George McGovern, algo m¨¢s que el ¨²ltimo rom¨¢ntico
?Por qu¨¦ se obstina un pol¨ªtico veterano, con un extenso futuro a sus espaldas, en competir all¨ª donde sabe que no puede ni remotamente obtener la victoria? ?Por qu¨¦ el ex-senador George McGovern, forzado ayer a retirarse de las primarias por el abrumador qu¨®rum de la indiferencia general, quiso rehacer la carrera a la presidencia, 12 a?os despu¨¦s de ser ampliamente batido por Richard Nixon en la pugna por la Casa Blanca?Ante una designaci¨®n abierta, como se presentaba la candidatura dem¨®crata a la presidencia de los EE UU, en la que hab¨ªa un favorito, Walter Mondale, pero -como el ¨¦xito de Gary Hart ha demostrado- en la que nada estaba decidido, barones pasados y por venir concurren a las primarias con una variedad de objetivos. Los hay que compet¨ªan con la mirada puesta en el futuro, como el propio Hart, aunque luego se hayan encontrado con que el futuro empieza hoy mismo; o el reverendo Jesse Jackson, que trabaja a tan largo plazo que no parece imposible que se canse por el camino; otros que lo hacen para establecer la existencia de una constituency propia, de Un segmento m¨¢s o menos amplio del electorado que constituye su base de poder, una publicidad ¨²til cuando hay que presentarse a alg¨²n cargo electivo y, sobre todo, un factor de negociaci¨®n pol¨ªtica que provea de unas credenciales en eI seno de esa vasta coalici¨®n que es el Partido Dem¨®crata remozado por Franklin Roosevelt.
No hay que ver la calculada presentaci¨®n de George McGovern como un rom¨¢ntico ¨²ltimo hurra del viejo candidato que se resiste a enterrar el relevo de un cierto radicalismo populista, en nombre del cual se ve¨ªa obligado a disputar el voto liberal a su buen amigo y antiguo colaborador Gary Hart. Un resultado algo m¨¢s presentable le habr¨ªa permitido pesar en la convenci¨®n de julio, quiz¨¢ no tanto corno para erigirse en powerbroker, el que reparte los boletos del poder, pero s¨ª para ser tenido en cuenta entre los jefes de fila que hab¨ªan arrastrado a una parte del electorado al acopio del vencedor.
Aunque la pugna no puede darse por cerrada entre Mondale, el liberal centrista del aparato, y Hart, el candidato renovador, m¨¢s inc¨®gnita que liberal etiquetado, la franja de la opini¨®n educada y progresista que pod¨ªa haberse dividido entre el candidato de 1972 y el que quiere serlo en 1984 ha desertado del recuerdo de McGovern.
El veterano pol¨ªtico del Middle West no ha realizado una ¨¦pica cabalgada en homenaje del pasado, sino la aventura imprevisible de un avezado profesional que no ha sabido percibir a tiempo hasta qu¨¦ punto el electorado dem¨®crata se siente hastiado de un discurso y de unas buenas intenciones tan bien, conocidas corno las suyas propias.
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