La apoteosis de Alfredo Kraus
Desde sus primeros triunfos con Do?a Francisquita en el renovado teatro de la Zarzuela, Alfredo Kraus se constituy¨® en artista favorito del p¨²blico madrile?o, lo que tiene mayor m¨¦rito cuando el tenor canario dista de ser un relaciones p¨²blicas, y mucho menos un vendedor de populismo a ultranza.Por esas caracter¨ªsticas personales o por cualquier otra raz¨®n, Alfredo Kraus se ha prodigado poco en Espa?a mientras crec¨ªa su prestigio por el mundo. Se recib¨ªan, durante un cuarto de siglo, las noticias de sus triunfos, y sobre todo, la del mayor de ellos: el reconocimiento universal de que Alfredo Kraus no es s¨®lo un divo, sino un maestro.
Respuesta del auditorio
Su recital del lunes en el Real, unido a la serie de lecciones magistrales dictadas en la sala Turina me parece un acierto absoluto de la Direcci¨®n General de la M¨²sica, mensurable por su valor intr¨ªnseco y por la respuesta del p¨²blico. El aforo del Real fue rebasado con creces en esta ocasi¨®n: los pasillos y el escenario aparec¨ªan rebosantes, y en la sala Goya, m¨¢s de 500 personas siguieron la actuaci¨®n de Kraus a trav¨¦s de pantallas y altavoces. As¨ª, m¨¢s de 3.000 personas convirtieron el recital en la grande y merecida apoteosis de Alfredo Kraus.
Recital de Kraus en el Real
Alfredo Kraus (tenor). Jos¨¦ Tordesillas (pianista). Obras de Massenet, Mozart, Beethoven, Gounod, Rossini, Donizetti, Chopin y Verdi. Teatro Real. Madrid, 5 de marzo de 1984.
Aplausos interminables, aclamaciones aisladas, firma de aut¨®grafos durante m¨¢s de una hora nos dijeron una vez m¨¢s que el mito puede tener vigencia y hasta se acepta con alegr¨ªa cuando la mitificaci¨®n se alcanza por la l¨ªnea de exigencia t¨¦cnica y art¨ªstica d
Kraus. Al final del aria de La favorita, una voz solitaria dej¨® caer en la sala una palabra definitoria de la actuaci¨®n y aun de todo el arte de Kraus: "?Perfecto!", dijo, y en estas tres s¨ªlabas hizo el juicio cr¨ªtico m¨¢s exacto de lo que es y significa el gran tenor espa?ol.
Despu¨¦s de fragmentos de Massenet (Manon, Werther), Gounod (Romeo y Julieta), Donizetti (La favorita, Luc¨ªa) y Verdi (La traviata) Kraus hubo de conceder cuatro propinas: Adi¨®s, Granada, de Calleja; Qui¨¦reme mucho, de Gonzalo Roig; Morucha, de Juan Garc¨ªa, y La donna ¨¨ mobile. Fue colaborador de lujo el pianista Jos¨¦ Tordesillas, quien, sobre realzar la labor del cantante, convirti¨® los otras veces insulsos intermedios pianisticos en interesante y bien tocado recital compuesto por p¨¢ginas para piano basadas en temas oper¨ªsticos y originales de Mozart, Beethoven, Rossini y Chopin.
En todo momento Kraus demostr¨® que es un maestro de hoy para el melodrama rom¨¢ntico de ayer. ?sta es acaso su gran vigencia, la raz¨®n de su poder incisivo en los p¨²blicos actuales: no reproducir la amarilleada imagen de un divo del pasado, sino devolver a los pentagramas oper¨ªsticos la pura belleza musical que contienen, sin a?adirles nueva ret¨®rica a la que de suyo ya poseen. Al mismo tiempo, del timbre, el fraseo y el decir de Kraus nos llega una intensa emoci¨®n, la m¨¢s alta que pueda concebirse: sentir que nos hallamos en presencia de lo perfecto.
Babelia
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