La guerra del franc¨¦s

Si mi verg¨¹enza fuera un ob¨²s de carga hueca, no dudar¨ªa en disparar contra la l¨ªnea de flotaci¨®n del patrioterismo hispano, de todos los patrioterismos hisp¨¢nicos -que son muchos y variados-, que siguen pescando en las aguas inciertas de la convivencia civilizada, agotando la base misma del progreso social y econ¨®mico con redes finas y hasta cargas de dinamita. Ni una sola voz institucional, p¨²blica ni privada, de las que suelen pronunciar las palabras democracia, derecho, justicia, ha mencionado la obligaci¨®n que tiene todo Estado de hacer cumplir la ley aunque sea por la fuerza, una obligaci¨®n que, sin embargo, comprendemos cuando un tir¨®n o un asalto nos mella el bolsillo propio. En cambio, el pa¨ªs entero, tan caracterizado por su individualismo feroz, se lanza compacto y sin fisuras contra los franceses, en quienes vemos la causa de todos nuestros males.En resumen, las pasiones inexplicadas prevalecen sobre las razones m¨¢s elementales con el siguiente balance: a chulos ganamos nosotros, pero lo que es pescar, pescar¨¢n ellos; las v¨ªctimas de la merluza o de Euskadi y los ca¨ªdos por Dios y por Espa?a son "el aspecto humano que lamentarnos"; los platos rotos, los barcos y los camiones -noruegos incluidos- los deberemos pagar a escote, claro. /