El acceso a la Universidad
CASI 14 a?os despu¨¦s de la promulgaci¨®n de las medidas que autorizan el acceso universitario a las personas mayores de 25 a?os sin la titulaci¨®n requerida para el ingreso ordinario, faltan todav¨ªa datos concluyentes que permitan conocer a ciencia cierta los resultados producidos por esa f¨®rmula, que precisa de una inevitable revisi¨®n una vez que se desarrollen los reglamentos de la ley de Reforma Universitaria y los centros de ense?anza superior aprueben sus estatutos y administren su autonom¨ªa.A la inc¨®gnita que siempre ha representado la cifra cabal¨ªstica adoptada en su momento (?por qu¨¦ 25 a?os y no otra edad anterior o posterior?), se suman las preguntas en tomo a los frutos obtenidos con esa reforma, incorporada en su d¨ªa al sistema educativo ordinario del pa¨ªs con car¨¢cter excepcional. La medida, en efecto, fue aplicada de modo experimental por una orden ministerial de 15 de septiembre de 1970 y qued¨® posteriormente regulada con car¨¢cter de mayor firmeza mediante una nueva orden de 26 de mayo de 197 1, en la que se se?alaba su no pretensi¨®n de perennidad. El legislador anticipaba que "en funci¨®n de las circunstancias cambiantes de nuestra sociedad, se establecer¨¢n, llegado el caso, las innovaciones que se juzguen necesarias".
El seguimiento de esa experiencia ha corrido exclusivamente a cargo de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia (UNED), ¨²nica instituci¨®n p¨²blica que organiza peri¨®dicamente un curso para la preparaci¨®n de las pruebas de acceso para los mayores de 25 a?os. Dicho sea de paso, la f¨®rmula que permite el acceso a la Universidad sin la titulaci¨®n exigible por la v¨ªa ordinaria se ha convertido en uno de los principales se?uelos de las innumerables academias privadas existentes en el pa¨ªs, que forman un curioso sistema educativo paralelo, casi siempre sumergido, y que se hallan al margen de cualquier control.
?Tiene sentido mantener indefinidamente una medida extraordinaria de ingreso en la ense?anza superior que naci¨® con voluntad experimental? ?Se han modificado las circunstancias sociales, en particular la ampliaci¨®n de la escolarizaci¨®n, que la motivaron? ?Ha producido el acceso a la Universidad de las personas mayores de 25 a?os sin titulaci¨®n de ense?anza media beneficios sociales?. Los datos reunidos por la UNED permiten dar una contestaci¨®n s¨®lo parcial y provisional a esas preguntas y a esas dudas, en espera de que investigaciones m¨¢s amplias y seguimientos m¨¢s completos suministren la informaci¨®n necesaria para respuestas concluyentes. Los resultados del estudio realizado por la UNED hace un a?o revelan, por ejemplo, que los alumnos que ingresan en la Universidad mediante esta f¨®rmula abandonan los estudios en menor proporci¨®n que los que acceden por otras v¨ªas. Esa investigaci¨®n tambi¨¦n demuestra que los alumnos mayores de 25 a?os necesitan para concluir la carrera un tiempo ligeramente inferior al que emplean los universitarios que ingresaron por el sistema ordinario.
Tras el impresionante crecimiento de la poblaci¨®n universitaria en las dos d¨¦cadas pasadas, factor de la grave crisis de las instituciones de ense?anza superior, incapaces de responder al acelerado aumento de la demanda educativa, tanto por falta de recursos presupuestarios como por el malthusianismo corporativo del profesorado numerario, resulta urgente plantearse, con toda crudeza y rigor, el problema de esa pl¨¦tora estudiantil. La estricta selectividad en el ingreso y los requisitos exigibles para la permanencia en los claustros en funci¨®n de los rendimientos hieren la sensibilidad de los alumnos, pero pueden resultar imprescindibles para evitar el colapso de la vida universitaria. Aunque el crecimiento demogr¨¢fico se ha estabilizado pr¨¢cticamente en estos a?os, y aunque el desempleo juvenil pueda justificar ese embalsamiento de las nuevas cohortes en la Universidad, tambi¨¦n es cierto que nuestro alumnado de ense?anza superior es porcentualmente superior al de muchos otros pa¨ªses europeos y que una elevaci¨®n sustancial de la calidad de la docencia y de la investigaci¨®n resulta incompatible con el desbordamiento de la demanda educativa. Forzoso es recordar que las matr¨ªculas de los estudiantes universitarios s¨®lo pagan una reducida parte del coste de su plaza, sufragada por los impuestos de todos los ciudadanos. No parece, en consecuencia, irrazonable la posibilidad de exigir a los aspirantes a titulaci¨®n universitaria, como contrapartida en favor de la sociedad, condiciones m¨ªnimas para el ingreso y rendimientos m¨ªnimos para la permanencia en los centros de ense?anza superior.
La autonom¨ªa que la LRU permite a las universidades puede servir, entre otras cosas, para afrontar este delicado y pol¨¦mico problema, que concierne a los j¨®venes que proceden de la ense?anza media, y para plantear sobre nuevas bases, en funci¨®n de la experiencia de los ¨²ltimos a?os, el ingreso de las personas mayores de 25 a?os que carezcan de titulaci¨®n ordinaria.
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