Revoluci¨®n editorial y revoluci¨®n cultural
Est¨¢ visto que por m¨¢s esfuerzos que haga una cr¨ªtica idealista no hay manera de separar los fen¨®menos espirituales, dig¨¢moslo as¨ª, de los aconteceres materiales; y lo mismo ocurre con una cierta cr¨ªtica materialista, que basada simplemente en hechos materiales no puede prescindir de lo que llamamos espiritual. En el mundo de la cultura, y sobre todo en el mundo del libro, que se presenta como el portavoz m¨¢s caracterizado de esa cultura, un cambio o una revoluci¨®n editorial engendra repercusiones de gran alcance cultural, espiritual, dif¨ªciles de medir y calibrar. Todos sabemos lo que pudo significar la aparici¨®n de la imprenta en cuanto a extensi¨®n de la cultura, pero no todos alcanzan a comprender que la imprenta propici¨® tambi¨¦n una nueva manera de leer (que ya no se ley¨® m¨¢s en voz alta, que la espacializaci¨®n medi¨® una nueva visi¨®n del lector, etc¨¦tera). Tambi¨¦n sabemos que la moda editorial de las entregas d¨¦cimon¨®nicas puso al alcance de los que econ¨®micamente no s¨®lo eran d¨¦biles sino que estaban alejados del libro, una serie de obras que no siempre fueron novelones; tambi¨¦n existieron enciclopedias, diccionarios, libros de viajes...En el siglo actual la verdadera revoluci¨®n editorial viene del llamado libro de bolsillo, pero de momento no sabemos muy bien definir qu¨¦ cosa es un libro de bolsillo: en principio, un libro peque?o capaz de entrar en un bolsillo. Pero si esto fuera as¨ª podr¨ªamos recordar que todas las colecciones y bibliotecas de se?oritas del siglo pasado eran ya libros de bolsillo de muy peque?o formato; no es, pues, una cuesti¨®n de tama?o, sino una cuesti¨®n de precio, y sobre todo una cuesti¨®n de difusi¨®n de los puntos de venta. Abaratar una mercanc¨ªa que se llama libro no era, al parecer, suficiente, hab¨ªa que multiplicar la oferta a base de mostrar esta nueva mercanc¨ªa en el mayor n¨²mero posible de lugares. Y as¨ª empezaron a funcionar las famosas librer¨ªas de las estaciones y m¨¢s tarde los quioscos, sobre todo los quioscos.
Que el libro sea ya, y siempre en parte, algo barato va en detrimento del libro mismo, como es natural; pero que el libro se pueda encontrar y comprar en cualquier sitio (estaciones, quioscos, almacenes y hasta en restaurantes y hoteles) indica, creo, una verdadera revoluci¨®n de alcance cultural que s¨®lo m¨¢s tarde lograremos valorar.
No puede entrar aqu¨ª en l¨ªnea de cuenta la calidad de las obras ofrecidas, pues sabido es que todo se vende y que basta salir a la calle para encontrarnos con una novela de cualquier tipo, con una obra de literatura cl¨¢sica, con un libro pol¨ªtico, con un ¨¢lbum sobre la arquitectura de las catedrales y hasta muy ¨²ltimamente con un texto filos¨®fico de muy reconocida dificultad. No importa, pues, la calidad o el valor, importa la oferta multiplicada y despu¨¦s el precio.
Claro, que esta oferta multiplicada entra?a ciertas caracter¨ªsticas: una portada llamativa y a veces elegante y hasta sobria; la inclusi¨®n en una colecci¨®n de la obra ofrecida, a fin de que el comprador contin¨²e comprando; y sobre todo y desgraciadamente, aunque no siempre, una calidad de papel y de encuadernaci¨®n un tanto precarias (pero ¨¦ste es el precio que hay que pagar por el precio).
Todav¨ªa es pronto, repito, aunque quiz¨¢ estemos asistiendo a un fen¨®meno de masificaci¨®n de la lectura de alcances desconocidos. Sin duda esta masificaci¨®n corroer¨¢ una vez m¨¢s el estatuto escogido del creador y recortar¨¢ sus privilegios espirituales (nunca tuvo otros), pero tambi¨¦n y al mismo tiempo lo pondr¨¢ en relaci¨®n con la an¨®nima masa, con la siempre incomprensible y dura de entendederas masa, que al fin, ya lo vemos, ha empezado a leer y con tiempo y con suerte dejar¨¢ de ser masa para ser otra cosa.
Juan Ignacio Ferreras escritor, es profesor de sociolog¨ªa de la literatura.
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