La varita m¨¢gica
Desde la oposici¨®n, el PSOE tuvo algunos considerables errores de c¨¢lculo. La mayor¨ªa de ellos est¨¢n condicionando, y se dir¨ªa que decisivamente, su manera de gobernar. Algunos han sido suficientemente aireados, como, por ejemplo, el apoyo al viento populista que recorr¨ªa este pa¨ªs, y que ahora lleva camino de convertirse en vendaval, o la puesta en circulaci¨®n de promesas dif¨ªciles de cumplir, al menos al pie de la letra. Hay otros, sin embargo, menos analizados, pero que, a juzgar como van las cosas, no son menos importantes, ya que en ellos pueden encontrarse las razones por las cuales el cambio prometido parece haber entrado en un peligroso momento de des¨¢nimo. Y lo que es m¨¢s grave quiz¨¢: de envejecimiento prematuro. Lo cierto es que apenas 15 meses despu¨¦s de la llegada de los socialistas al Gobierno (y conviene recordar que ¨¦ste es un pa¨ªs donde la derecha llevaba toda la vida en ¨¦l) pueden rastrearse demasiados signos de fatiga, excesivos s¨ªntomas de cansancio y una perceptible sensaci¨®n de impotencia o, si se quiere, de incomprensi¨®n. Aunque pueda parecer una frivolidad, no es esto ¨²ltimo lo menos grave, ya que, en el fondo, el s¨ªndrome de la incomprensi¨®n refleja cierto estado de ¨¢nimo propicio ala depresi¨®n. Y ¨¦sta, en pol¨ªtica, suele traer malas consecuencias.El caso es que el hermoso proyecto pol¨ªtico de cambio parece, por un lado, haber perdido fuerza hacia el. exterior, y por otro, haberse ajado prematuramente en el nivel interior. Lo menos vivo de esta ¨¦poca en Madrid, comentaba un visitante de la capital, son los pol¨ªticos en el poder, que parecen -y est¨¢n- abrumados, cansados, burocratizados, diciendo a todo el mundo que quiera o¨ªrlos que est¨¢n deseando marcharse a su casa. Es un punto de vista que no deja de tener inter¨¦s, y no s¨®lo comparativamente con lo que suced¨ªa hace un a?o, porque, efectivamente, bastante hay de eso. Lo que no es bueno por muchos motivos. El despego respecto al poder puede ser uha cualidad del pol¨ªtico, pero no lo es, ni mucho menos, la falta de ambici¨®n colectiva ni la ilusi¨®n, porque eso se traducir¨¢ de manera inmediata en la falta del imprescindible empuje. Y eso es precisamente lo que sucede en demasiados flancos, sometidos, por el contrario, a una fuerte presi¨®n social que los socialistas no hab¨ªan medido en todas sus consecuencias. De modo que, despu¨¦s de la inicial sorpresa, viene el avejentamiento y el desplazamiento desde la inc¨®moda calle a la confortable geometr¨ªa de los despachos, que, como se sabe, son capaces de enfriar la sangre m¨¢s caliente y tecnocratizar la mente m¨¢s despierta. Y, por supuesto, acolchar la percepci¨®n de los ruidos m¨¢s pr¨®ximos.
El PSOE en el Gobierno, como no pod¨ªa ser menos, ha cometido algunos errores. A mi entender, m¨¢s de procedimiento que de fondo. Pero no tantos como para justificar ni el acoso social que sufre en diversos frentes ni la algarab¨ªa de los que s¨®lo ahora demuestran un aprecio por la libertad y la democracia que supieron atemperar muy bien en las ¨²ltimas d¨¦cadas. En el primer caso, asombra que avezados l¨ªderes sindicales confundan los efectos con las causas, y en el segundo, que ciertas bocas salgan ahora, precisamente ahora, en defensa de la libertad de ense?anza y rompan lanzas para que no se manipule, por ejemplo, la historia de la guerra civil. Cosas veredes, sin duda, y la actualidad ofrece multitud de motivos para el estupor. De todas maneras, lo importante no es que ese tipo de cosas sucedan, sino que la reacci¨®n de los socialistas ante algunas cosas que eran, como m¨ªnimo, previsibles y estaban en la misma din¨¢mica pol¨ªtica sea la del alicaimiento y el desfonde. Da la sensaci¨®n de que el PSOE no entiende la ftierte contestaci¨®n que su pol¨ªtica sufre. Consta que contaba, l¨®gicamente, con la resistencia (que esperaba a¨²n mayor) de la derecha. Pero en absoluto en una actitud sindical o una conflictividad social como la de estos d¨ªas. Aparte de que ¨¦ste sea un hecho del que habr¨¢ que hablar con detenimiento (es curioso, por cierto, el silencio de los analistas y estudiosos de la clase obrera ante el fen¨®meno), nada hay en ¨¦l que resulte sorpresivo. Ejemplos hay -y muchos-, en otros pa¨ªses europeos con la izquierda en el poder, de algo bastante similar. Lo que sucede es que los socialistas, con su estilo ¨¦tico por delante y su legitimidad moral, cre¨ªan estar en posesi¨®n de la piedra filosofal para resolver todo tipo de conflictos. Se cre¨ªa, m¨¢s o menos sedicentemente, que algunas cosas iban a ser inmediatamente comprendidas y aceptadas por el mero hecho de ser ejecutadas o expuestas por el PSOE. No ha sido as¨ª, como era f¨¢cil de prever. Exist¨ªa cierto mesianismo, determinada conciencia de clase pol¨ªtica elegi
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da para salvara Espa?a del caos y con la vara de Yav¨¦, capaz de hacer que las aguas se separasen mediante una mera invocaci¨®n. Probablemente haya sido en eso donde m¨¢s se ha notado la impericia pol¨ªtica socialista, la juventud de sus dirigentes, en general poco acostumbrados a los reveses y a la confrontaci¨®n de sus presupuestos te¨®ricos. Es cierto que los socialistas est¨¢n encontrando enfrente bastante irracionalidad y una actitud hipercr¨ªtica que no siempre se corresponde con los errores cometidos, sino m¨¢s bien con posturas aprior¨ªsticas. Pero es algo con lo que cualquier gobernante, especialmente si es de izquierda, tiene que contar. Ello no puede nunca justificar el des¨¢nimo pol¨ªtico ni, en el caso del PSOE, la perceptible tendencia a negar valor a la cr¨ªtica y a rechazar por principio, o por motivaciones esp¨²reas, los argumentos de sus adversarios o contestadores.
Todo el mundo parece de acuerdo en que uno de los principales problemas que ten¨ªan los socialistas al llegar al Gobierno era no defraudar las, enormes expectativas despertadas. A pesar de la fuerte contestaci¨®n en la calle a algunos aspectos de su pol¨ªtica, no est¨¢ claro, sin embargo, que el pa¨ªs en su conjunto est¨¦ decepcionado. Aqu¨ª, los m¨¢s decepcionados, al ver lo que se les ha venido encima, son los pol¨ªticos del cambio, replegados sobre s¨ª mismos, a la defensiva, tecnocratizados y tristes por la incomprensi¨®n que ellos creen padecer. Les ha fallado la varita m¨¢gica y se han dado cuenta de que nadie est¨¢ en el poder impunemente por mucho curr¨ªculo democr¨¢tico y prestigio moral que colectivamente se tengan. No hab¨ªan contado que la realidad, especialmente en tiempo de crisis, es terca y con tendencia a rechazar las reformas, por muy modestas que ¨¦stas sean. Con 10 millones de votos, los, socialistas cre¨ªan poseer, m¨¢s o menos, un cheque en blanco. Como no es as¨ª, algunos est¨¢n reaccionando como ni?os a quienes no se les deja hacer lo que quieren. El s¨ªndrome de incomprensi¨®n sustituye a la capacidad de an¨¢lisis y al olvido de los porqu¨¦s. Algunos de ¨¦stos, no obstante, son elementales. Sin quererlo, los socialistas utilizan un cierto "despotismo ilustrado" en su modo de gobernar, con m¨¢s mando que explicaciones. El PSOE parece haber olvidado que el proyecto hist¨®rico del cambio s¨®lo es posible desde la persuasi¨®n, la constante comunicaci¨®n con la sociedad y la ejemplaridad del reconocimiento de los propios errores. Pero, por el momento, el descubrimiento de que no existe varita m¨¢gica ni cheque en blanco s¨®lo est¨¢ conduciendo a la desmoralizaci¨®n. Se comprende que el poder, tal y como est¨¢n las cosas, pesa y condiciona mucho. El problema est¨¢ en saber si hay que utilizarlo como una adusta fortificaci¨®n o, por el contrario, emplearlo conscientes de sus limitaciones, sin soberbia intelectual y con una racionalidad que cuenta -y no rechaza- con la contestaci¨®n y las resistencias. Y que no arropa las equivocaciones.
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