El terrorismo y sus consecuencias
La muerte de Enrique Casas ha reabierto una llaga en la que nadie osa meter el dedo. Es como un acuerdo t¨¢cito en el que las versiones y declaraciones de los partidos alcanzan hasta determinado horizonte, a partir del cual se abre un territorio tab¨². Es hora ya de poner el tan reivindicado racionalismo a trabajar: ?a qu¨¦ obedece la estrategia terrorista?; ?qui¨¦n, tras cada atentado, acumula vales de trueque a corto plazo con que coaccionar una labor gubernamental progresista? Comencemos por estas cuestiones para desenmascarar a los oscuros cerebros de la involuci¨®n.A mi entender, lo m¨¢s preocupante en medio de tanta confusi¨®n es la reacci¨®n inmediata de las masas. Si, en este como en muchos casos, el pueblo se ha volcado en la condena de un asesinato absurdo, no as¨ª ha ocurrido, en primera instancia, con el abertzalismo de a pie (y pondr¨ªa la mano en las brasas cual Mucio Esc¨¦vola).
En la movida abertzale, el adoctrinamiento nacionalista (obra de inculcaci¨®n que desprecia, en primer t¨¦rmino, la raz¨®n individual, y en segundo, la conciencia internacionalista solidaria, es decir, el aut¨¦ntico postulado marxista-leninista) ha inducido a las bases a una asunci¨®n a priori de los que tienen visas de ser actos de contribuci¨®n a la causa. Es decir, hasta que Jon Id¨ªgoras (dirigente) no manifest¨® la repulsa de la Mesa Nacional de Herri Batasuna por el atentado, el sector popular moderado del abertzalismo estaba mayormente expectante, mientras los radicales lo celebraban.
Mientras los n¨²cleos potencialmente revolucionarios se entreguen a objetivos alienantes, mientras ciegamente se dote de legitimidad al asesinato absurdo y contraproducente, mientras la acci¨®n de masas. sea ahuyentadora y no concienciadora, ni Euskadi ni el mundo tendr¨¢n arreglo. / Carlos Sanz.
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