a ser nosotros quienes nos desgastemos.
Aqu¨ª vamos todos aprendiendo. Vamos aprendiendo que nuestra pol¨ªtica de solidaridad frente al paro y la crisis tiene grandes dificultades, porque mientras CC OO la entiende como algo a realizar por toda la sociedad, Gobierno y CEOE la entienden como la de los trabajadores con el gran capital. Pese a todo, nio renunciamos a ella, aun sabiendo que es condici¨®n necesaria para su desarrollo romper la actual pol¨ªtica econ¨®mica.
Vamos aprendiendo que, pese a la convergencia de fuerzas para conseguir que el recorte del poder adquisitivo de los salarios sea el que el Gobierno y CEOE desean, pese a que en una serie de convenios colectivos no podamos superar ese tope, la negociaci¨®n colectiva, como momento de participaci¨®n de los trabajadores, empieza a recuperarse este a?o, tras varios de decadencia.
Vamos reafirm¨¢ndonos en que la movilizaci¨®n de los trabajadores en defensa de sus -aspiraciones y reivindicaciones exige un esfuerzo permanente de explicaci¨®n, de participaci¨®n, de paciencia, de militancia, de claridad en los objetivos, de evitar las fugas adelante y los frenos que buscan impedir la lucha, de ir acumulando fuerza consiguiendo conquistas parciales, aunque sean modestas.
En fin, vamos, l¨®gicamente, sabiendo m¨¢s. Por eso ser¨¢ dif¨ªcil que demos saltos en el vac¨ªo ni entremos al trapo del radicalismo. Tampoco nos vamos a entregar a los cantos de la sumisi¨®n ni vamos a avalar directa o indirectamente una pol¨ªtica como la seguida por el Gobierno.
Sabemos lo que queremos. Entre otras cosas, negociar con el Gobierno sobre las bases de otra pol¨ªtica econ¨®mica, progresista y verdaderamente solidaria. Sobre la pol¨ªtica actual est¨¢ dicho casi todo. Mientras permanezca seguiremos oponi¨¦ndonos, conscientes de los l¨ªmites de nuestras fuerzas, pero trabajando para que poco a poco vayan creciendo.
Sin olvidar jam¨¢s que nuestra funci¨®n social, nuestra raz¨®n de ser es defender los intereses de los trabajadores. Que nadie fuera de nosotros pretenda decirnos c¨®mo debemos realizar esa defensa. Esa es nuestra responsabilidad soberana. Y responsabilidad tenemos demostrada m¨¢s que suficiente.
es secretario de relaciones pol¨ªticas e institucionales de la Confederaci¨®n Sindical de CC OO.
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