?Qu¨¦ es el Mediterr¨¢neo?
En la imposibilidad de asistir a un encuentro valenciano entre escritores, encerrados con el ¨²nico juguete del Mediterr¨¢neo como tema, me pongo a considerar sobre la esencia y existencia de un mar hecho a la medida de pueblos sin alientos oce¨¢nicos, posteriormente convertido en cloaca tur¨ªstica y puerto para ajenas escuadras de guerras atl¨¢nticas y, en la posmodernidad que nos invade, mar pretexto para una reflexi¨®n metaf¨ªsica que iniciaron los estetas de la belle ¨¦poque y recientemente han retomado los socialistas de nuevo tipo.Los socialistas griegos, italianos, franceses y espa?oles no quieren ser como algunos de sus mayores, urdidores de OTAN y de expediciones imperiales para anexionarse la esfinge de Giz¨¦. Y se han puesto a considerar sobre si ser¨¢, ser¨¢ el Mediterr¨¢neo la causa de lo humano y lo ¨¦tico, que es su sentido del cambio. Nadie ha estudiado suficientemente la influencia de la sal y el yodo sobre los nervios m¨¢s hist¨®ricos del cuerpo humano, pero a algo se debe el que a los mediterr¨¢neos les ahogue la est¨¦tica, y, entre todas las posibles aventuras culturales, para un intelectual valenciano ninguna supera a la paella con bajocons; para un intelectual romano, ninguna urgencia se impone a la de catar el nuevo y turbio Frascati, y para un intelectual griego, o¨ªr el guitarrico y ponerse en trance, como se pon¨ªa la Krupskaia cuando Lenin le recit¨® el estreno mundial de las Tesis de Abril.
Es decir, le sienta bien al cuerpo el clima mediterr¨¢neo, y se estar¨ªa muy a gusto a las orillas de este mar ajustando un Mercado Com¨²n costeante de berenjenas murcianas y turcas, butifarras de La Garriga y past¨ªs de Marsell¨¦s, muchachas y muchachos de Capri y tejedores de alfombras m¨¢gicas marroqu¨ªes. Ser¨ªa una paz para largas primaveras, suficientes veranos, escasos inviernos. Mas no caer¨¢ esa breva. Llegar¨¢n los b¨¢rbaros del Norte y nos inocular¨¢n el virus de la lucha de clases y de la divisi¨®n internacional del trabajo y nos pondr¨¢n collar, placa y misil en el cinto. A los mediterr¨¢neos nos envidian tanto que no nos dejan serlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.