Campesinos de As Encrobas, amenazados con una nueva expropiaci¨®n de sus tierras
Se han establecido en las laderas. Para explotar un yacimiento de lignitos, ocuparon sus tierras en el valle. Pero ellos han vuelto a comprar, en ocasiones a la propia empresa minera, para no alejarse de su or¨ªgenes, y algunos, por la mala estrella de una ruleta geol¨®gica, tienen encima la amenaza de ser expropiados por segunda vez. Son los labregos de As Encrobas, los protagonistas de la m¨¢s m¨ªtica revuelta en la Galicia de la posguerra, una historia de sangre, sudor y l¨¢grimas que estremeci¨® al pa¨ªs y que ha cambiado sus vidas.
Ser de As Encrobas, en La Coru?a, era casi un sin¨®nimo de habitar en las veredas del fin del mundo multiplicados los 25 kil¨®metros que la separan de la, ciudad por pistas serpenteadas y la brava barrera del monte Xalo. Hasta que un d¨ªa alguien descubri¨® que el verde valle surcado por la cinta id¨ªlica del r¨ªo Barc¨¦s ten¨ªa el coraz¨®n negro, de carb¨®n. Y llegaron brigadas de t¨¦cnicos que hurgaron en las entra?as, bajo la corteza f¨¦rtil de los prados, y top¨®grafos que metieron en una cuadr¨ªcula de papel montes y huertos. En un rinc¨®n de esa cuadr¨ªcula viv¨ªa Ces¨¢reo.Ces¨¢reo Pena, 52 a?os, soltero, labrador de As Encrobas, tiene ahora unos prism¨¢ticos de precisi¨®n cerca de la ventana. Su nueva casa, construida en la ladera tras la expropiaci¨®n, es un mirador privilegiado sobre el antiguo valle destripado a cielo abierto. Cuentan que en los d¨ªas de nostalgia Ces¨¢reo enfoca las lentes hacia el edificio de la direcci¨®n de la mina buscando la silueta del jefe de obra.
Ces¨¢reo, como quien es sor prendido en un ¨ªntimo secreto desmiente la historia de los prism¨¢ticos. ?l no se ha querido ir de su tierra natal. Fue, de alguna forma, el alma mater de la resistencia, es amigo de filosofar sobre lo que pasa en el mundo y su mayor deseo ser¨ªa disponer de dos horas en televisi¨®n para explicar la injusta situaci¨®n que aqueja al campesinado. O explicarle al ministro del ramo lo anacr¨®nico de la ley de Expropiaci¨®n Forzosa. La vivi¨® en su carne. Y puede vivirla por segunda vez, porque los terrenos que compr¨® a la empresa para no dejar As Encrobas pueden ser necesarios de nuevo para la explotaci¨®n minera.
Como Manolo, su sobrino, que est¨¢ en el paro despu¨¦s de que la empresa se enterara de que le hab¨ªan dado empleo en una auxiliar, Ces¨¢reo es una bestia negra para los directivos de Lignitos. Tambi¨¦n lo es Manuel Silveira Costi?¨¢n, un hombre fortach¨®n y hospitalario, que ha reconstruido en la misma ladera su bar y su sala de fiestas, La Juventud. Costi?¨¢n, emprendedor donde los haya, puso en marcha una empresa d¨¦ transportes, pero sus camiones est¨¢n absolutamente vetados en las labores de la mina, aunque sea para contratas indirectas. Los tres, junto con Jes¨²s Villamisar y Antonio Besti?eiro, formaron la comisi¨®n labrega de As Encrobas, y aquella rec¨®ndita aldea hizo trizas durante dos a?os los nervios del grupo Pastor, el m¨¢s importante de Galicia. "Y eso no lo olvidan", dice Ces¨¢reo. En aquellas acciones tambi¨¦n jug¨® un papel destacado Ram¨®n Valc¨¢rcel, entonces p¨¢rroco de la vecina poblaci¨®n de S¨¦samo y hoy secularizado.
Tuvieron que irse, pero vendieron caro el valle. Demasiado caro, lleg¨® a decir la empresa. Los campesinos de As Encrobas hab¨ªan frustrado todos los intentos de levantar acta de ocupaci¨®n hasta que un d¨ªa de helada, el 15 de febrero de 1977, tras resistir apoyados en palos y paraguas, los llevaron a casi todos detenidos. El resto escap¨® por el monte como pudo: Medio centenar de detenidos, hombres y mujeres, algunos ya ancianos. Hubo tambi¨¦n heridos, y la noticia estremeci¨® a la media Galicia que ve¨ªa en As Encrobas un s¨ªmbolo de redenci¨®n de un mundo agrario enmohecido.
Nada resultar¨ªa como hab¨ªa previsto el decreto firmado por Franco en Meir¨¢s el 24 de agosto de 1974, declarando el enclave de inter¨¦s preferente y autorizando la expropiaci¨®n por el procedimiento de urgencia. El pleito de As Encrobas tendr¨ªa que resolverse, ya en plena transici¨®n democr¨¢tica, en una mesa de negociaciones en el Gobierno Civil de La Coru?a.
Se dijo que el acuerdo que sali¨® de aquellas sesiones correosas hab¨ªa convertido en millonarios a los campesinos de As Encrobas. Se dijo tambi¨¦n, desde la ciudad que sigue siendo lejana, que tras conseguir buenos precios y otras contrapartidas por las tierras, aquellos labradores m¨ªticos, ahora acomodados, hab¨ªan dado su voto a la derecha. Mientras las m¨¢quinas avanzaban en el valle, la leyenda de As Encrobas fue a engrosar el cap¨ªtulo del desencanto.
Ciertamente, circula alg¨²n Mercedes por las pistas bacheadas, y tras las curvas surgen, a veces, ins¨®litas mansiones de porte se?orial. Pero los ni?os de As Encrobas tienen que hacer un recorrido diario, en ida y vuelta, de 60 kil¨®metros para ir a la escuela.
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